REXBURG, Idaho — El élder Alvin F. “Tripp” Meredith III, Setenta Autoridad General, fue nombrado oficialmente como el decimoctavo presidente de la Universidad Brigham Young-Idaho el martes, 10 de octubre por el élder D. Todd Christofferson y el élder Ronald A. Rasband, ambos del Cuórum de los Doce Apóstoles.
Durante el nombramiento, el élder Christofferson, presidente del comité ejecutivo de la junta directiva de BYU–Idaho, describió muchas de las características distintivas de BYU–Idaho que fueron expuestas por los profetas desde su creación. El apóstol encomendó al nuevo presidente “alinear la Universidad Brigham Young–Idaho con su dirección proféticamente inspirada”.
Miles de estudiantes, profesores y personal — además de otros líderes de la Iglesia, del gobierno, cívicos y educativos — llenaron el auditorio de 15 000 asientos del BYU–I Center en el campus de Rexburg, Idaho, en la soleada mañana de otoño.
La ceremonia también reunió en el campus a varios ex presidentes de BYU–Idaho: el élder Bruce C. Hafen, el presidente Steven D. Bennion, el élder Kim B. Clark (en inglés), el élder Clark G. Gilbert y el presidente Henry J. Eyring (en inglés), además de otros líderes generales de la Iglesia. El élder Gilbert, quien sirve como Setenta Autoridad General y comisionado de educación de la Iglesia, dirigió el evento.
La toma de posesión del presidente Meredith se produjo pocas semanas después de la toma de posesión del presidente de BYU, C. Shane Reese, en la institución hermana de BYU-Idaho en Provo, Utah, el martes, 19 de septiembre.

En la ceremonia de nombramiento, el élder Christofferson encomendó al presidente Meredith que dedicara su tiempo y talentos a preservar la cultura única de la universidad resumida en “el espíritu de Ricks” — Ricks College, el nombre anterior de BYU-Idaho — así como las características distintivas de modestia, frugalidad, innovación y revelación.
El presidente Meredith también debe preservar la cultura de la universidad centrada en los estudiantes y en la enseñanza, dijo el élder Christofferson. “Ayude a los estudiantes a desarrollar la persona integral, incluso la persona eterna, tanto dentro como fuera del aula. Ayude a los estudiantes y empleados a darse cuenta y magnificar su identidad divina como hijos e hijas de Dios y como discípulos de Jesucristo que pueden liderar en sus familias, la Iglesia y sus comunidades”.
El élder Christofferson prometió al nuevo líder universitario que la junta directiva de BYU-Idaho — con el profeta, el presidente Russell M. Nelson, a la cabeza — “lo protegerá a través de un panorama cada vez más desafiante y le señalará el camino hacia el éxito académico y espiritual”.
Después de que su esposa, la hermana Jennifer Meredith, le colocara el medallón presidencial alrededor del cuello, el presidente Meredith hizo un signo de corazón con las manos para mostrárselo a los estudiantes, quienes se pusieron de pie para aplaudirle al nuevo presidente.

En sus breves comentarios antes del nombramiento oficial, el élder Rasband, quien sirve como vicepresidente del comité ejecutivo, explicó que, como todas las instituciones dentro del Sistema Educativo de la Iglesia, la Junta de BYU-Idaho está dirigida por la Primera Presidencia. El nombramiento oficial leído por el élder Christofferson y redactado por la junta representa dirección y guía profética.
“Esta encomienda profética y esta estructura de gobierno crean una tremenda ventaja para BYU–Idaho, su presidente, el trabajo de su cuerpo docente y personal y el desarrollo espiritual de sus estudiantes”, dijo.
El élder Rasband también transmitió el amor del presidente Henry B. Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia, y de su compañero apóstol, el élder David A. Bednar, quienes sirvieron como ex presidentes de la universidad pero no pudieron asistir. “Honramos a cada uno de estos líderes que han tenido tal impacto en esta universidad”.
El élder Christofferson también destacó el legado de “líderes notables” que se encuentran en BYU–Idaho y aseguró que el presidente Meredith, a quien conoce desde la adolescencia, “continuará esa tradición y hará una contribución propia excelente”.
Después de expresar su “apoyo entusiasta” al presidente Meredith mientras toma las riendas del liderazgo, el élder Christofferson explicó que no fue por los muchos talentos y la atractiva personalidad del presidente Meredith que él y su esposa fueron llamados a servir en BYU–Idaho. “El Señor estuvo a cargo de su camino hacia BYU-Idaho, y les testifico, como participante en el proceso, que es el Señor quien ha puesto al élder Meredith donde está en este momento”.

‘Graduados legendarios’
En un discurso fundacional pronunciado en septiembre de 2001, el presidente Henry B. Eyring, entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, hizo una profecía sobre los graduados de BYU–Idaho: “Serán líderes naturales que sabrán enseñar y aprender. Tendrán el poder de innovar y mejorar sin necesitar más de lo que el dinero puede comprar. Esos graduados de BYU-Idaho... se volverán legendarios por su capacidad para edificar a las personas que los rodean y agregar valor dondequiera que sirvan”.
El élder Christofferson dijo a los estudiantes, “Recuerden que su aprendizaje, su enseñanza, sus oraciones y su discipulado no son simplemente fines en sí mismos. Lo que están aprendiendo y obteniendo aquí debería calificarlos para agregar valor en todos los entornos — para aportar importantes conocimientos, innovación y habilidades espirituales y académicas”.
Y eso, añadió, incluye la mesa de la cena familiar. “Lo mejor que tenemos, lo mejor que somos, se invierte de manera más importante en nuestros matrimonios y nuestros hogares”.
El élder Christofferson advirtió que la universidad nunca debe convertirse en un lugar o institución donde un diploma sea visto sólo como un talismán que puede abrir la puerta a la buena fortuna en el futuro. “Este no es el lugar para alguien que es simplemente un ‘buscador de credenciales’”.
Si bien la educación tiene valor como influencia refinadora y ennoblecedora, no termina ahí. “Se trata de mejorar nuestra capacidad de servir y bendecir a los demás”, dijo el élder Christofferson.

En esta universidad, los esfuerzos con respecto a la ampliación espiritual e intelectual, si bien son fines dignos, son más importantes medios y recursos que permiten a las personas perder la vida en el servicio de Dios y del prójimo.
“Su tiempo en BYU–Idaho debería mejorar su capacidad para hacer avanzar el reino de Dios en la tierra, ‘levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas’ y extender la caridad, el amor puro de Cristo, por toda la sociedad civil así como la Iglesia”, dijo el élder Christofferson.
Cuando los estudiantes se convierten completamente a las verdades relativas a su identidad y propósito divinos, pueden fortalecer a los demás, enseñó. “Pueden salvar su vida perdiéndola en el servicio del Señor. … En resumen, como se profetizó, ‘los graduados de BYU-Idaho se volverán legendarios por su capacidad para edificar a las personas que los rodean y agregar valor dondequiera que sirvan’”.
La respuesta del presidente Meredith a su nombramiento oficial
En su respuesta, el presidente Meredith expresó su “total alineación” y “pleno compromiso con” lo encomendado por la junta.
En 2000, cuando el presidente Gordon B. Hinckley anunció la creación de BYU–Idaho, habló de una universidad con una misión distinta, centrada en los estudiantes, con el propósito principal de desarrollar discípulos de Jesucristo profundamente convertidos.
El anuncio del presidente Hinckley es un derecho de nacimiento de la universidad, dijo el presidente Meredith, y establece los parámetros y la dirección para el futuro de la universidad. “Nuestra responsabilidad hoy es doble”, dijo el presidente Meredith. “Primero, preservar ese derecho de nacimiento y todo lo que representa; y segundo, continuar con el curso constante y ascendente que un profeta de Dios estableció para esta universidad”.
Luego compartió cuatro formas en que la comunidad universitaria puede trabajar junta para preservar el sagrado derecho de nacimiento de la escuela y continuar su “curso constante y ascendente”.
Primero, la universidad debe permanecer decididamente enfocada en su propósito principal: “desarrollar discípulos de Jesucristo que sean líderes en sus hogares, la Iglesia y sus comunidades”.

El presidente Meredith dijo, “Todo lo que hacemos, especialmente la contratación, debe hacerse con la intención de ‘garantizar una alineación con la misión espiritual de la universidad’. Debemos apoyarnos en nuestra misión y reconocer que no sólo nos hace diferentes sino que también es una fuente de fuerza diferencial”.
En segundo lugar, la universidad debe continuar fortaleciendo su misión docente central, como lo describió el presidente Hinckley, quien dijo, “BYU–Idaho seguirá estando orientada a la enseñanza. La enseñanza y el asesoramiento eficaces serán las principales responsabilidades de su cuerpo docente, quienes están comprometidos con la excelencia académica”.
Un enfoque centrado en el estudiante requiere un cuerpo docente libre de las obligaciones de la investigación cuyo único enfoque profesional sea enseñar y asesorar a los estudiantes.
A continuación, el campus debe comprometerse a preservar el espíritu del Ricks, continuó el presidente Meredith. “La cultura y el espíritu de BYU–Idaho pueden ser difíciles de definir, pero fáciles de sentir. Muchos visitantes recorren este campus y expresan que sienten algo diferente”.
Ese sentimiento no surge debido a los edificios, los terrenos o incluso la gente. “Es porque el Espíritu del Señor está aquí. Y debemos preservar eso diligentemente”, dijo el presidente Meredith.
Por último, BYU–Idaho debe enseñar y amplificar su mensaje. “La intención de contar nuestra historia no es buscar elogios ni siquiera reclutar. Es principalmente para garantizar que los futuros estudiantes y empleados estén completamente informados sobre las oportunidades espirituales, educativas y profesionales únicas que se encuentran aquí en BYU–Idaho”, dijo el presidente Meredith.
La presidenta general de la Sociedad de Socorro, Camille N. Johnson, ofreció la primera oración y el élder Paul V. Johnson, de la Presidencia de los Setenta, ofreció la última. La música estuvo a cargo de los coros combinados de BYU-Idaho y miembros de la Orquesta Sinfónica.