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Nuevo setenta autoridad general dice que es una ‘bendición estar consagrado a la obra’

Aunque el élder Jorge T. Becerra era tímido y tranquilo cuando era joven, su presidente de misión le dio oportunidades de liderar y, como resultado, volvió del campo misional a casa con el deseo de involucrarse en la obra del Señor durante el resto de su vida.

Lasoportunidades de liderazgo llegaron antes de lo esperado — a la edad de 27, fuellamado por primera vez a un obispado; a los 32 años, como obispo. Se sentíainadecuado cuando las personas se le acercaban con sus problemas. “No tengoidea de lo que estoy haciendo”, le dijo a su padre.

Larespuesta de su padre le enseñó una lección poderosa, le recordó al élderBecerra acerca de la fe que su presidente de misión tenía en él y lo ayudó aprepararse para futuros llamamientos de liderazgo, incluido el llamamiento depresidente de estaca a los 37 años. 

“Élle dijo: ‘Hijo, ¿qué edad tiene el Espíritu Santo?’”, dijo el élder Becerra.“Ese fue un gran momento de enseñanza para mí porque sabía que podía hacercualquier cosa que el Señor me pidiera”.

Esalección ha permanecido en la memoria del élder Becerra a lo largo de muchosaños de servicio en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días,que ahora incluyen su llamamiento como uno de los nueve setentas autoridadesgenerales nuevos sostenidos en la conferencia general de abril de2020.  

JorgeEduardo Torres Becerra nació de Juan C. Becerra y Celia T. Becerra el 18 dediciembre de 1962 en Salt Lake City, donde se crio.

Parael élder Becerra, su membresía de toda la vida en la Iglesia se vioinfluenciada por la extraordinaria conversión de su abuelo, Brígido Becerra, enPuebla, México. Su abuelo tuvo un sueño sobre el profeta José Smith unos mesesantes de conocer a las misioneras. Él cambió su vida para unirse a la Iglesia.El padre del élder Becerra también se unió a la Iglesia y se sintió inspirado amudarse a Utah con su familia.

“Fueun gran momento decisivo en nuestra vida”, dijo él. “Fue un legado de devocióny fe profundas que en verdad transformó a mi padre”.

Laprimera experiencia espiritual del élder Becerra vino luego de que su padre lobautizara en la pila bautismal del sótano del Tabernáculo de Salt Lake, queluego fue quitada. “Cuando recibí el Espíritu Santo”, recordó, “fue la primeravez que sentí algo”.

Llegaronotras experiencias que edificaron su testimonio mientras crecía en el BarrioLucero de habla hispana y cuando servía en la Misión California Arcadia. 

Elélder Becerra conoció a la hermana Debbie I. Schneberger en el campo misional comomisionera, en una reunión de la Iglesia en North Hollywood.

“Nolo conocía en absoluto, pero recuerdo que lo vi desde el otro extremo de la capilla”,recordó ella más tarde. “Pensé: ‘Ese es un buen misionero’”. 

Amedida que se hacían amigos, el élder Becerra consideraba que la hermanaBecerra era una de las mejores hermanas de la misión, y debido a que era unpoco mayor que él, pensaba presentársela a su hermano mayor. Pero cuando la vioen una reunión de la misión poco después de regresar, pensó: “Olvida a mihermano, la voy a invitar a salir”.

Ellaaceptó salir con él a pesar de que lo consideraba “extraño e incómodo”.

Éldijo lo siguiente: “Tuve una fuerte impresión desde el principio de que debíacasarme con esta chica y que tendría éxito si ella estuviera a mi lado”.

Secasaron el 10 de agosto de 1984 en el Templo de Salt Lake. Los Becerra tienencinco hijos y actualmente viven en Sandy, Utah. 

Tresdécadas después, mientras presidían la Misión California Arcadia, el tema sobrecómo se conocieron los Becerra se convirtió en una historia favorita entre losmisioneros. La hermana Becerra siempre aclara algo: “Cualquier tipo de romancevino después de la misión”, dijo ella. 

Unsentimiento espiritual guio al élder Becerra a seguir una carrera en serviciosfinancieros. 

“Cuandodescubrí cómo era la carrera y lo que haría, supe en mi corazón que esto mepermitiría estar disponible para el Señor más adelante en mi vida”, dijo él.“Fue una fuerte impresión de que, si me comportara de forma honorable y diera lomejor de mí, el Señor me bendeciría”. 

Alo largo de los años, el élder Becerra no fue de los que siempre prometía a susclientes la mejor rentabilidad, pero daba lo mejor de su parte para administrarsus ahorros con honestidad e integridad. En muchas ocasiones lo refirieron aviudas y él consideró que era una mayordomía sagrada proteger sus bienes. 

“Queríaser el mismo hombre tanto el lunes como el domingo”, dijo él. “Quería cuidar delas personas y hacer lo correcto por las razones correctas”.

Lacarrera del élder Becerra no solo le ha permitido servir a otros, sino que leha posibilitado la flexibilidad para servir en varios llamamientos de laIglesia. 

Unllamamiento especial llegó del 2011 al 2014, cuando el élder y la hermanaBecerra fueron llamados a presidir la Misión California Arcadia, exactamente 30años después de haber servido en ella como misioneros.

Luegode una entrevista preliminar en las oficinas generales de la Iglesia paraevaluar su disponibilidad, el élder Becerra se sintió nervioso e inseguro dedejar todo atrás para convertirse en presidente de misión. En el pasado, amenudo había recibido una fuerte seguridad y guía espiritual, pero esta vez nollegó tan rápido. 

Cuandola confirmación llegó, fue mediante un versículo de las escrituras, Éter 12:6: “Nocontendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hastadespués de la prueba de vuestra fe”. No fue la respuesta clara que quería elélder Becerra, pero luego de recibir ese mensaje en el templo, sometió suvoluntad al Señor. 

Cuandose le extendió el llamamiento misional oficial, el élder Becerra dijo que unasensación “electrizante” le atravesó el cuerpo y supo lo que tenía quehacer. 

“Unavez que aterrizamos en California y mis pies tocaron el suelo, tuve una oleadade energía e inspiración. Supe que era llamado y todo el miedo se fue”, dijo elélder Becerra. “La respuesta a mis oraciones fue bastante profética”.

LosBecerra llevaron consigo a California a dos de sus hijos en edad de secundariay la experiencia sirvió para fortalecerlos, lo cual fue una de las cosas másdestacadas para la hermana Becerra.

Unaexperiencia poderosa que tuvo el élder Becerra cuando era un joven misionerovolvió a su memoria cuando fue presidente de misión. Recordó una conversaciónque tuvo con su propio presidente de misión mientras estaban sentados en unauto. Luego de estacionar, su presidente de misión detuvo el motor del vehículoy de repente se quedó callado y pensativo. Mientras miraba por la ventana, elélder Becerra pensó que quizás lo reprendería o le enseñaría algo.

“ÉlderBecerra, ¿sabe lo que necesita esta misión?”, dijo el presidente, rompiendo elsilencio y mirándolo. “Lo necesita a usted en unos 20 años”. 

Esaescena volvió a la mente del élder Becerra cuando la pareja abrió sullamamiento misional.

“Seadelantó por 10 años, pero fue un gran sentimiento saber que él pensó quedebería volver”, dijo el élder Becerra.

Elpresidente de misión del élder Becerra se quedó en California y crio a sufamilia allí. Una de las tiernas misericordias del regreso de los Becerra tuvoque ver con reconectarse con la familia de su presidente de misión y ayudar asu hijo mayor a volver a la actividad plena, dijo él. 

Elélder Becerra ha meditado y orado acerca de su llamamiento como setentaautoridad general y el momento en el que ha llegado. A pesar de los desafíosque le esperan, es optimista en cuanto al futuro.

“Estamosllegando a una etapa de la historia de la Iglesia que ninguno de nosotrosimaginaba que vería. El Señor tiene nuestra completa atención”, dijo él.

“Paramí es una enorme bendición estar consagrado a la obra y me siento honrado deque el Señor me eligiera para hacer Su obra en estos tiempos difíciles. Tengomucha fe de que avanzaremos”.

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