Este mes, nuestro hijo mayor regresó a casa después de servir una misión de tiempo completo y llegando al aeropuerto, se encontró con carteles y letreros con su nombre: “¡Bienvenido a casa, élder Richards!”.
Mientras servía primero en la Misión Albuquerque, Nuevo México, y luego en la Misión Bolivia Cochabamba Norte, llevó la reconocible placa de misionero en el pecho durante dos años.
Durante un discurso en el Centro de Capacitación Misional de Provo en abril (en inglés), la hermana Amy A. Wright, primera consejera de la presidencia general de la Primaria y miembro del Consejo Ejecutivo Misional, explicó a los misioneros que el significado de sus placas reside en los cuatro nombres que aparecen en cada una.

Primeramente, se ve el nombre de Jesucristo. Luego, el nombre de la Iglesia. Después, el nombre de élder o hermana.
“Los nombres de élder y hermana denotan una relación de convenio sagrado con Dios y Jesucristo. Como emisarios de la Iglesia, servir como misioneros representa el cumplimiento de sus convenios”, dijo.
De cuarto está el apellido del misionero.
“Como misioneros, representan a sus familias. Y una de las maneras más significativas de representar y honrar a su familia es guardando sus convenios”, dijo.
Nuestro hijo se ha quitado la placa de misionero y ya no lleva el nombre de élder, al menos por ahora; siempre existe la esperanza de servir una misión mayor en el futuro. Pero los otros nombres que lleva permanecen.
En su bautismo, hizo convenio de tomar sobre sí el nombre de Jesucristo. Cada semana, altomar la Santa Cena, renueva ese convenio y hace uno nuevo. Después de bautizarse, fue confirmado miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Y ahora que va al mundo para asistir a la universidad, también representará el apellido de su familia.
Su relevo me recordó una conversación que tuve con Daryl Hoole, de 91 años, quien sirvió en lo que entonces se llamaba la mesa directiva general de la Primaria de 1988 a 1989. La conocí en un almuerzo para eméritas que sirvieron en las organizaciones de la Primaria, las Mujeres Jóvenes y la Sociedad de Socorro.
“Es divertido ser emérita”, me dijo. “Es mejor que decir ‘jubilada’. Así podremos ser ‘Cristianas en general’”.
Le dije que me encantaba la idea de ser cristiana en general. Para mí, eso significa encontrar cualquier manera de servir a los demás, guardar los mandamientos, testificar del nombre de Jesucristo, decir sí a los llamamientos y participar en la obra de salvación y exaltación.
Recordé otro momento durante la conversación con la hermana Hoole, uno que espero que también ayude a mi hijo.
Cuando me asignaron escribir sobre un discurso (en inglés) del entonces presidente general de los Hombres Jóvenes, Steven J. Lund, en la Semana de la Educación de BYU, estaba en el piso del Marriott Center y lo vi hablando con algunas personas que se habían quedado después para hablar con él. Una mujer le contó que su hijo, exmisionero, estaba en un barrio con muchos jóvenes adultos solteros y que no había suficientes llamamientos en la Iglesia para todos. Le preocupaba que su hijo no tuviera nada que hacer y le preguntó al presidente Lund si podía informar a los líderes de la Iglesia para que hicieran algo al respecto.
En cambio, le aconsejó que su hijo sirviera en el templo —que sirviera allí tanto como pudiera— y que su hijo considerara eso como su llamamiento en la Iglesia en ese momento.
El presidente Russell M. Nelson enseña e invita repetidamente a todos a pasar más tiempo en el templo.
“El templo es un lugar de paz y poder, y pasar tiempo allí literalmente cambia la vida de una persona”, dijo el presidente Nelson.

El élder Steven D. Shumway, Setenta Autoridad General, habló en la conferencia general de abril de 2025 sobre servir y aceptar llamamientos.
“Los llamamientos no determinan ni validan el valor ni la dignidad de una persona”, dijo. “Más bien, al trabajar con Dios en la forma en que Él nos pide, crecemos hacia la medida de nuestra propia creación”.
El prestar servicio eleva nuestros hogares y nuestras iglesias a lugares santos en los que podemos practicar cómo vivir los convenios, enseñó el élder Shumway. Y es una manera de prepararse para la segunda venida de Cristo.
“Cuando servimos porque amamos a Dios y queremos vivir nuestros convenios, el servicio que parece obediente y agotador se vuelve gozoso y transformador”, dijo el élder Shumway.
A medida que nuestro hijo hace la transición de misionero a cristiano en general, el nombre más importante que jamás llevará será el de Jesucristo. Ya sea que sirva en llamamientos formales de la Iglesia, adore en la casa del Señor o simplemente viva los convenios bautismales y del templo a diario, la invitación sigue siendo la misma para todos nosotros: representar al Salvador en todo lo que hacemos y crecer para ser más como Él.
— Mary Richards es reportera de Church News.

