JERUSALÉN — Cuando se trata de encontrar los lugares bíblicos sagrados en la Tierra Santa y otros más, a veces lo más seguro sobre su ubicación histórica es la incertidumbre.
El niño Jesús, ¿nació en una gruta en Belén — en el lugar donde hoy se encuentra una estrella de plata de 14 puntas incrustada en el piso de mármol de una gruta debajo de la Iglesia de la Natividad? ¿O tal vez en alguna otra dentro del sistema de grutas que se extienden debajo de la adyacente Capilla de Santa Catalina? ¿O en otro lugar de Belén, la pequeña aldea que, desde entonces, se ha convertido en una ciudad de más de 30.000 habitantes; o en sus alrededores?
¿Crucificaron al Salvador y después lo enterraron en los dos lugares ubicados en la Iglesia del Santo Sepulcro, donde, a lo largo de los siglos la tumba fue desmantelada para luego ser colocada dentro de un tipo de santuario o altar llamado edículo? ¿O es posible que la crucifixión y sepultura hayan ocurrido en el Monte de la Calavera (o en sus cercanías) y en el Jardín de la Tumba respectivamente, fuera de los muros de la Ciudad Vieja?
Y, cuando las personas quieren “caminar por donde caminó Jesús” mientras recorren los pasajes de la vieja Jerusalén, ¿comprenden que la ciudad se ha construido sobre capas de piedra, tierra y escombros de pueblos conquistadores y en continuo cambio a través de distintas épocas como la romana, la bizantina, de las cruzadas y la otomana, solo por nombrar algunas? Dado que esas “capas” alcanzan, en algunos lugares, entre 6 y 10 metros de profundidad, uno, más bien, podría “caminar encima de donde Jesús caminó”.
En realidad, la ubicación exacta de los lugares mencionados en el Antiguo y en el Nuevo Testamento no debería importar —en muchos sentidos. Lo que importa —como lo expresaron recientemente un Apóstol, un erudito y un Santo de los Últimos Días que viven o estudian en la Tierra Santa— es que el espíritu y la importancia de los acontecimientos que tuvieron lugar pueden sentirse y confirmarse, ya sea que uno se encuentre en el lugar, cerca de él o al otro lado del mundo.
Hacer que un lugar sea sagrado
Eric Huntsman, el director académico del Centro de estudios sobre el cercano oriente de la Universidad Brigham Young en Jerusalén (en inglés), reconoce las continuas discusiones y debates entre historiadores y arqueólogos sobre la identificación de lugares con significado bíblico.
“Aunque no siempre podemos identificar con precisión dónde ocurrió un evento; primero, [sabemos que] estamos en las proximidades del mismo —por lo cual existe lo que yo suelo llamar un ‘eco espiritual’ de estos grandes acontecimientos”, dijo Huntsman. “Sin embargo, y, en segundo lugar, la ubicación que estamos visitando puede servir como un ‘indicador visual’”.
Menciona al Jardín de la Tumba como un excelente ejemplo, destacando la forma en que está cuidado, con plantas y árboles y la tranquilidad que ofrece en medio de la ajetreada Jerusalén. “Es fácil recrear mentalmente cómo fue para María Magdalena aquella primera mañana de Pascua”, dijo.
Cuando habla sobre los lugares sagrados, a Huntsman también le gusta hacer hincapié en que —independientemente del lugar en el cual haya sucedido realmente un hecho bíblico— la fe de los creyentes que acuden a conmemorar estos importantes eventos les ha conferido un carácter sagrado propio a través de los siglos.
“Durante casi 2000 años, los peregrinos cristianos han acudido a la Iglesia del Santo Sepulcro, a veces de rodillas, y su fe ha convertido ese lugar en sagrado”, afirmó.
Mientras tanto, muchos protestantes evangélicos y Santos de los Últimos Días se sienten atraídos por el Jardín de la Tumba, sea o no la tumba real, agregó. “Las experiencias que tenemos allí cuando leemos las escrituras, cantamos, oramos y recordamos la Resurrección de nuestro Señor, es lo que le ha dado un carácter sagrado a ese lugar, también”.
Se añaden otros lugares
Algunos de los primeros esfuerzos por identificar lugares bíblicos se remontan a principios del siglo IV, cuando Helena, la madre del emperador Constantino el Grande, hizo una peregrinación a Jerusalén.
Con la ayuda de historias orales, Helena comenzó a identificar diferentes ubicaciones donde ocurrieron acontecimientos del Nuevo Testamento; este fue el comienzo de la designación de los lugares “tradicionales”, muchos de ellos adornados con Iglesias y basílicas, como es el caso de la Iglesia del Santo Sepulcro y la Iglesia de la Natividad.
A partir de ahí, la Tierra Santa se convirtió en el destino de peregrinaciones y cruzadas de los creyentes, y en la esperanza de excavadores y promotores comerciales.
Junto a catedrales bizantinas y hoteles modernos, hoy, a lo largo del Mar de Galilea se pueden ver las ruinas de pueblos de pescadores del meridiano de los tiempos. Los pequeños pueblos bíblicos —como Nazaret, que en aquel entonces tenían unos cientos de habitantes— han crecido hasta ser, en la actualidad, bulliciosas ciudades donde viven decenas de miles de personas.
A través de cientos y aún miles de años, la combinación de los relatos de los primeros peregrinos, las fuentes literarias, la continua búsqueda arqueológica y el trabajo de los eruditos modernos sigue concentrando su atención en los lugares tradicionales y además han aportado más información sobre otros más.
La visita de Uchtdorf
Huntsman y su esposa, Elaine Huntsman, acompañaron al élder Dieter F. Uchtdorf del Cuórum de los Doce Apóstoles y su esposa, la hermana Harriet Uchtdorf, durante su asignación a la Tierra Santa. El Apóstol y la hermana Uchtdorf hablaron en un devocional para los estudiantes del Centro BYU en Jerusalén la tarde del viernes 21 de abril. En la mañana del sábado 22 de abril, el élder Uchtdorf, junto al élder Ronald Bäck, un Setenta de Área en el Medio Oriente, presidió y enseñó en la conferencia del Distrito de Jerusalén.
Antes de estas reuniones, visitaron los alrededores del Mar de Galilea.
No es la primera vez que el élder y la hermana Uchtdorf visitan Israel. Su primera visita a la Tierra Santa fue en 1966, como un joven piloto de la línea aérea Lufthansa; después, él y su esposa llevaron a sus hijos varias veces más. Más recientemente, sus visitas fueron con motivo de las asignaciones de la Iglesia en su llamamiento como autoridad general; la última vez fue hace 10 años cuando era consejero de la Primera Presidencia.
El día anterior al devocional, los Uchtdorf y los Huntsman estuvieron en la Iglesia del Santo Sepulcro y en el Muro de los Lamentos (también llamado Muro Occidental). La tarde siguiente a la conferencia de distrito, el pequeño grupo visitó el Jardín de la Tumba y el lugar tradicional del Jardín de Getsemaní, al otro lado del Valle del Cedrón debajo del Monte del Templo.
Desde allí, pasaron no por uno sino por dos sitios que diferentes denominaciones religiosas han designado como los “lugares tradicionales” de las colinas donde los pastores vigilaban sus rebaños la noche del nacimiento de Cristo —y donde los muros que rodean ambos lugares han sido engullidos por la creciente ciudad de Belén.
El pequeño grupo continuó hacia un cerro más despejado y sin urbanizar. Se detuvieron en la ladera salpicada de rocas, olivos, arbustos y maleza. Al pensar en los pastores de aquella noche sagrada, el Apóstol le recordó nuevamente al grupo que no es necesario estar en el lugar exacto para ‘estar’ en el evento bíblico y disfrutar del testimonio confirmador del Espíritu.
En su mente, volvió a ver la producción navideña anual del “Salvador del Mundo” en el Centro de Conferencias de Salt Lake City. “Todos los años vamos y lo vemos en familia, y tengo que contener las lágrimas”, dijo más tarde, añadiendo que le conmueven especialmente las escenas donde se les cuenta a los pastores sobre el nacimiento del Salvador y luego dan testimonio.
“Puedes escuchar a tu propio corazón para conseguir ese mismo espíritu y sentimiento, [y esto puede ocurrir] tanto si estoy aquí como si estoy sentado en el Centro de Conferencias”.
La confirmación espiritual puede ocurrir en cualquier lugar
El élder Uchtdorf se apresura a agregar que él y su familia disfrutan las visitas a Jerusalén y a la Tierra Santa, así como a los lugares históricos de la Iglesia en Estados Unidos y otros lugares. Pero las confirmaciones y las enseñanzas del Espíritu sobre los acontecimientos bíblicos y las verdades del evangelio se pueden sentir en cualquier lugar —y en cualquier momento.
“Lo importante es que el Espíritu puede permanecer —donde quiera que estemos, podemos sentir lo mismo e incluso más”, dijo. “Esa es la promesa del Salvador, que Él hará que estas experiencias se multipliquen si nos esforcemos por tener la compañía del Espíritu Santo”.
Hizo una pausa para tener una visión más general, y pensar en la Iglesia a nivel mundial y el evangelio universal —los millones de Santos de los Últimos Días y los billones de personas en todo el mundo que nunca pisarán la Tierra Santa. El testimonio del Salvador —Su misión, Su ministerio, Su Expiación y Su evangelio restaurado— está a disposición de todos, en todo lugar.
“Realmente no importa dónde estemos, siempre que nos aferremos a las escrituras, oremos y busquemos las respuestas que anhelamos. Es mucho más que tener la sensación de que el Salvador está con nosotros. No es ‘como si [estuviera]’; Él está con nosotros mediante el Espíritu Santo”.
Así que un Santo de los Últimos Días en India, Irlanda o Idaho, no tiene que ir a la Tierra Santa para tener una fe firme y confirmadora, y un testimonio de los personajes, verdades y acontecimientos bíblicos, al igual que un miembro de la Iglesia en Italia, Indonesia o Iowa pude sentir lo mismo con respecto a los sitios históricos de la Iglesia en estos últimos días en América del Norte.
“Podemos sentir la presencia del Salvador y la firme voluntad de los apóstoles”, dijo el élder Uchtdorf, “y podemos estar allí con ellos. …Podemos tener un firme testimonio de esto, ‘Verdaderamente, seré un discípulo de Cristo por el resto de mi vida’”.
Las perspectivas de los Santos de los Últimos Días
Muchos de los Santos de los Últimos Días que viven o estudian en Israel han captado esa perspectiva —el espíritu del lugar importa más que la precisión de su ubicación y el hecho de que uno no necesita estar en el lugar o visitarlo para ser bendecido por los acontecimientos que tuvieron lugar allí.
Andrea Landon, una joven madre Santo de los Últimos Días que vive en Tel Aviv, Israel, explicó cómo ve los lugares de la Tierra Santa bajo una luz diferente, durante su discurso en la conferencia del Distrito Jerusalén.
“Las ubicaciones, tal como se ven hoy, de los lugares donde ocurrieron estos milagros —honestamente— no resultaron algo espectacular para mis ojos, sin embargo, lo que sí es espectacular es lo mis ojos pueden ver en Jesucristo”, dijo. “Sé que, a medida que le busquemos intencionada y diligentemente, nuestro conocimiento de Él aumentará, nuestra relación con Él se fortalecerá y Él nos ayudará a convertirnos en lo que Él necesita que seamos”.
Brandon Swann, de Suva, Fiyi, que es un voluntario en un kibbutz del norte de Israel, dijo que el mensaje del élder Uchtdorf durante la conferencia de distrito sobre estar en la Tierra Santa lo conmovió de una manera diferente. “Creo que lo más importante que aprendí es que, a medida que hablaba sobre estos lugares —y con su presencia— puedes sentir el Espíritu. Pero, dijo, no tienes que estar aquí para sentir el mismo Espíritu —lo puedes sentir sin importar donde estés. Me pareció algo hermoso”.
Y Collin Farley, de Bountiful, Utah, se unió a otros estudiantes del Centro de Jerusalén de BYU que estudian la Tierra Santa y visitan sitios y lugares en toda la Ciudad Santa y en todo Israel.
“Durante todo el semestre que hemos estado aquí en la Tierra Santa, hemos hablado que Jesús caminó por aquí o de que aquí es donde estuvo Jesús”, dijo. “No importa dónde estuvo, sino lo que hizo por nosotros. En realidad, no importa exactamente en qué lugares hizo algo; lo importante es que hizo esas cosas, que vive y que aún nos ayuda”.