Algunos Santos de los Últimos Días tienen antepasados pioneros que se remontan a casi 200 años. Otros miembros de la Iglesia son ellos mismos los pioneros en sus familias. En las semanas que rodean el Día de los Pioneros el 24 de julio, la celebración anual de la primera compañía de carretas de mano que ingresó al Valle del Lago Salado, el equipo de Church News compartirá historias de pioneros en sus familias, algunos del siglo XIX y otros del siglo XX. Esta es la quinta de la serie.
Por parte de mi padre, tengo cinco generaciones de antepasados que fueron miembros de la Iglesia. Cuatro de los ocho tatarabuelos cruzaron las Llanuras en compañías de carretas de mano. El primer converso al evangelio por parte de mi padre se bautizó en 1856.
Por parte de mi madre, estoy mucho más cerca del miembro pionero de la Iglesia. El primer bautismo fue casi un siglo después, en 1954, cuando se bautizó mi madre.
Hay más de 160 años de historia en la Iglesia a través de los antepasados de papá, junto con fragmentos de la tradición familiar, algunos de los cuales pueden documentarse como precisos. Entre esos antepasados, me siento más conectado con un tatarabuelo cuyo diario misional y cartas de 1890 (ambos en inglés) descubrí hace 24 años mientras limpiaba un sótano.

Pero eso no se compara con los relatos en primera persona que escuché de mi madre, Rosmarie Brunold Schneider (en inglés), cuando era un adolescente y luego como un joven adulto, sobre cómo escuchaba a los misioneros; recibir un testimonio y bautizarse, junto con su madre, en Zúrich, Suiza, en 1954, a los 24 años; participar en la dedicación del Templo en Suiza en 1955 (en inglés) como parte de su llamamiento como secretaria de la Escuela Dominical de la Misión Suiza-Austríaca; y emigró en 1956 a Utah, en un barco de vapor y autobuses, en lugar de veleros y vagones de tren.
Y aunque he leído algunos artículos históricos de otros antepasados pioneros, no he encontrado ningún otro relato en primera persona de sus conversiones. Mamá sí escribió sobre la suya, incluyendo: “No puedo decirles de cuanta felicidad y satisfacción me llené. Era de alguna manera una sensación de plenitud, de seguridad. Quería hacer el bien, ser buena y tratar con todas mis fuerzas de vivir el evangelio de Jesucristo”.
Tengo la suerte de tener testimonios para leer de antepasados en el siglo XIX. Y tengo la suerte de tener testimonios que he escuchado y leído de un pionero más reciente, y de tener el ejemplo de mamá de aceptar llamamientos y asignaciones, algunas no particularmente fáciles para ella, habiendo sido el inglés su segundo idioma hasta su muerte en 2016.
