En una reciente asignación a Milán, Italia, la hermana Tracy Y. Browning, segunda consejera de la presidencia general de la Primaria, contempló el magistral mural de Leonardo da Vinci de la “Última Cena”, pintado en una pared del Convento de Santa Maria delle Grazie.
Si bien muchos artistas han representado la sagrada escena de Jesucristo con Sus apóstoles, la hermana Browning dijo que quedó cautivada por la versión de Da Vinci. “Se sentía casi viva y, intencional o no, capturó una cierta declaración de fe que me conmovió”, relató la hermana Browning durante un discurso devocional en la Universidad Brigham Young-Hawái el martes, 20 de mayo.
Desde su estancia en Milán, la hermana Browning dijo que se había “llevado consigo algunas preguntas a casa”, tales como: “¿Cómo puede la obra maestra de nuestra vida ser tan intencional y con tanto propósito como las pinceladas de da Vinci? ¿Cómo descubrimos los dones divinos que se nos han concedido y cómo los usamos para crear una vida centrada en Jesucristo?”.
Con el Cannon Activities Center — el recinto más grande del campus de Laie, Hawái — en remodelación, estudiantes y profesores se reunieron en el Auditorio David O. McKay para el devocional matutino.
En sus comentarios, la hermana Browning testificó: “La composición de su vida es actualmente una obra en progreso, y testifico que a medida que se centran en el Salvador, Él puede transformar sus talentos en herramientas para el bien, sus esfuerzos en actos de fe y su vida en una obra maestra que testifique del más grande Maestro, Jesucristo”.

‘La mortalidad nos invita a ser creadores’
El tiempo en la mortalidad es una fase crucial dentro del marco divino de Dios que permite a las personas tener experiencias que las anclan a Jesucristo y, en última instancia, les permiten regresar a Su presencia, explicó la hermana Browning.
“La mortalidad, por tanto, se convierte en el lienzo de muchas de las experiencias autodirigidas en las que el don de nuestro albedrío moral nos inspira para pintar nuestras elecciones y acciones. La mortalidad nos invita a ser creadores”, dijo.
Reconocer el impulso divino de crear puede llevar a las personas a descubrir sus dones y talentos, y lo que el Señor desea que hagan con ellos.
Las Escrituras afirman que todos recibimos capacidades divinas, explicó la hermana Browning, y una de las maneras más poderosas de comenzar a descubrirlas es prestar atención al Espíritu Santo. “Las afirmaciones espirituales pueden ayudarnos a ver el cuadro completo de en quién nos estamos convirtiendo en las manos del Salvador”.
Algunos podrían tener dones musicales, artísticos o intelectuales, mientras que otros podrían tener dones como la resiliencia, la bondad o la percepción. “Los dones de Dios son tan diversos como Sus hijos”, dijo la hermana Browning.
Citando el discurso más reciente de la conferencia general del élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, la hermana Browning explicó que, en la parábola de los talentos, Jesús enseña que los talentos no deben estar ocultos ni latentes, sino que deben desarrollarse para un propósito mayor. Tampoco deben compararse con los demás. “Que comencemos con habilidades diferentes es irrelevante para Él. Y debería serlo para nosotros” (“Preparación personal para comparecer ante el Salvador”, conferencia general de abril de 2025).

Centrándose en Cristo
Mientras contemplaba la obra maestra de da Vinci en Milán, la hermana Browning comentó que notó cómo da Vinci centraba todo en torno a Jesucristo.
“El Salvador ocupa un lugar central, y toda la energía emocional que despliega cada uno de los apóstoles se dirige hacia Él, convirtiendo a Jesucristo en el punto focal de la escena”, observó la hermana Browning.
Del mismo modo, las personas pueden orientar intencionalmente sus vidas hacia Jesucristo. “Hay hábitos que podemos cultivar para asegurar que el ritmo y la energía de nuestra vida se dirigen hacia Él”, dijo.
Los esfuerzos constantes y sinceros en la adoración diaria —la oración, el estudio de las Escrituras, el cumplimiento de los convenios y el servicio— pueden ser las líneas rectas que guían nuestra vida hacia el Salvador.
“Al igual que da Vinci usó la perspectiva para dirigir la mirada de cada espectador hacia el Salvador, los hábitos que desarrollamos y las prioridades que establecemos pueden dirigir nuestros propios corazones hacia Él. De esta manera, nuestra devoción diaria se convierte tanto en una disciplina espiritual como en un testimonio visual”, dijo la hermana Browning.

Discipulado distintivo
“Nuestro discipulado personal en Jesucristo hará que el mural de nuestras vidas se vea claramente diferente de los patrones y valores del mundo”, continuó la hermana Browning.
Las relaciones, la educación, la observancia religiosa, el empleo y otras actividades pueden aportar luz, profundidad, movimiento y emoción a los lienzos de las personas. Pero “a veces, nuestros actos de creación más sagrados son profundamente personales y relacionales”, dijo la hermana Browning.
Las personas pueden generar paz, confianza, pertenencia, esperanza y seguridad. “Cada momento que elegimos reflejar al Salvador en nuestros entornos cotidianos, participamos en la obra divina de la creación”, enseñó la hermana Browning.
Testificó: “Nuestros esfuerzos por ser creadores no deben relegarse simplemente a pasatiempos o actividades secundarias; son parte integral de nuestra identidad y propósito eternos”. Cada elección de vivir conforme a la fe en Jesucristo — ya sea nutriendo su testimonio, fortaleciendo a su familia, edificando a un prójimo, cumpliendo un llamamiento o siendo testigo de Cristo — se convierte en una contribución sagrada a la obra de salvación y exaltación de Dios”.
