Para Carlos y Nilda Agüero, seguir la senda de los convenios como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha sido un viaje de décadas para la pareja de Mendoza, Argentina —atravesar océanos y mares, pasar por uno de los picos más altos del mundo y cruzar fronteras internacionales.
Esos viajes para hacer convenios y participar en ordenanzas sagradas en la Casa del Señor los han llevado a Suiza, Estados Unidos, Brasil y Chile, y a través de su nación natal de América del Sur.
Y ahora, la Casa del Señor más nueva y el templo número 197 de la Iglesia — el Templo de Mendoza, Argentina, que se dedicará el domingo 22 de septiembre — se encuentra en su ciudad natal, a solo siete minutos en automóvil desde su hogar.
Los Agüero —padres de seis hijos y abuelos de 17— han ayudado en la transición del Templo de Mendoza desde la conclusión de su construcción hasta el inicio de sus operaciones sagradas, sirviendo como copresidentes del comité que supervisa los eventos de la casa abierta y dedicación del templo.
Su trayectoria de convenio comenzó con sus conversiones al Evangelio restaurado hace más de medio siglo en Mendoza.
En 1967, Carlos Agüero, de 14 años, conoció a los misioneros Santos de los Últimos Días de Norteamérica en una plaza de la ciudad, intrigado por su mensaje sobre los primeros habitantes de las Américas. Mientras le enseñaban a él y a su familia sobre José Smith y los profetas de los últimos días, “sentí algo — así es como debe ser”, recordó.
Se unió a la Iglesia solo, sin su familia; en la época en que la Iglesia tenía una estaca —en Buenos Aires— y dos misiones en Argentina. Más tarde, como presbítero, bautizó a su hermana menor; su madre y su hermana mayor también se unieron a la Iglesia años después.
Cuando se organizó la Estaca Mendoza, Argentina, en 1972, Agüero comenzó a comprender la importancia de los convenios y las ordenanzas del templo, y a verlo a través de otras personas.
“Había oído hablar de los sacrificios que algunas familias hacían o estaban dispuestas a hacer para poder sellarse en el templo más cercano, que estaba en Mesa, Arizona, a unos 8700 kilómetros de Mendoza”, recordó. “Se invitó a la presidencia de la estaca y a los obispos a la conferencia general en Salt Lake City; entonces, cuando regresaron, supimos que habían sido investidos en un templo; los vimos como ángeles y como almas muy privilegiadas”.
Dos semanas después de la organización de la estaca Mendoza, Nilda Minardo, de 13 años, se unió a la Iglesia con su madre y su hermana. Como era experta en el piano, pronto se convirtió en la acompañante del barrio — y llamó la atención de Agüero, quien le comentó a su novia de ese entonces sobre la adolescente de largos mechones rojos.
Después de una reunión de la Iglesia, cuando los jóvenes y los adultos jóvenes cantaban himnos alrededor de un piano que tocaba el joven converso, la novia de Agüero le dijo a Nilda en tono de broma: “Algún día te casarás con él”.
Un año después, Agüero fue llamado a la Misión Francia París, aprovechando los cinco años que había aprendido francés en la escuela. Durante su misión, también aprendió inglés de sus compañeros, con la dirección y el aliento de su presidente de misión.
Un mes después de la llegada del élder Agüero a París, su presidente de misión lo envió a él y a un joven de Francia — que estaba esperando su propio llamamiento misional, a Suiza. Allí fue investido en el Templo de Suiza (ahora el Templo de Berna, Suiza), participando en las ordenanzas e instruyendo en francés, su segundo idioma.
Después de una misión en la que habló francés y aprendió inglés, Agüero regresó a Mendoza. Su novia y su familia habían emigrado a Australia y su relación se había enfriado. “Regresé a casa libre y esa jovencita había crecido”, dijo.
A los 24 y 19 años, Carlos y Nilda Agüero se casaron en 1977.
En el otoño de 1978, como nuevo consejero de la presidencia de la estaca Mendoza, Agüero fue invitado a asistir a la conferencia general en Salt Lake City. Además de su trabajo habitual en el comercio exterior en un banco local, había ahorrado dinero de un contrato de cuatro meses trabajando como operador bilingüe de télex durante el torneo de fútbol de la Copa Mundial de 1978, que se jugó en varias ciudades de Argentina, incluida Mendoza.
“Eso me permitió pagar el viaje de ida y vuelta a los Estados Unidos para mi esposa, Nilda, y nuestro hijo primogénito, Darío, que tenía 5 meses”, recordó Carlos Agüero. “Nilda fue investida en el Templo de Provo, Utah, en español — esa sesión fue la primera en español para mí — y al día siguiente nos sellamos en el Templo de Ogden, Utah; luego, nuestro hijo pequeño se selló a nosotros como pareja”.
Más tarde ese mes, se dedicó el Templo de São Paulo, Brasil, a finales de octubre de 1978. “El primer templo en toda Sudamérica”, dijo Agüero, “y ‘solo’ a 3000 kilómetros de Mendoza, lo que también hizo que el viaje fuera muy costoso y extenso”.
Nilda Agüero agregó: “Al principio, viajamos en autobús durante varios días para llegar al Templo de São Paulo, Brasil, y luego cruzamos la Cordillera de los Andes para ir al Templo de Santiago, Chile — el templo más cercano y el único en la zona en ese tiempo”.
Después de cinco años de largas excursiones a los templos de São Paulo, en 1983 se inauguró un templo en Santiago de Chile, a tan solo 80 kilómetros al suroeste de Mendoza. Pero esa distancia directa de 177 kilómetros es engañosa — la distancia real en automóvil por la Ruta Nacional 7 es de unos 360 kilómetros, cruzando la cordillera más larga del mundo, la Cordillera de los Andes.
El Paso Internacional Los Libertadores, también conocido como la Carretera Transandina, presenta docenas de curvas sucesivas, supera los 3000 metros de altura en su punto más alto y pasa por el Aconcagua, de 6900 metros, el pico más alto de América.
“Estábamos emocionados”, dijo Carlos Agüero sobre la proximidad de una nueva casa del Señor. Pero viajar regularmente al templo de Santiago no era fácil — además de la dificultad del viaje de cinco horas y media por los Andes, también requería la documentación, los detalles y las formalidades de cruzar una frontera internacional.
“El desafío era atravesar la alta cordillera de los Andes y pasar por la aduana, pero solíamos hacer ese viaje una vez al mes, saliendo el viernes muy temprano por la mañana y regresando a Mendoza el sábado por la noche, después de haber asistido a dos o tres sesiones”, dijo Agüero, quien en 1983 había dejado el sector bancario y había comenzado una nueva carrera en la Iglesia, en ese entonces como director de Seminarios e Institutos en Argentina.
La primera casa del Señor en Argentina — el Templo de Buenos Aires, Argentina — se dedicó en 1986. Se encuentra a unas 1150 km al este de Mendoza en la dirección opuesta sobre la Ruta Nacional 7, en un viaje de más de 11 horas.
Un año después de la dedicación de ese templo, la joven familia Agüero, los padres y cuatro hijos en ese momento, se mudaron a Buenos Aires, y Carlos y Nilda Agüero fueron llamados a dirigir la Misión Argentina Buenos Aires Sur.
Permanecieron en Buenos Aires, ya que más tarde él fue director del Centro de Capacitación Misional de Argentina, que ya cerró, sirvió como Setenta de Área y consejero en la presidencia del Área Sudamérica Sur y luego dirigió la oficina de comunicaciones del área.
Mientras estuvo en Buenos Aires, Argentina, fue llamado como sellador en el templo de esa ciudad, y también sirvió como traductor para profetas y apóstoles en conferencias, reuniones y entrevistas realizadas en Argentina y países vecinos.
Los Agüero regresaron a Mendoza en 2019, cuatro años después de la dedicación en 2015 del Templo de Córdoba, Argentina, a unos 600 km al noreste de Mendoza. “Durante los últimos años, hemos estado viajando todos los meses a la provincia de Córdoba, al templo de Córdoba, aproximadamente ocho horas en auto”, dijo Nilda Agüero.
Y ahora, una casa de su Señor en su ciudad natal, está a solo minutos de su hogar en el centro de Mendoza.
El Templo de Mendoza, Argentina, servirá a los Santos de los Últimos Días que comprenden ocho estacas y dos distritos —más de 50 congregaciones— en la región conocida como Cuyo, compuesta por las provincias argentinas de Mendoza, San Juan y San Luis, en el centro-oeste del país.
“El sentimiento de gratitud de los santos de la región de Cuyo es indescriptible”, dijo Nilda Agüero. “Nos sentimos gozosos de tener la casa del Señor tan cerca y deseando asistir y trabajar allí con más frecuencia”.
Carlos Agüero habla de ver y admirar a sus nietos en Utah y Argentina recibiendo recomendaciones para el templo y yendo mensualmente a realizar bautismos por los muertos en las casas del Señor donde viven. “Ellos todavía siguen esa tradición, lo que ayuda a los niños a tener amor por el templo, la familia y nuestros antepasados y brinda una experiencia dulce y única para padres e hijos”.
Y Carlos y Nilda Agüero disfrutaron de una de esas experiencias “dulces y únicas” en un reciente regreso al Templo de Ogden, Utah. “Pude sellar a nuestra nieta Alaia a su nuevo esposo en el Templo de Ogden el pasado mes de mayo, siendo ella la hija de ese bebé de 5 meses que llevamos con nosotros en 1978 a los Estados Unidos para que se sellara a nosotros”.