El martes 21 de marzo, C. Shane Reese se sentó en el estrado del Marriott Center de BYU en Provo, Utah, rodeado de unos 19 000 estudiantes mientras se le anunciaba como el nuevo presidente de la Universidad Brigham Young.
De este modo, se une al “selecto grupo de personalidades” de elite que han dirigido la universidad — entre ellos, Dallin H. Oaks, Jeffrey R. Holland, Rex E. Lee, Merrill J. Bateman, Cecil O. Samuelson y Kevin J Worthen — me llena de humildad, dijo el presidente Reese. “Me siento completa y totalmente honrado. Pero, al mismo tiempo, me siento muy intimidado por formar parte de este club”.
¿Cómo fue que un muchacho de Albuquerque, Nuevo México; el primer estudiante universitario en su familia; y criado solamente por su madre, llegó a estar a la cabeza de la emblemática universidad de la Iglesia?
Durante una reciente entrevista con Church News, el presidente Reese — que será investido como el 14o presidente de BYU el martes 19 de septiembre — habló sobre las personas, experiencias y decisiones que le ayudaron a prepararse para esta nueva responsabilidad, y compartió sus pensamientos sobre la misión divina de BYU, la afiliación a la Conferencia de los 12 Grandes (Big 12 Conference), las actualizaciones del Código de honor y el futuro de BYU.

El camino del presidente Reese a BYU
Como adulto, el presidente Reese puede recordar su juventud y apreciar los desafíos a los que su madre debe haberse enfrentado. Sin embargo, desde la perspectiva de un niño, él experimentó lo que llama una “vida de cuento de hadas”.
Nació en Logan, Utah; unos meses después, él y su madre se trasladaron a Albuquerque, Nuevo México. Sus padres se divorciaron cuando él era muy pequeño y su madre “trabajó como una mula” para mantener a los dos sin tener un título universitario.
“Estoy seguro de que las cosas eran difíciles, tanto financieramente como en otros aspectos”, dijo el presidente Reese, “sin embargo, mi madre hizo un esfuerzo increíble para ayudarme a sentir que las cosas eran maravillosas”.
El presidente Reese admite que probablemente no fue el niño más fácil de criar. “Pero ella fue una madre amorosa, paciente y bondadosa que me apoyaba y animaba”.
A pesar de no haberse graduado de la universidad, su madre fue una firme defensora de que su hijo asistiera a la universidad, y actuó en consecuencia, tanto “en hechos, como en palabras y dólares”, señaló el presidente Reese. “No estoy seguro de que habría estado tan comprometido con la educación de no haber sido por su apoyo y aliento”.
A los 18 años, el presidente Reese se trasladó a Provo, Utah, para comenzar su primer año en BYU. Desafortunadamente, después de su primer día de clases, estaba listo para empacar y regresar a su casa. El campus parecía grande y abrumador.
Su madre habló con Clyde Worthen, amigo y antiguo obispo, quien invitó al entonces joven presidente Reese a que hablara con su hermano menor que, en aquel momento, era un profesor joven en la Facultad de Derecho de BYU.
El joven presidente Reese se presentó en la oficina de este profesor, quien escuchó con mucha paciencia todos sus problemas. “Simplemente pasó un rato conmigo y me aseguró que, si le daba una oportunidad a BYU, descubriría que me gustaba el lugar”, recuerda el presidente Reese.
Ese joven profesor era Kevin J Worthen, quien precediera al presidente Reese en la presidencia de BYU. Esa conversación no solo fue lo que dio inicio a una enriquecedora orientación y amistad entre ambos, sino que también fue el comienzo de la “extraordinaria experiencia” del presidente Reese en BYU.

Decisiones transformadoras
Otra decisión que transformó la juventud del presidente Reese fue servir una misión de tiempo completo. “Mi testimonio de la restauración del evangelio de Jesucristo creció de una manera como nunca lo habría hecho sin esta experiencia [misional]”, dijo el presidente Reese.
Mientras servía en la Misión Taiwan Taipei, aprendió que podía hacer cosas difíciles. “Fue intensa”, recuerda, refiriéndose a la vida como misionero, “pero el gozo que sentí al hacerlo me cambió la vida. Cada día me despertaba con la convicción de que ‘ese era un nuevo día, un día emocionante y que iba a enseñarle a la gente el evangelio de Jesucristo. ¿Podría haber algo mejor que esto?’”
No solo la misión fue esencial para su testimonio, sino que “no estoy seguro de que mi esposa se hubiera casado conmigo si yo no hubiese servido una misión”, dijo el presidente Reese.
Casarse con Wendy Wood al regresar a BYU fue “la mejor decisión que haya tomado en mi vida”, declaró.
Este año celebrarán su 30o aniversario de bodas. “Estoy agradecido por haberla conocido en el momento preciso. Ella cambió el curso de mi vida porque hay bondad en su alma”.

Ambos tienen tres hijos: Madi, Brittany and Bryon. Según el presidente Reese, su familia es su mayor apoyo y [principal] defensora.
Otra importante decisión en la vida del presidente Reese fue la elección de sus estudios.
Con cierto humor, el presidente Reese recordó que, en la época en la cual estaba considerando distintas universidades, el Departamento de Estadísticas de BYU enviaba cartas para captar como futuros estudiantes a quienes obtenían una buena puntuación en el examen ACT de matemáticas. Cuando él recibió una, su madre le dijo “No importa lo que hagas, pero no estudies estadística. Esa gente son los seres humanos más aburridos del planeta”.
Cuando ingresó al primer año, pensó que estudiaría ingeniería, pero después se cambió a administración de empresas. Uno de los requisitos era un curso de introducción a la estadística. Desde el punto de vista académico “fue amor a primera vista”, dijo el presidente Reese de su primera clase. “Una vez que fui a clase, quedé ‘enganchado’”.

No solamente obtuvo una licenciatura y una maestría en estadística de BYU, sino, además, un doctorado, también en estadística, de la Universidad Texas A&M.
“Ha sido algo que me ha apasionado. Me encanta que pueda ser de utilidad en una gran variedad de aplicaciones”, dijo.
Sus amigos a veces se divierten diciendo que él tiene un TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) intelectual, porque su formación es muy variada, bromeó el presidente Reese. A lo largo de los años, ha aplicado sus herramientas estadísticas y sus investigaciones en una diversidad de ámbitos, desde los deportes —como, el suministro de datos al Comité Olímpico de los Estados Unidos y al equipo de fútbol americano, los Philadelphia Eagles, de la NFL (National Football League)— hasta armas nucleares y químicas, pasando por los glaciares en lo alto de las montañas en Asia y la Antártida.
Su época en BYU
Al regresar a BYU, el presidente Reese continuó su progreso comenzando como profesor asistente en 2001, a continuación, fue profesor adjunto y después profesor titular de estadística. En 2017 aceptó la invitación para ser el decano de la Universidad de Ciencias Físicas y Matemáticas, antes de ocupar el cargo de vicepresidente académico en 2019.
Una de sus tareas como vicepresidente académico era presidir el Comité sobre raza, equidad e inclusión de BYU, cuando surgieron preocupaciones sobre que los estudiantes y profesores de color podrían no estar teniendo una experiencia positiva. Este comité, formado por el presidente Worthen, incluía una amplia variedad de personas, con opiniones diferentes, explicó el presidente Reese.

El participar en reuniones en las cuales todos pudieran escucharse, aunque no estuvieran necesariamente de acuerdo, fue algo increíblemente valioso, dijo. De esas reuniones surgió la Oficina de inclusión y la redacción de la Declaración de inclusión de la Universidad. Esta declaración se “enfoca, ante todo, en nuestra identidad común como hijos de Dios. Solo en un lugar como BYU, que se basa en el evangelio restaurado de Jesucristo, podemos marcar el camino con esa declaración”.
Desde el 1 de mayo, el presidente Reese asumió el cargo de presidente de la universidad. Desde entonces, la escuela ya ha experimentado cambios importantes, entre ellos el anuncio de la Iglesia de la actualización al Código de honor y las normas de vestimenta y apariencia personal, así como la incorporación de BYU a la Conferencia de los 12 Grandes (en inglés). Esta conferencia (Big 12 Conference, en inglés) es parte de la División I —de fútbol americano— de la asociación de deportes universitarios, NCAA.
Ambos cambios le causan un gran entusiasmo al presidente Reese.
El Código de honor no fue objeto de cambios sustanciales, explicó el presidente Reese, sin embargo, al seguir las pautas establecidas en la nueva guía “Para la Fortaleza de la Juventud” las normas de la universidad sobre la vestimenta y la apariencia personal ahora se basan en principios. “Antes, cuando hablábamos de normas, se parecía mucho a una lista de verificación”, señaló el presidente Rese. “Ahora, podemos tener conversaciones valiosas y basadas en principios con nuestros estudiantes”.
La era de los “12 Grandes” en BYU será una oportunidad para competir y crecer en un ámbito totalmente nuevo. “Me entusiasma [la idea] de competir en la cancha, en la piscina y en [otros] campo[s] de juego. Sin embargo, también me entusiasma mucho el escenario que esto nos brinda como universidad”.
Los estudiantes de BYU hacen brillar la luz del evangelio en todo lo que hacen, ya sea investigación, atletismo, danza o música, dijo. “Esto nos coloca en un escenario totalmente diferente [donde encontramos] gente nueva con la cual interactuar”.

Las expectativas del presidente Reese para BYU
Aunque el presidente Reese admite que “es el mayor fanático de BYU que puedan encontrar en el planeta” y que tiene ideas fascinantes para el futuro del deporte en la universidad, esto no comprende todas sus esperanzas para el futuro. “Mi esperanza para BYU es que, [cuando] los estudiantes crucen nuestras puertas vean su divino potencial”, dijo.
A medida que los estudiantes terminan sus estudios y dejan el campus, “[espero] que tengan un compromiso más firme de hacer y guardar los sagrados convenios, de asumir su identidad divina como hijos de padres celestiales que los aman”.
Los profetas, videntes y reveladores han predicho que la Universidad Brigham Young puede convertirse en el “Monte Everest de la educación”.
“Mi tarea es encontrar la forma de describir y que todos sientan, en lo más profundo de sus almas, lo mismo que yo siento sobre nuestro destino profético en BYU”, dijo el presidente Reese.
