PROVO, Utah — Hace muchos años, la presidenta general de las Mujeres Jóvenes, Emily Belle Freeman visitó una pequeña iglesia construida en un vertedero municipal en Tijuana, México.
Dentro de la iglesia, su grupo conoció a un hombre llamado Javier, quien en un inglés rudimentario le hizo una simple pregunta — “¿Está aquí para bendecir?”
La simple frase dejó grabada una profunda lección en el corazón de la presidenta Freeman, y continúa impactándola hasta el día de hoy, y la compartió con los nuevos líderes de misión en el Seminario para Nuevos Líderes de Misión 2024, celebrado en el Centro de Capacitación Misional de Provo el sábado 22 de junio.
“Es una frase que trato de recordar cada vez que participo [de algún modo] en la vida de alguien: ‘Estoy aquí para bendecir’, dijo ella.
La presidenta Freeman hizo referencia al capítulo 13 de “Predicad Mi Evangelio”, que destaca la importancia de unirse con los miembros para servir al Señor y hacer realidad Sus propósitos.
“¿Cómo pueden tener éxito en esto? ¿Cómo pueden ayudar a sus misioneros a tener éxito en esto?”, dijo. “[Todo] comienza por recordar la lección de Javier: ‘Estamos aquí para bendecir’”.
Las lecciones de Ammón
Una de las historias misionales favoritas de la presidenta Freeman se encuentra en los capítulos 17 y 18 de Alma, los cuales proporcionan ideas y lecciones relacionadas con amar, apoyar y fortalecer a los demás.
Aunque al principio lo ataron y después lo llevaron ante el rey, una serie de acontecimientos posteriores permitieron que Ammón llegara a conocer y amar al pueblo; que buscara maneras de apoyarlos, y usara sus dones y talentos para elevarlos y fortalecerlos.
“Él fomenta la confianza y crea verdaderas amistades, —y hace todo esto aun antes de comenzar a enseñar o predicar”, dijo.
Al igual que los líderes misionales y los misioneros, Ammón decidió “habitar entre [la] gente” y servir a las personas hasta que vio la oportunidad de “ganarse” sus corazones, para poder “llevarles a creer en [sus] palabras.
“Él quería que aumentaran su fe en Cristo, sin embargo, Ammón sabía que había que hacer un gran esfuerzo antes de que eso ocurriera”, expresó la presidenta Freeman, quien señaló que hay 38 versículos antes de que Ammón comience a predicarle al rey.
Gracias a su preparación, Ammón, es capaz de dar testimonio de Dios, invitar al Espíritu, abrir las escrituras y enseñarle al rey, que cree en sus palabras.
“Nosotros podemos hacer lo mismo”, dijo la presidenta Freeman. “Enseñen a sus misioneros lo importante que es fomentar la confianza. Esto sucederá tanto con palabras como con acciones”.
¿Cómo puedo ayudar?
Otro rasgo de Ammón queda reflejado en tres palabras que se utilizan repetidamente en el capítulo 13 de “Predicad Mi Evangelio” —¿Cómo podemos ayudar?”
“Estas tres palabras me recuerdan a Ammón porque esto es lo que él hizo”, expresó. “Él intervieve en la situación y pregunta, ‘¿Cómo puedo ayudar?’”
Una forma en que los misioneros pueden ayudar a establecer y edificar la Iglesia es visitando los hogares de los miembros y buscar oportunidades de fortalecer la fe en Jesucristo.
“Estas visitas serán más eficaces si entran en cada hogar con la intención de elevar e inspirar a cada una de las personas allí”, dijo la presidenta Freeman.
Volviendo al vertedero municipal en Tijuana, México, la presidenta Freeman contó la historia de un joven de 17 años que atravesaba dificultades y estaba inactivo, sin embargo, su fe se fortaleció cuando junto con otros ayudó a una joven madre soltera sumida en la pobreza.
“Él fue testigo de algo poderoso que fortaleció su testimonio de esta Iglesia y la gran obra que se lleva a cabo aquí”, dijo la presidenta Freeman, agregando que este joven sirvió una misión de tiempo completo en Atlanta, Georgia.
El ejemplo del Salvador
El Salvador constituye el modelo supremo de amar y elevar a los demás, dijo la presidenta Freeman antes de dar varios ejemplos de las escrituras.
“El Salvador fue un verdadero maestro a la hora de entrar a los hogares y enseñar allí. Él llegó a conocer y a amar a la gente. Encontró formas de apoyarlos, edificarlos y fortalecerlos; utilizó cada oportunidad para fortalecer su fe”, expresó.
“Tuvo en cuenta que la enseñanza en cada hogar era diferente. El Salvador sabía a quién estaba enseñando. Sabía sus nombres; sus necesidades; les habló las palabras que sabía que les ayudarían a progresar, a crecer y a convertirse en la persona que Él sabía que podían llegar a ser. La sanación tenía un propósito. Él estaba anhelosamente consagrado a Su misión”.
‘No se reserven nada’
Al final de su misión en Croacia, Caleb, el hijo de la presidenta Freeman preguntó si debía deshacerse de sus zapatos gastados. La presidenta Freeman le dijo que no, que ella quería verlos directamente. Hoy conserva en su oficina los zapatos de la misión de su hijo.
“Me recuerdan que debo utilizar y dedicar mi vida a la causa del Señor”, dijo. No quiero reservarme nada”.