El presidente Henry B. Eyring conoció a su amada esposa mientras servía como consejero de la presidencia del Distrito de Boston 1960.
Mientras representaba a la presidencia del distrito en un devocional para jóvenes adultos solteros en Rindge, New Hampshire, el presidente Eyring vio a Kathy Johnson por primera vez y pensó, “Esa es la mejor persona que he visto”.
Ambos se casaron el 27 de julio de 1962, en el Templo de Logan, Utah y son padres de cuatro hijos y dos hijas.
Durante su vida juntos, el presidente Eyring trabajó como profesor en la Universidad de Stanford, presidente del Ricks College, vicecomisionado y comisionado de educación de la Iglesia, antes de ser llamado al Obispado Presidente en 1985. Fue sostenido como mimbro del Cuórum de los Doce Apóstoles en 1995 y ha servicio como consejero de la Primera Presidencia desde 2007.
Al reflexionar sobre su gran variedad de profundas experiencias, el presidente Eyring señaló que todo lo bueno que llegó a su vida — incluso conocer a su esposa — ha sido el resultado de su esfuerzo por servir al Señor.
El segundo consejero de la Primera Presidencia, cumplirá 90 años el 31 de mayo. Durante una entrevista en honor a este acontecimiento, el presidente Eyring destinó tiempo para hablar con Church News sobre las lecciones que ha aprendido en los últimos 90 años, entre ellos, los casi 40 dedicados al servicio de tiempo completo en la Iglesia.
‘Sirve al Señor y todo saldrá bien’
Después de graduarse de la Universidad de Utah con un diploma en física, el presidente Eyring dejó su hogar por primera vez cuando la Fuerza Aérea lo envió a Albuquerque, Nuevo México.
Cuando se presentó en la Base Sandia, se le dio una asignación “terriblemente difícil”, recuerda el presidente Eyring, “muy por encima de mis capacidades. Pensé: ‘No creo que pueda hacer esto.’”
En seguida le llegó este sentimiento, “Bueno, sirve al Señor.” Poco después, lo llamaron como misionero de distrito. Todos los días batallaba con las exigencias de su asignación en la Fuerza Aérea y todas las noches salía a ocuparse de la obra misional. “Y todo salió bien”.
Algo parecido sucedió después de que lo aceptaran en la escuela de administración de empresas de Harvard. “Yo era un estudiante de física. No sabía nada sobre negocios”, dijo el presidente Eyring.
Pero unas semanas después de llegar a Boston, Massachusetts, lo llamaron para ser consejero de la presidencia del distrito. Mientras otros compañeros de clase estudiaban los fines de semana o por las noches, él conducía por Nueva Inglaterra para cumplir con las asignaciones de su llamamiento. Y, de alguna manera, “el Señor se encargó de ello”, recordó el presidente Eyring. No solo obtuvo su maestría en administración de empresas sino también un doctorado de la Universidad de Harvard.
Finalmente aceptó un puesto como profesor en la Universidad de Stanford. “Eso iba más allá de mis posibilidades”, dijo el presidente Eyring. Pero entonces fue llamado a servir como obispo del Barrio de Stanford.
“Cada vez que recibí un pequeño impulso para hacer algo que el Señor deseaba que hiciera, entonces Él parecía encargarse de todo lo que excedía mi capacidad”.
El presidente Eyring dijo que ha tenido esos sentimientos durante toda la vida. “Si las cosas son difíciles, averigua lo que el Señor quiere y ponte en línea con eso. El presidente [Gordon B.] Hinckley siempre solía decir: “’Hal, todo saldrá bien’, y era verdad”.
Después de su nombramiento como nuevo presidente del Ricks College, el presidente Eyring asistió a su primera reunión de la Junta de Educación de la Iglesia. El presidente Harold B. Lee le dijo, “Hermano Eyring, nos gustaría escuchar su discurso de aceptación”.
El presidente Eyring se puso de pie y dijo: “Yo no sé nada sobre el Ricks College. No sé nada acerca de cómo administrar una universidad. Pero sé esto: es la escuela del Señor; voy a descubrir dónde Él quiere ir, y me voy a alinear con eso, y no fallaré”.
El presidente Lee dijo, “Ese es el mejor discurso de aceptación que he escuchado”.
Esa fue la manera en que el presidente Lee dijo, “Tienes razón”, señaló el presidente Eyring. Si las personas pueden servir al Señor y alinearse con Su voluntad y decir: “Haré lo que Tú quieres que haga”, entonces no fallarán, dijo el presidente Eyring. Esto “ha sucedido en mi vida” una y otra vez.
Las lecciones de la hermana Eyring
La primera cita del presidente Eyring con su futura esposa fue para jugar al tenis. Pensó en lucir sus habilidades y así ganó el primer set. Cuando cambiaron de lado, él intentó decir algo gracioso o ingenioso, pero ella no levantó la vista. “Simplemente pasó a mi lado, se fue al otro extremo de la cancha y empezó a dar golpecitos con la raqueta”, recuerda.
Pensando que ella estaba enojada, se dijo a sí mismo, “Se pondrá peor”. En lugar de eso, “sencillamente, me hizo pedazos”.
Esa fue una de las primeras cosas que aprendió de ella: “Cuando las cosas se ponen difíciles, ella mejora”.
Poco después de casarse, los dos se mudaron a la casa de huéspedes que estaba en lo alto de una colina en la propiedad de los padres de ella en la costa de California. Según lo describe el presidente Eyring, “era lo más parecido al cielo que hayan visto alguna vez”.
Diez años después, el presidente Eyring recibió una llamada del élder Neal A. Maxwell, que en aquel entonces era el comisionado de educación de la Iglesia, pidiéndole que fuera el próximo presidente del Ricks College. La familia — que ya incluía tres niños — se trasladó de su idílica casa de la colina en la cálida y soleada California, a una casa móvil (mobile home o house trailer) de ancho normal cerca del campus en Rexburg, Idaho. El presidente Eyring recordó que la nieve entraba por debajo de la puerta y se esparcía por todo el piso de la casa.
Sin embargo, la hermana Eyring nunca se quejó. “Porque el Señor ya le había dijo: ‘Vive de tal manera que cuando llegue el llamado, puedas ir fácilmente’. Así que ella sabía que estaba en el camino del Señor, y que estaba bien”.
El año que pasaron en aquella casa móvil fue “uno de los momentos más dulces” para su familia, dijo el presidente Eyring, porque habían recibido la confirmación de que era allí donde el Señor quería que estuvieran.
Durante todo su matrimonio, dijo el presidente Eyring, tuvo la sensación de que la primera prioridad de su esposa era tratar de hacer la voluntad del Señor.
En los últimos años, la hermana Eyring ha experimentado serios problemas de salud. El presidente Eyring dijo que canta y ora con ella todas las mañanas y todas las noches. No lo hace solo porque sea algo bueno. “Es porque quiero estar allí”, dijo.
Aunque ella ya no puede hablar, a veces sonríe, como diciendo: “Seguimos juntos en esto”.
Servir junto a los profetas
Al trabajar y prestar servicio en todo el mundo, el presidente Eyring dice que, se ha dado cuenta de dos cosas. En primer lugar, la fe de del Santo de los Últimos Días promedio es asombrosa. En todas partes del mundo — en la pobreza, en tiempos de guerra, con trastornos de salud y otros tipos de problemas — “la fe y la bondad de los Santos de los Últimos Días es simplemente extraordinaria”.
En segundo lugar, los profetas de Dios verdaderamente reciben revelación. “El Señor está guiando a Su Iglesia y lo hace en cada detalle”, dijo el presidente Eyring. Siempre que vuelve de estar en presencia de uno de los profetas, piensa, “‘¡Oh! sucedió otra vez!’. Se puede ver que el Señor no les dice todo, pero sí lo suficiente; que está guiando a Su Iglesia a través de profetas vivientes.”
El presidente Eyring ha servido como consejero de la Primera Presidencia de tres Profetas: el presidente Gordon B. Hinckley, el presidente Thomas S. Monson y actualmente el presidente Russell M. Nelson. Cada uno de ellos [es y ha sido] especial, dijo. “Todos ellos recibieron revelación, todos ellos tenían amor, pero lo expresaban a su manera”.
El presidente Eyring habló del sentido del humor que tenía el presidente Hinckley; del cuidado y la preocupación del presidente Monson por las personas, y de lo que es servir con el presidente Nelson. Dijo del presidente Nelson, “Nunca conocí a nadie que fuera más bondadoso y más capaz de ver lo bueno en la gente”.
Al compartir tiempo con los profetas, el presidente Eyring dijo que nunca ha dudado de que fueran profetas de Dios. Su meta ha sido escuchar, incluso sus “palabras más sencillas”, con la idea de que “podría estar escuchando la voz del Señor”.
Además de aprender a escuchar, también ha aprendido a sentir el amor del Señor a través de ellos. “Los profetas tienen ese don”, dijo el presidente Eyring.
Cualquier persona justa puede recibir información del Señor a través del profeta.
Siempre hacia adelante
El presidente Eyring testificó que Dios es real. Él contesta las oraciones. “Él habla a través de sus profetas y del Espíritu Santo. Él está enviando mensajes continuamente. Les doy mi testimonio de que es verdad”.
“Jesucristo es el Hijo de Dios y resucitó. Él vive. Él los ama a ustedes y a mí”, dijo el presidente Eyring.
Mucha gente en el mundo piensa que no le importan a nadie, “Oh, sí que importan”, dijo. “Dios los conoce y los ama. Llora cuando no hacen lo correcto, porque sabe que no puede bendecirlos”.
Si hay algo de lo que el presidente Eyring se lamenta, es no haber reconocido las maravillosas bendiciones que el Señor le ha dado. “¿Realmente he apreciado lo suficiente el ser un hijo del Padre Celestial? ¿Soy lo suficientemente agradecido por la Expiación y el servicio del Señor Jesucristo? ¿Soy lo suficientemente agradecido por las veces que el Espíritu Santo me ha dicho qué hacer o cuál era la verdad? Sigo esforzándome en ello”.
Muchas veces, dijo el presidente Eyring, el Señor ha “salpicado” su vida con indicios o sentimientos sobre el futuro, así como con pequeñas indicaciones sobre personas o eventos.
Así que, en lugar de mirar a los 90 años que pasaron, “siempre estoy mirando hacia adelante”, dijo el presidente Eyring. “Hay algunas cosas que no he hecho [aún] y otras que me gustaría hacer”.