Hace un par de semanas, estuve en el campus de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, para realizar una entrevista para Church News. Mientras estaba allí, vi un cartel afuera de la sala de entrenamiento y acondicionamiento que utilizan algunos atletas de BYU.
El cartel contenía una cita del presidente de la Iglesia, Russell M. Nelson.

Decía: “El Señor ama el esfuerzo porque el esfuerzo brinda recompensas que no pueden recibirse sin él”.
Me pareció muy apropiada la colocación de la cita a la entrada de la sala donde los jugadores de fútbol americano y otros atletas se ejercitan para llegar a ser más grandes, más rápidos y más fuertes.
Sin embargo, mis pensamientos me llevaron a las raíces de esa cita, porque el presidente Nelson no les hablaba a los jóvenes adultos cuando la dijo originalmente. No se dirigía a ningún adulto; tampoco a los jovencitos. El presidente Nelson estaba contestando la pregunta de una niña.
Esta enseñanza se presentó en un video en el que aparecían el presidente Nelson y Joy D. Jones, (que era la presidenta general de la Primaria en aquel momento) hablándoles a los niños en la casa de la familia Smith en Palmyra, New York. La presidenta Jones incluyó este video como parte de su mensaje de la conferencia general de abril de 2020.
La pregunta que motivó la respuesta del presidente Nelson la hizo una niña llamada Pearl. Le preguntó al presidente Nelson si era difícil ser un profeta. Su respuesta fue, “Por supuesto”. Sin embargo, su contestación no se refirió exclusivamente a su función como Profeta y Presidente de la Iglesia. Aplicó su razonamiento a cada uno de los hijos del Padre Celestial.
“Todo lo relacionado con llegar a ser más como el Salvador es difícil”, dijo él.
Pearl le contó al presidente Nelson que estudiaba violín. Entonces, cuando él le preguntó que pasaba si no practicaba, ella simplemente respondió: “Te olvidas”.
Sin práctica, sin esfuerzo, el progreso se detiene. Lo aprendido puede olvidarse. Y, tanto el aprendizaje como el esfuerzo, no tienen fin.
“Se requiere esfuerzo, mucho trabajo arduo, mucho estudio y nunca se termina”, continuó el presidente Nelson. “Siempre estamos progresando. Incluso en la próxima vida hacemos progresos”.
Ese mensaje se compartió en la conferencia general justo al comienzo de la pandemia de COVID-19, la cual puso en pausa la vida de muchas personas en ese momento. Para una gran mayoría, ir a la iglesia, a la escuela, al trabajo, a citas médicas o incluso al supermercado se convirtió en una carga inesperada y en algunos casos, en algo imposible. Las sesiones de la conferencia se transmitieron en condiciones sin precedentes desde el Edificio de las Oficinas de la Iglesia, sin audiencia presencial de los miembros de la Iglesia en general.
Sin embargo, a pesar de que el movimiento estuvo restringido durante un tiempo, el crecimiento y el progreso no se detuvo.
Al recordar los cinco años transcurridos desde aquellas circunstancias tan inusuales para el mundo, encuentro múltiples ejemplos de crecimiento y progreso.
Mi familia, al igual que muchas otras, participó de la sagrada ordenanza del sacramento en nuestro hogar. Así, vi cómo mis hijos valoraban cada vez más esta ordenanza y su significado. El estudio de las escrituras y las lecciones de “Ven, sígueme” adquirieron más significado cuando los seis hablábamos sobre los mensajes que estudiábamos juntos.

Los desafíos de aquella época fueron más complicados de lo que, hasta entonces, considerábamos habitual. Pero las bendiciones que recibimos al hacer un esfuerzo más diligente fueron, quizá, más dulces de lo que estábamos acostumbrados.
El profeta Joseph Smith recibió respuestas a sus oraciones cuando era un joven “[mientras estaba] agobiado bajo el peso de las graves dificultades” (José Smith–Historia 1:11). Las bendiciones que resultaron de sus esfuerzos alcanzan a todos aquellos que reciben el evangelio restaurado que encuentran en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Más de una década después de esa experiencia, el Señor le enseño a José Smith que “No habrá lugar en la iglesia para el ocioso…” (Doctrina y Convenios 75:29).
En el Nuevo Testamento, el Salvador enseñó a Sus seguidores a esforzarse para multiplicar los talentos que habían recibido.
Pablo enseñó en su epístola a los Tesalonicenses a “trabajar con [sus] manos” (1 Tesalonicenses 4:11).
Y Nenfi, también “hi[zo] que [su] pueblo fuese industrioso y que trabajase con sus manos” (2 Nefi 5:17).
A medida que nos preparamos para la Segunda Venida del Salvador Jesucristo y buscamos superar los desafíos de la época actual, espero que recordemos las palabras del presidente Nelson y hagamos el esfuerzo necesario para recibir las bendiciones que no podríamos recibir de otra manera.
— Jon Ryan Jensen es el editor de Church News.