Me encanta el baloncesto. Me encanta desde que tengo uso de razón. Me encanta jugarlo, verlo y hasta he intentado (sin éxito) enseñarlo. Y, para muchos aficionados al baloncesto en los Estados Unidos, marzo es un mes de partidos espectaculares en el que las mejores universidades compiten por el campeonato nacional.
Los equipos practican juntos durante meses antes de que comience la temporada oficial; su rendimiento durante esta temporada los prepara para los campeonatos dentro de su liga. Su rendimiento durante estos campeonatos influye al momento de ser elegidos para competir en el campeonato nacional. Y, al más alto nivel, tanto en el baloncesto masculino como en el femenino, la mitad de los equipos elegidos para jugar en ese torneo regresarán a su casa después de haber jugado un solo partido.
Todo un año de práctica, capacitación, entrenamiento, preparación, planificación, estrategias de juego, visualización, y trabajo en equipo puede quedar en nada después de 40 minutos de juego en la cancha.
Ningún equipo quiere perder, sin embargo, siempre me impresiona cuando aquellos que no logran la victoria aún mantienen una actitud positiva a pesar del resultado. Me encanta escuchar las historias de los equipos que valoran hasta dónde llegaron y celebran su logro.
En la mortalidad, no estamos en este mismo tipo de campeonato. No se trata de competir para ver quién es el hijo favorito del Padre Celestial ni quién es el niño modelo. Al contrario, Él desea que nos amemos unos a otros —incluso a nuestros rivales y enemigos.
Como padres, mi esposa y yo tratamos de ayudar a nuestros hijos a prepararse para los adversarios espirituales que encontrarán cada día; y esperamos con impaciencia el momento cuando sabemos que los enviaremos a enfrentar con valentía los distintos desafíos que la vida les presentará.
Independientemente de todos los preparativos que hagamos juntos, el resultado de enfrentar los desafíos de la vida nunca está garantizado. Pero si nos esforzamos al máximo al enfrentar una situación en estos momentos, podremos aprender cómo enfrentar mejor otro desafío similar en el futuro.
En la parábola de los talentos del Salvador (véase Mateo 25:14-30), leemos que un hombre le dio a cada uno de sus tres siervos, cinco, dos y un talento, respectivamente, según las capacidades de cada uno. El hecho de que las escrituras digan que los siervos recibieron cierta cantidad con base a su capacidad, sugiere que ellos sabían cómo prepararse y cómo trabajar. Los dos primeros pusieron manos a la obra y duplicaron la cantidad que recibieron originalmente. El único trabajo que hizo el tercero fue cavar un hoyo para esconder el único talento que recibió.
Cuando llegó el día en que los siervos debían rendir cuentas, el resultado final no se basó en los totales brutos de talentos ganados. Los primeros dos siervos ganaron diferentes cantidades de talentos, pero recibieron el mismo elogio de su señor’
“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”, le dice a cada uno de los dos primeros.
Pero el tercero no tenía nada más que agregar a lo que le había entregado su señor, sino el único talento que se le había dado. Ni siquiera lo intentó. Cavó un hoyo, puso allí el talento y esperó a que el señor regresara para deshacerse de esto ya que, en primer lugar, temía perderlo.
Me pregunto ¿qué tipo de reacción esperaba el siervo de su señor cuando le devolviera el talento? ¿Esperaba algún tipo de elogio por no haber perdido lo que se le había dado? Eso no fue lo que ocurrió.
“Siervo malo y negligente”, esta no es la frase introductoria a ningún tipo de recompensa que yo quisiera recibir. Y, además, ¿que me quiten la poca confianza que me dieron y se la asignen a otro? Tampoco me gustaría que las cosas fueran así.
Sea cual sea mi posición en el campeonato, sea quien sea mi oponente en esta ronda o en la siguiente, sin importar cuántos talentos se les haya dado a los demás, debo hacer lo mejor con lo que se me ha dado.
El Padre Celestial nos ha bendecido con un Salvador, con el Espíritu Santo, profetas, apóstoles, escrituras, con el poder del sacerdocio y convenios. Hemos recibido este “fuerte equipo” de talentos.
Espero que todos podamos usar esos talentos para progresar y recibir una recompensa eterna de un Dios que promete “porque al que tiene, le será dado y tendrá más”.
— Jon Ryan Jensen es el editor de Church News.