El mensaje del élder Kevin R. Duncan a los estudiantes de la Universidad Brigham Young el martes 4 de febrero, fue simple —”Jesucristo es la respuesta”.
El élder Duncan, un Setenta Autoridad General, les habló no solo a los miles de estudiantes reunidos en el Marriott Center en el campus de Provo, Utah, sino también a otros miles más que se conectaron a través de internet para escuchar el devocional semanal del campus en el cual compartió su testimonio personal de que el poder y el amor del Salvador pueden superar cualquier desafío en este mundo.
“Mientras se preparan para los milagros que ciertamente vendrán y al mismo tiempo enfrentan desafíos que pondrán a prueba hasta lo más profundo de su ser, el poder de Jesucristo los sostendrá en la medida que se mantengan firmes en su confianza en Él”, dijo.
Para demostrarlo, el élder Duncan compartió lecciones que aprendió de experiencias “tanto dolorosas como emocionantes” de la época en que tenía una edad similar a la de muchos de sus oyentes. “Tengo la esperanza de inspirarles a confiar en Cristo más plenamente y ver Su mano [mientras transitan por esta vida]”, dijo.
Una tierna misericordia de un Padre amoroso
Poco después de su misión, el élder Duncan se casó con “una joven maravillosa” llamada Wendy. “Sentía que la vida irradiaba promesas y expectativas”, recordó.
Sin embargo, cuando su hijita tenía unos 7 meses, Wendy Duncan falleció en un accidente automovilístico. “El dolor [que experimenté] no se parecía a nada que hubiera sufrido antes”, relató el élder Duncan.
Algunos se preguntaban cómo podía encontrar fortaleza en Dios en vez de reprocharle por la injusticia. “Esa respuesta está en las tiernas misericordias del Señor”, dijo el élder Duncan, “esos momentos serenos y llenos de certeza, en los cuales Su mano me había preparado para lo que vendría”.
Días antes de la tragedia, el élder Duncan se había embarcado en un viaje relámpago de dos días para ayudar a un amigo muy cercano a mudarse a California. Este amigo estaba preocupado por la salud de su esposa que estaba embarazada y la del bebé que aún no había nacido.
A lo largo de los miles de kilómetros de carretera, el élder Duncan y su amigo hablaron sobre qué harían si sus esposas fallecieran, y cómo la fe en Jesucristo y la comprensión del plan de Dios podían darles fuerzas.
Él pensó que le estaba ofreciendo consuelo y una opinión a un amigo, sin embargo, días después, mientras estaba en el hospital y miraba el cuerpo sin vida de su esposa, se dio cuenta de que Dios —en Su infinita bondad y comprensión— lo había estado preparando. “Esa conversación con mi amigo no fue una coincidencia —fue una tierna misericordia de un Padre amoroso”, dijo el élder Duncan.
El Espíritu le susurró que la muerte, por más desgarradora que fuera, formaba parte de un plan mayor, un plan liderado por un amoroso Padre Celestial que estaba al tanto de su dolor y no lo dejaría solo en su tristeza.
La fortaleza de Cristo es suficiente
En medio de su dolor, el élder Duncan se matriculó en BYU, comenzó un trabajo de tiempo parcial enseñando en el CCM y asumió el cuidado de Aubrey, que aún era bebé, como padre soltero.
Durante la semana de exámenes finales, Aubrey (que ya tenía 1 año de edad) contrajo pulmonía. El verla tan pequeñita y frágil en la cama de hospital haciendo un gran esfuerzo por respirar, “me derrumbó de una forma que nunca imaginé posible”, recordó el élder Duncan.
En ese momento, todos sus esfuerzos por conciliar las tareas universitarias, el trabajo de tiempo parcial y la paternidad parecían insuficientes. “No lograba evitar sentirme culpable —ese sentimiento abrumador de que su enfermedad era mi culpa”.
Oré como nunca lo había hecho antes, dijo el élder Duncan. “A través de todo [lo sucedido], comencé a darme cuenta de algo profundo, que, a pesar de sentirme inseguro, no estaba solo”.
El personal médico y de enfermería, familiares y profesores, todos brindaron su atención y compasión. Aubrey se recuperó y pudo regresar a casa. “Esas semanas me enseñaron una lección que nunca olvidaré. La gracia de Cristo no exige perfección. Se trata de aprender a confiar y aferrarnos a Él cuando se llega al punto más bajo y permitir que Su fortaleza nos saque adelante. Yo no era el padre perfecto, pero no necesitaba serlo —la fortaleza de Cristo era suficiente para los dos. Milagrosamente Él había curado a Aubrey y, al mismo tiempo, me había rescatado a mí”, dijo el élder Duncan.
La respuesta es siempre la misma —Jesucristo
El élder Duncan dijo que encontró el valor para seguir adelante gracias a su fe en Jesucristo y en el plan de felicidad del Padre Celestial.
En una clase de biología, conoció a Nancy Smart, una rubia de figura menuda. Finalmente encontró el valor para preguntarle si quería unirse a su grupo de estudio.
“Creo que puedo decir, con certeza, que las cosas salieron bastante bien”, dijo el éIder Duncan, mencionando que su esposa, la hermana Nancy Duncan, le había acompañado al devocional del martes.
El élder Duncan dijo con toda seguridad, “Mis amigos, puede que sus desafíos no se parezcan a los míos, pero la respuesta es siempre la misma —la respuesta es Jesucristo. Cada desafío que enfrenten es una oportunidad para acercarse al Salvador y ver cómo obra milagros en la vida [de cada uno de ustedes]”.
