LAHAINA, Hawái — ¿Cómo es posible que Nathalie Smith tenga esa actitud tan positiva después de que su casa se incendiara; mientras ella y su familia viven en la habitación de un hotel; y sin saber cuándo volverán a tener su propia casa?
“El estar rodeados de amigos llenos de fe y tener fe nosotros mismos, nos ha ayudado a ser conscientes y a descubrir dónde podemos ver al Padre Celestial en las cosas que están sucediendo”, dijo.
Seis meses han pasado desde que los mortales y devastadores incendios asolaron la isla hawaiana de Maui el 8 de agosto de 2023, y que destruyeran casi toda la ciudad de Lahaina.
Recientemente se dio a conocer oficialmente la identidad de las 100 personas cuya muerte se confirmó, entre ellas, cinco miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Se construyeron cercas altas revestidas de tablas para impedir ver los vecindarios, mientras que las barricadas evitan que la gente conduzca por las calles. Los residentes deben obtener un permiso para poder ir al lugar donde vivieron una vez. Los que no son residentes no tienen que solicitarlo.
Casi 80 miembros de los barrios Lahaina 1 y Lahaina 2 perdieron sus hogares. Aunque la casa de los Smith y la mayoría de sus posesiones se quemaron, han sentido el amor de Dios en la medida que lo buscaron.
“Desbordamos de gratitud por el hecho de que otras personas estén dispuestas a ser las manos de Dios”, dijo Nathalie Smith.
Su madre le enseñó cuando era niña que siembre debía buscar lo bueno, empezando por el mismo aire que respira. Nathalie elige activamente la gratitud y la practica con su esposo Matt Smith y sus hijos Jacksen, de 12 años y Kai, de 7.
Cada noche antes de la oración familiar, los Smith hablan sobre algo por lo que puedan estar agradecidos a consecuencia del fuego.
Matt Smith dijo que su agradecimiento vino en distintos niveles. “Al principio estábamos agradecidos por estar vivos. Después nos sentimos agradecidos por la bondad de los extraños. Y más tarde fuimos a algo aún más profundo, entonces encontramos [otras] cosas por las que estábamos agradecidos”.
Sentados en los jardines del hotel, enumeraron algunas de esas bendiciones: Palabras amables y oraciones a su favor; gente dispuesta a escuchar; donaciones de amigos y desconocidos, tanto cercanos como lejanos, de artículos de primera necesidad, ropa y juguetes. Kai perdió sus juegos de Lego en el incendio. “Pero ahora tenemos muchos más”, dijo abriendo sus brazos.
Jacksen pensaba que su caja con recuerdos se había quemado en el incendio, pero sucedió que su padre la tenía en el auto ese día y estaba del otro lado de la isla. Gracias al incendio, Jacksen y Kai pueden ir a la misma escuela y están exentos de pagar la matrícula.
Los turistas han comenzado a regresar a la isla y ahora hay un Barrio solo para los visitantes que se reúne los domingos en un horario diferente al del Barrio Lahaina 1. Jacksen está agradecido por la oportunidad de poder administrar el sacramento en ambos horarios.
“La mayoría de las veces estamos muy agradecidos”, dijo Nathalie Smith, “aunque hoy ha sido difícil”. Acababa de llegar de una reunión, el viernes 9 de febrero, con funcionarios del gobierno en la que fue difícil obtener respuestas y plazos. Algunos calculan que podrían pasar años antes de que ocurra algo con las propiedades.
Ella dijo que ha aprendido a darle espacio al dolor y a la gratitud al mismo tiempo.
Matt Smith dijo que el mantenerse ocupado observando las necesidades y buscando ayudar le ha bendecido, ya sea escuchando a los otros o sirviendo de alguna manera. “¿Qué puedo hacer yo?” se ha preguntado.
‘El fuego estaba destinado a cambiar a la gente’
Mientras que algunos residentes dicen que revivir el día de los incendios es demasiado doloroso, otros encuentran un modo de sanar al compartir sus historias y escuchar las de los demás. Quieren comprender mejor lo ocurrido y encontrarle sentido.
Etina Hingano —miembro del Barrio Lahaina 2 (tongano) —tiene una familia, un barrio y una comunidad grandes y solidarios. Cuando la gente no pudo encontrarla después de los incendios, pensaron que había muerto.
Ella cree que podría haber muerto. Para escapar de la bola de fuego se subió al dique y cuando un auto explotó a causa del calor, ella cayó de espaldas en el agua.
“Sentí esta sensación de un amor perfecto y puro”, dijo, junto con una atracción que me empujaba hacia ella. Pero penó en sus hijos y oró en voz alta. Entonces apareció una cuerda y ella se agarró a ella.
En cada momento que oraba le decía a Dios, “Si me dejas vivir, te prometo que cambiaré mi vida”.
Desde su lugar en el agua, luchando contra la fuerte marea, Hingano vio cómo cambiaban los vientos y parecía que llevaban el fuego hacia el distrito histórico arrasando también su casa.
Como historiadora de la fundación Lahaina Restoration Foundation, sabe lo que Lahaina ha sido en el pasado y tiene mucha esperanza puesta en lo que la ciudad y sus habitantes pueden llegar a ser.
“El fuego estaba destinado a cambiar a la gente”, dijo.
Aunque Hingano tiene cicatrices en el cuerpo de las brasas, las cenizas y las piedras, ella cuenta todos los milagros de aquel día —y los que han ocurrido desde entonces.
Sigue siendo la misma, pero ahora se siente diferente. Es más paciente, está más centrada en la familia y es más propensa a buscar lo que otros necesitan en términos de ministración; además es más sensible a la inspiración del Espíritu.
“Veo la muerte desde una perspectiva totalmente diferente. Veo a la familia de un modo diferente. No le tengo miedo a la muerte; [pero] tengo temor de no estar preparada cuando llegue”.
Mientras observaba cómo jugaban los miembros de su familia en la playa, cerca del bungalow donde se alojan, habló de sus esfuerzos por encontrar una vivienda y un trabajo más permanentes y sobre cómo se ayudan y apoyan mutuamente. Su hermano pasó por allí, al igual que una sobrina y un sobrino. Sus dos nietos pequeños corrieron para que los levantara y después volvieron corriendo a jugar con su perro.
“Estoy agradecida de estar viva, pero también porque Dios me ha mostrado que soy amada”, dijo Hingano.
‘Tú importas’
Cuando Nathalie y Matt Smith finalmente pudieron volver a lo que quedó de su casa incendiada, había voluntarios de la organización religiosa Samaritan’s Purse para ayudarles a buscar entre las cenizas y ver si podían rescatar algo.
“Estábamos buscando entre las cosas, era un día caluroso, y ellos estaban allí trabajando, trabajando, trabajando”, recuerda Matt Smith. “Hablábamos del Salvador y de cómo pasó por todo para poder comprendernos completamente”.
Mientras hablaban, se dio cuenta de que el Salvador nunca comparaba las dificultades ni le restaba importancia al sufrimiento de nadie.
Nathalie Smith le quería decir a los voluntarios que dejaran de buscar ya que le parecía algo inútil. Pero escuchó la una indicación: “Tú lo vales, deja que te ayuden”. No obstante, se dirigió a los voluntarios y les dijo que podían dejar de buscar porque no se podía encontrar ni salvar nada.
Un voluntario se volvió hacia ella y le dijo: “Estamos aquí porque tú importas. No estamos aquí para encontrar tus cosas; estamos para demostrarte que importas”.
Eso provocó un cambio radical en ella.
Los ojos se le llenaron de lágrimas al darse cuenta que, “si la buscas, puedes ver la mano de Dios en todas partes. Así es como Él está aquí, a través de otras personas”.
Nathalie Smith reconoce que mucha gente pasa por pruebas todos los días, pero no tienen la notoriedad ni la atención que recibieron los incendios —ni tampoco la avalancha de apoyo.
“Dios es tan bueno. Somos tan bendecidos y nos cuidan tanto”, dijo ella.
Mirando a su esposa, Matt Smith agregó, “No estamos solos”.