Durante su servicio como presidente de la Universidad Brigham Young, el presidente Dallin H. Oaks se familiarizó con su extraordinaria colección de arte de Maynard Dixon.
Ahora primer consejero de la Primera Presidencia, el presidente Oaks dijo durante una reciente entrevista, que una pintura de la colección de BYU le habló directamente a su corazón.
Se titulaba el “Hombre olvidado”.
La pintura representa a un hombre con mala suerte, sentado en el borde de una acera, con los pies extendidos hacia la calle. Una multitud de personas caminan detrás de él, sin prestarle ninguna atención.
“Y sin embargo”, explicó el presidente Oaks, “ustedes ven el sol brillando sobre su cabeza. Su Padre Celestial sabe que él está allí. Él es olvidado por la multitud que pasa, pero en sus luchas, su Padre Celestial sabe que él está allí”.
Como presidente de BYU, él colgó el original en su oficina. Años más tarde, cuando dejó BYU y aceptó un puesto en la Corte Suprema de Utah, la universidad pidió a un estudiante de postgrado que creara una copia al óleo sobre lienzo. Esta se le presentó como un regalo y aún cuelga en su oficina en el Edificio de Administración de la Iglesia.
“He estado con esa pintura durante casi 40 años y me habla y me recuerda de las cosas que necesito recordar”, dijo el presidente Oaks.
La pintura también habla a mi corazón. ¿Cuántas veces al día pasa cada uno de nosotros junto a un “hombre olvidado”? ¿Con qué frecuencia los hijos de Dios pasan desapercibidos
Tuve la oportunidad de observar al presidente Oaks este verano en Roma, Italia, donde ofreció un discurso de apertura en la Cumbre de Libertad Religiosa de Notre Dame.
No había mucho que pareciera pasar desapercibido para él.
Además de hablar él mismo, se tomó el tiempo para escuchar a otros presentadores.
También pasó tiempo antes y después de esas sesiones entablando conversaciones con los participantes. Y cuando se le pidió que ofreciera una bendición sobre la comida durante un almuerzo, incluyó partes del Padrenuestro en su hermosa petición celestial — un reconocimiento dulce y poderoso de la organización patrocinadora y sus muchos miembros en el salón.
Para mí, la oración reflejó la constante percepción del presidente Oaks por quienes lo rodean, sus esfuerzos diarios para asegurarse de que nadie sea “olvidado” en su camino.
El presidente Oaks estaba en Roma para hablar sobre la libertad religiosa. Sin embargo, me conmovió que durante una entrevista él hablara no solo de la libertad religiosa para las personas de fe, sino también para las personas sin una fe religiosa.
“La única manera de avanzar en la libertad religiosa en todo el mundo es que las personas que disfrutan de la libertad religiosa piensen en las circunstancias de las personas que no son religiosas, que no son creyentes, quienes todavía no han visto la importancia o no pueden disfrutar de la libertad religiosa en el país donde viven”, dijo él. “Tenemos que pensar en la libertad religiosa para todos los hijos de Dios. Y si no lo hacemos, no estamos a la altura de lo que nuestro divino Padre Celestial espera que hagamos”.
Su sentimiento era claro. No es suficiente que unos pocos elegidos se conecten con la divinidad. En un mundo donde a algunos se les niega la libertad religiosa, todos deben poder sentir, como en la pintura del “Hombre olvidado” — la luz del Señor.
El presidente Oaks volvió a hacer hincapié en ello durante su discurso de apertura.
Desde Roma, en lo que llamó “la gran cuna de la fe cristiana”, él no se limitó a promover una causa singular. Él hizo un llamado a “un esfuerzo global para defender y promover la libertad religiosa de todos los hijos de Dios en todas las naciones del mundo”.
Su discurso fue un llamado a la unidad y cooperación hacia el objetivo común de la libertad religiosa para todos.
Se dio en defensa de cada uno de nosotros, y de cada hombre olvidado.