Una de mis asignaciones es proporcionar instrucción a los líderes de los Hombres Jóvenes de estaca que han sido llamados recientemente. La mayor parte de esta se hace a través de Zoom a miembros en Brasil. Después de una larga y detallada presentación en PowerPoint sobre el programa para los jóvenes, finalizo cada sesión con la siguiente historia personal:
Hace años, cuando yo era un obispo, la presidenta de las Mujeres Jóvenes de mi barrio me dio una gran lección. Esta dedicada y devota hermana era una exitosa ejecutiva de negocios que viajaba mucho. Yo sabía que estaba muy ocupada y también sabía que este llamamiento sería un desafío para ella; sin embargo, realmente sentí que el Señor la quería involucrada en la vida de las mujeres jóvenes, así que le extendí el llamamiento.
Mi hija mayor estaba en el programa de las Mujeres Jóvenes en aquel entonces, así que sentí con gran intensidad que algunas cosas debían hacerse mejor de lo que se habían hecho antes. Hice varias sugerencias específicas sobre cosas que quería que la nueva presidenta de las Mujeres Jóvenes hiciera durante su llamamiento. Ella escuchó pacientemente y después respondió: “Obispo, esas son cosas buenas para hacer, y haré todo lo que pueda por ponerlas en práctica. Sin embargo, creo que lo más importante que puedo hacer es amar a [estas] jóvenes”.
En los años que siguieron, se pusieron en práctica algunas de mis sugerencias, pero otras no. Pero, cuatro años después me di cuenta realmente de cuánta razón ella había tenido. Mi hija se estaba preparando para sellarse con su prometido en el templo; ambas familias son numerosas y la sala de sellamientos era pequeña. Una vez que completamos la lista de las personas que debían asistir, mi hija solo podía invitar a una persona más, entonces invitó a su antigua presidenta de la Mujeres Jóvenes, Karla Coonradt. Le pregunté por qué, de entre todas sus amigas y antiguas líderes, había elegido a la hermana Coonradt.
“Porque siempre me sentí segura con ella”, dijo mi hija. “Sabía que me amaba”.
Después de compartir esta experiencia al finalizar mi instrucción, siempre les pregunto a los asistentes qué aprendieron durante sesión. Ellos hacen una lista de los temas que se cubrieron y después, invariablemente, uno de los hermanos dirá, “Esas son buenas cosas que se pueden hacer, pero creo que lo más importante que puedo hacer es encontrar el modo de amar a estos jóvenes”.
Cuando alguien dice eso, sé que aprendió la cosa más importante. Al esforzarnos por amar a los jóvenes uno por uno y al demostrarles ese amor con nuestras palabras y obras, estamos en verdad siguiendo el ejemplo del Salvador”. Sí, resulta que, después de todo, la hermana Coonradt y los Beatles tenían razón” “El amor es todo lo que necesitas”.
— El hermano Paul M. Harman es miembro del Consejo Asesor General de los Hombres Jóvenes.
