Algunos Santos de los Últimos Días tienen antepasados pioneros que se remontan a casi 200 años. Otros miembros de la Iglesia son ellos mismos los pioneros en sus familias. En las semanas que rodean el Día de los Pioneros el 24 de julio, la celebración anual de la primera compañía de carretas de mano que ingresó al Valle del Lago Salado, los miembros del equipo de Church News compartirán historias de pioneros en sus familias, algunos del siglo XIX y otros del siglo XX. Esta es la catorceava de la serie.
Tengo la suerte de haberme casado en una familia de pioneros vivientes. Mis suegros, Kevin y Susan Walton, se han abierto camino seguiendo la verdad y a Dios, dejando un ejemplo de fidelidad para que yo y mi posteridad lo sigamos.
A los 20 años, Kevin “estaba en una trayectoria bastante mala”, me dijo. Su vida familiar y su estilo de vida eran bastante tumultuosos.
Su hermana acababa de regresar a California después de vivir con unos primos en Colorado y unirse a la Iglesia. Ella asistía a reuniones en un “centro de estaca” en donde solo servían ponche, lo que a él lo confundía. Para responder a esta pregunta y otras, su hermana le presentó a los misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
A medida que los misioneros le enseñaron acerca de la Iglesia, lo ayudaron a aprender a reconocer al Espíritu Santo y lo invitaron a aceptar el desafío de Moroni.
Eso fue lo que él hizo. La respuesta que recibió “fue innegable para mí, de una manera que solo podía llegar a través del Padre Celestial”, dijo.
“Estaba en una situación realmente incómoda. No quería unirme a la Iglesia, pero sabía que era verdad”. Ahora sabiendo lo que Dios quería que él hiciera, se bautizó.
Mirando hacia atrás décadas después, notó que muchas de las personas que conoció antes de unirse a la Iglesia “están muertas o en prisión”. El Evangelio “básicamente me salvó la vida”, dijo.
Kevin se casó con Susan Steck, quien creció en un “ambiente bueno y saludable” en Colorado y se mudó a California con su familia a los 14 años.
Algunos años después de su matrimonio, Kevin y Susan renovaron las amistades que él había establecido con miembros poco después de su bautismo. Estos amigos comenzaron a hablarle a Susan acerca de la Iglesia.
“Entrábamos en algunas conversaciones bastante profundas”, dijo. “Y cuando nos dábamos cuenta ya eran las 3 de la mañana y estábamos hablando del Libro de Mormón”.
Los misioneros que enseñaron a Susan también la invitaron a orar acerca del Libro de Mormón. Recibió una fuerte impresión de la veracidad de la Iglesia y fue bautizada.
“Una vez que me convertí en miembro de la Iglesia, fue como si eso fuera lo que faltaba en mi vida. Eso es lo que necesitaba y eso me completó”, dijo.