A lo largo de su vida, la hermana Tamara (Tammy) W. Runia ha recibido diversos llamamientos en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días — maestra de la clase de escrituras de estaca, consejera de la presidencia de la Sociedad de Socorro de estaca, líder de la Misión Australia Sídney — sin embargo, la mayor parte de su servicio lo ha dedicado a las mujeres jóvenes.
“Me han encantado todos los llamamientos en los cuales he servido… pero tengo que decir que me siento ‘como en casa’ con las Mujeres Jóvenes”, dijo. “Espero poder dale a cada una de ellas un gran abrazo”.
La hermana Runia, sostenida el 1 de abril como la primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes y que comenzará su servicio el 1 de agosto, dijo que ha participado de los campamentos de las Mujeres Jóvenes más de 20 veces. Un año le pidieron que asistiera en calidad de “animadora del campamento”.
Ella quiere que todas las jovencitas sepan lo mucho que las ama su Padre Celestial. Ese amor es “inmenso como el cielo y profundo como el océano”, dijo, señalando que Él “desea que todas regresen a casa”.
El sentir esa conexión les cambiará la vida, añadió, “porque así sucedió conmigo”.
La hermana Runia nació el 2 de marzo de 1961, en Concord, California, hija de Vincent Alma Wood y Gail Hilton Wood. Creció en Walnut Creek, California, “justo en el medio” de siete hijos. Mencionó que sus “cuatro hermanas y sus dos hermanos son los mejores hermanos y amigos que uno pueda pedir”.
Sus padres eran personas de gran fe y servicio, dijo la hermana Runia, y fueron un modelo de los atributos cristianos tanto adentro como afuera de su casa. De ellos, aprendió a amar.
La hermana Runia cursaba el primer año de periodismo en la Universidad Brigham Young cuando conoció a su esposo, R. Scott Runia, un estudiante del último año de BYU. El provenía de una familia holandesa y también era jugador de baloncesto en BYU. En su primera cita, él la invitó a uno de los partidos.
El hermano Runia dijo que le atrajo la fortaleza, la espiritualidad y la personalidad amistosa de ella. “[Me] enamoré rápidamente. … Yo siempre dije que me casaría con alguien que me llevara directamente al cielo. Y lo hice”.
Durante su noviazgo, el hermano Runia dejó los Estados Unidos para irse a Holanda a jugar baloncesto profesional. En medio de la temporada, la hermana Runia viajó a Holanda y se comprometieron en un molino de viento convertido en restaurante. Después de su matrimonio, que se llevó a cabo en el 23 de mayo de 1981 en el Templo de Oakland, California, vivieron su primer año de casados en Holanda.
“Fue una delicia… estar sumergida en esa cultura y llegar a conocer mejor a la gente”, dijo la hermana Runia refiriéndose a aquella época.
El hermano y la hermana Runia regresaron a Utah y se quedaron en Provo, donde criaron a sus siete hijos: Ryan, Dane, Carly, Tanner, Nolan, Pater y Berkeley. También tienen 16 nietos.
“Mi esposo, nuestros hijos y sus familias lo son todo. Y nos encanta estar juntos”, dijo la hermana Runia. El tiempo en familia de los Runia “puede ser cualquier cosa”, desde cocinar una gran comida y después limpiar, hasta un partido de pelota atada (tetherball en el patio trasero, o hacer esquí acuático en el lago Powell en la frontera entre Utah y Arizona
Las tres hebras trenzadas
La vida de la hermana Runia no ha estado exenta de desafíos, sin embargo, estos han dado como resultado un gran aprendizaje. Recientemente, en 2018, el hermano Runia servía como Setenta de Área cuando fue llamado, junto a su esposa, a servir como líderes de la Misión Australia Sídney.
La Misión Australia Sídney Norte y la Misión Australia Sídney Sur acababan de unificarse, dejando a cargo de los Runia más de 300 misioneros. Apenas tres semanas después de su llegada, uno de los misioneros — el élder Gavin Zimmerman, de 19 años, originario de West Haven, Utah — falleció en una caída accidental (en inglés).
Unos meses después, a la hermana Runia se le perforó el apéndice y tuvo complicaciones adicionales después de la operación. A otros seis misioneros también se les perforó el apéndice ese año.
En diciembre de 2018, los dos hijos del hermano y la hermana Runia que tenían edad para asistir a la escuela secundaria, regresaron a los Estados Unidos para completar sus estudios, lo cual fue una decisión muy difícil para toda la familia.
Después, en marzo de 2019, un nieto de los Runia nació prematuramente y la madre de la hermana Runia falleció unas semanas después. Más tarde, hubo devastadores incendios forestales en Austalia, y la COVID-19 hizo que se enviaran 250 misioneros de regreso a su casa.
“Fue una época muy dura y tierna [al mismo tiempo], y me encontré de rodillas más veces de lo que creo haber estado nunca”, dijo la hermana Runia.
Sin embargo, esas experiencias difíciles no son lo que la hermana Runia se llevó de su misión. Mas bien, ella atesora la relación que cultivó con sus misioneros y con la gente de Australia, con muchos de los cuales ella y su esposo continúan hablando a menudo.
La hermana Runia dijo que el amor que sentía por sus misioneros era superior a ella misma, como si el amor de Dios se trasmitiera a través de ella. Fue algo inmediato — en cuanto un misionero o una misionera bajaba del avión, ella sentía un torrente constante de amor por él o ella, dijo.
“Algunas veces me he esforzado por sentir el amor de Dios así que, para mí, la lección fue: ‘Si Dios siente esto por los misioneros, entonces debe sentir lo mismo por mí’”, dijo. “Fue un regalo muy hermoso”.
Añadió que el evangelio no es un paraguas que impide que las cosas malas lluevan sobre una persona. Por el contrario, “es la base sobre la cual nos apoyamos mientras llueve, cuando algo nos cae encima. No es un medio para prevenir el dolor, sino un recurso en caso de que el dolor ocurra”.
El evangelio es lo que ayudó al hermano y la hermana Runia a sobrellevar la muerte repentina de su hijo mayor, Ryan, quien falleció en 2013 a los 31 años de edad a consecuencia de una cardiomiopatía hipertrófica sin detectar, dejando a su esposa y cuatro hijos.
“Esta pena y esta pérdida nos siguen afectando”, dijo la hermana Runia. “Lo extrañamos mucho. Sin embargo, su muerte ha cimentado nuestra familia y nuestra fe”.
Más tarde, esa experiencia les permitió sentir una profunda empatía por los padres del élder Zimmerman y la situación por la que estaban pasando.
“Fue algo muy tierno llamar y hablar con los padres [del élder Zimmerman]”, dijo la hermana Runia. “[Es algo que] nunca va a ser fácil… pero [lo intentamos] al simplemente estar con ellos y sentir un poco del dolor que estaban experimentando”.
El evangelio también ayudó a los Runia a mostrarle amor y apoyo a un hijo que se definió como gay cuando estaba en la secundaria.
“Ayudarle a hacer frente a esto … fue realmente una gran experiencia de aprendizaje”, dijo la hermana Runia. “Saben que, cuando Cristo terminó de lavarles los pies a sus apóstoles durante la Última Cena, les enseñó: ‘En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros’. Así que, si Cristo discierne a Sus discípulos en función del amor que sienten, entonces las familias deben ser el salón de clases donde pongamos en práctica ese amor”.
En el último video que el Presidente y la hermana Runia hicieron para sus misioneros antes de dejar Australia, ella les dijo que vivir el evangelio puede ser como trenzar tres hebras juntas.
La primera hebra es la fe, centrada en Jesucristo y no en los resultados. La segunda es la esperanza, la seguridad revelada de que todas las cosas obrarán conjuntamente para nuestro bien (Doctrina y Convenios 98:3). Y la tercera es el gozo, el cual la hermana Runia dice que puede sentir incluso en medio de las dificultades. Gracias a la fe y la esperanza, puede tener buen ánimo en su corazón.
“Realmente creo que hemos venido [a la tierra] para adquirir experiencia”, dijo ella. “Y al final de todo esto, creo que una de las cosas más hermosas será que miraremos hacia atrás, a todo lo que ha sucedido en esta vida, no a través de una lente de dolor … [sino] a través de una lente de crecimiento y gratitud”.
También intentó enseñarle a cada uno de sus misioneros que cada alma que conocen es tan valiosa como la de ellos — desde la de su compañero hasta la de la persona con la cual se cruzan en la calle y hasta la de los rivales en un partido de baloncesto del barrio.
Saber el valor del alma de otra persona “influye en casi todas las decisiones que tomen. … Cualquiera sea la situación, lo que importa es lo que ocurre entre las personas”.
Compartir el amor de Dios
La misión no fue el único lugar donde la hermana Runia adquirió una valiosa experiencia. Además de otros llamamientos en la Iglesia, sirvió como presidenta de las Mujeres Jóvenes de estaca.
También participó durante 20 años en el directorio de la organización Food & Care Coalition (en inglés) en Provo, a la que se incorporó después del fallecimiento de su padre, cuando ella tenía 30 años.
La hermana Runia dijo que en aquel momento estaba en el templo buscando consuelo cuando recibió la clara impresión de que no estaba haciendo lo suficiente por los demás.
Aunque esa impresión le resultó un poco frustrante al principio, pues su vida ya estaba llena de muchas cosas buenas, recuerda que oyó sobre una mujer que entregaba pequeñas cajas a los restaurantes para recolectar donaciones para las personas que sufrían por la falta de un hogar.
“Simplemente, no podía dejar de pensar: ‘Alguien debería hacer eso aquí’”, dijo la hermana Runia.
Al día siguiente fue hasta el local de Food & Care Coalition y se presentó. Pusieron manos a la obra y, al poco tiempo, varios restaurantes locales habían aceptado colocar cajas con donativos. “Fue una experiencia maravillosa”.
Dijo que, durante los 20 años de servicio en esta organización, aprendió que no todos tienen las mismas oportunidades en la vida.
“Nuestros hermanos y hermanas … merecen sentir el amor de Dios a través de nosotros, si es posible”, dijo.
Ahora, mientras se prepara para servir a las jovencitas de todo el mundo, la hermana Runia espera que estas mujeres jóvenes recuerden que el Padre Celestial y Jesucristo las ven, las conocen y las aman.
También tienen mecanismos internos que las guían de regreso a su hogar. Mientras servía en Australia, la hermana Runia dijo que estaba fascinada por las ballenas que, en su ruta migratoria, pasaban por Sídney y que sabían hacia dónde ir para encontrar aguas más cálidas, y después por dónde y cómo regresar.
“Recuerdo que le decía a Scott: ‘¿Cómo saben cuál es el camino de regreso? ¿Cuál es ese mecanismo interno?’”, dijo la hermana Runia. “Siento que cada uno de nosotros tiene [algo como] un dispositivo interno, un núcleo … que nos lleva de regreso a nuestros padres celestiales”.
La hermana Runia dijo que hay muchos principios importantes en el evangelio para enseñarles a las jovencitas, pero, antes que nada, tienen que conectarse con su Salvador, que las espera con los brazos abiertos.
“Si podemos ayudar a esta nueva generación a aprender que Él nunca [las] abandonará, incluso cuando caigan, entonces, eso será lo que las mantendrá unidas”, dijo. Y eso es lo que hacen los convenios”.
Acerca de la hermana Runia
Familia: Nació en Concord, California, el 2 de marzo de 1961, y creció en Walnut Creek, California. Hija de Vincent Alma Wood y Gail Hilton Wood. Se casó con R. Scott Runia el 23 de mayo de 1981, en el Templo de Oakland, California; son padres de siete hijos y tienen 16 nietos.
Educación: Estudió periodismo en la Universidad Brigham Young.
Servicio Cívico: Participó durante 20 años en la organización Food & Care Coalition en Provo, Utah, y también durante 20 años en el directorio del departamento Provo City Parks and Recreation.
Servicio en la Iglesia: Fue líder de la Misión Australia Sídney, presidenta de las Mujeres Jóvenes de estaca, consejera de la presidencia de la Sociedad de Socorro de estaca, maestra de la clase de escrituras de estaca y más recientemente, directora de música de la Primaria y maestra de preparación misional.