Al dirigirse a una audiencia mundial de jóvenes adultos Santos de los Últimos Días el domingo, 11 de septiembre, el élder Dale G. Renlund hizo una simple invitación: Aprendan y comprendan la historia de la Iglesia y aprendan del ejemplo de sus miembros leyendo “Santos: Valerosa, noble e independiente”.
“Nuestra historia es inspiradora”, dijo el élder Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles. “Esta historia es nuestra herencia compartida, ya sea que descendamos de los primeros pioneros, de los pioneros posteriores, o si somos pioneros en la fe”.
El apóstol se unió a su esposa, la hermana Ruth Renlund, para hablar a unos miles de jóvenes adultos reunidos en el histórico Tabernáculo de Salt Lake, pero su mensaje fue transmitido a cientos de miles más en línea el domingo.
Los dos enfocaron su discurso en las experiencias registradas en el tercer tomo de la serie “Santos”, que se publicó a principios de este año.
“Esta historia narrativa incluye historias de fieles Santos de los Últimos Días del pasado. Nos da ejemplos de la vida real de personas que amaron el evangelio de Jesucristo, hicieron convenios y avanzaron por la senda de los convenios para llegar a conocer a nuestro Salvador, Jesucristo”, dijo el élder Renlund.
La hermana Renlund explicó que este tomo de “Santos” relata la historia de la Iglesia entre la dedicación del Templo de Salt Lake en 1893 y la dedicación del Templo de Berna, Suiza, en 1955.
“Durante este tiempo, la revelación continua se manifiesta en la Iglesia por medio de los profetas del Señor y de los miembros individualmente. El tomo III de ‘Santos’ nos ayuda a comprender nuestra propia historia, las personas que la vivieron y a nuestro Salvador”, dijo él.
La redención de los muertos
El élder Renlund compartió una cita del presidente Russell M. Nelson, quien ha enseñado que la Restauración “es un proceso, no un evento, y continuará hasta que el Señor regrese”.
Un ejemplo de la “Restauración continua de la Iglesia”, dijo el élder Renlund, incluiría una experiencia del presidente de la Iglesia, Joseph F. Smith.
En 1918, la muerte parecía rodear al anciano líder de la Iglesia. Su hijo mayor, Hyrum, murió repentinamente debido a la ruptura del apéndice. La viuda de Hyrum, Ida, murió de insuficiencia cardíaca poco después. La Primera Guerra Mundial estaba dejando muchos muertos, y una cepa mortal de influenza estaba matando a personas en todo el mundo. Además, el presidente Smith tenía mala salud y estaba postrado en cama.
“Es justo decir que la muerte estaba en la mente del profeta”, dijo el élder Renlund.
El 3 de octubre de 1918, el presidente Smith se sentó en su habitación de Beehive House [La Casa de la colmena], abrió 1 Pedro y leyó sobre la predicación del Salvador a los espíritus en el mundo de los espíritus.
“El Espíritu descendió sobre [el presidente Smith], abriendo [los] ojos de [su] entendimiento”, relató la hermana Renlund.
El presidente Smith entendió que el Salvador organizó los espíritus justos para llevar el evangelio a los que estaban en tinieblas. “De esta manera, todas las personas que murieron en transgresión o sin el conocimiento de la verdad podrían aprender acerca de la fe en Dios, el arrepentimiento, el bautismo vicario para la remisión de los pecados, el don del Espíritu Santo y todos los demás principios esenciales del evangelio”, dijo ella.
A la mañana siguiente, el presidente Smith asistió a la conferencia general a pesar de su mala salud y se paró inestable en el púlpito. Le faltaron fuerzas para hablar de su visión, pero aludió a ella. Después de la conferencia general, él dictó la revelación a su hijo Joseph Fielding Smith. Fue respaldada por la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles y canonizada como la sección 138 de Doctrina y Convenios.
“Ahora entendemos que Dios se preocupa por los que están al otro lado del velo de la mortalidad. Él se preocupa por su redención. Los ‘muertos’ no están realmente muertos. La Restauración en curso nos trajo este entendimiento y brinda consuelo y clarificación sobre el mundo venidero”, dijo la hermana Renlund.
Familias selladas unas a otras
El élder Renlund observó que la revelación a menudo llega debido a una necesidad específica. Como ejemplo, habló de la conferencia general de abril de 1894 — 50 años después de que Elías el Profeta restauró la autoridad para sellar en el Templo de Kirtland — donde el presidente de la Iglesia, Wilford Woodruff, anunció la necesidad de sellar a los niños a sus padres y “ellos a sus padres tan atrás como posiblemente podamos obtener los registros”.
“Desde los años de Nauvoo, los miembros habían estado haciendo bautismos por los muertos para familiares fallecidos. Pero aún no se había revelado la importancia de estar sellados a los propios antepasados”, explicó la hermana Renlund.
El domingo de la conferencia de 1894, el presidente Woodruff explicó: “Queremos que los Santos de los Últimos Días sigan a partir de este momento sus genealogías hasta donde puedan, y que sean sellados a sus padres y madres. … Hagan que los niños se sellen a sus padres, y corran su cadena genealógica hasta donde pueda”.
El profeta instó entonces a los santos a buscar a sus parientes muertos.
“Esta revelación proporcionó la razón para que los miembros regresaran con frecuencia al templo para realizar ordenaciones vicarias por sus antepasados fallecidos”, señaló la hermana Renlund. “Las familias comenzaron cuidadosamente a llevar registros de sus ordenanzas y el trabajo que habían hecho para completarlas”.
Esta revelación también tuvo un impacto directo en la familia del élder Renlund, en la lejana isla de Larsmo, frente a la costa de Finlandia, dijo él. Sus abuelos paternos, Lena Sofia y Matts Leander Renlund, se enteraron del evangelio restaurado y fueron bautizados en 1912.
En 1917, Leander murió de tuberculosis, dejando a Lena Sofia viuda y embarazada de su décimo hijo, el padre del élder Renlund. La enfermedad continuó llevándose miembros de la familia y finalmente enterró a siete de sus 10 hijos.
El élder Renlund señaló que, durante casi dos décadas, ella no tuvo un buen descanso nocturno mientras trabajaba para juntar alimentos durante el día y cuidaba a familiares moribundos por la noche. “Es difícil imaginar cómo Lena Sofia se las arreglaba”.
El élder Renlund conoció a su abuela cuando él tenía 11 años y ella 87. Aunque estaba encorvada y se había deteriorado por toda una vida de trabajo duro, ella señaló a una foto de Leander y dijo en sueco: “Det här är min gubbe”. “Este es mi esposo”.
Cuando tenía 11 años, el élder Renlund dijo que no entendía. Sin embargo, “Lena Sofia sabía que su esposo que había muerto hacía mucho tiempo, era y seguiría siendo suyo por las eternidades. A través de la doctrina de las familias eternas, Leander había permanecido presente en su vida y era parte de su gran esperanza para el futuro”.
La ley del diezmo
A veces la revelación llega en un momento, dijo la hermana Renlund, ese fue el caso del presidente de la Iglesia, Lorenzo Snow. En 1898, la Iglesia se encontraba en una difícil situación financiera. En el apogeo de su campaña contra la poligamia, el Congreso de los Estados Unidos había autorizado la confiscación de las propiedades de la Iglesia. Preocupados de que el gobierno se apoderara de sus donaciones, muchos santos dejaron de pagar el diezmo.
Una mañana temprano, el presidente Snow le anunció a su hijo LeRoi que iría a St. George, un viaje de 322 km en tren y luego otros 241 km en carruaje, un arduo viaje para el profeta de 85 años.
El día después de su llegada, el presidente Snow se reunió con los miembros en el Tabernáculo de St. George. La hermana Renlund compartió cómo, cuando el presidente Snow se puso de pie para dirigirse a los santos, dijo: “Apenas podemos expresar la razón por la que vinimos, pero supongo que el Señor tendrá algo que decirnos”.
Durante el sermón, el presidente Snow hizo una pausa, dijo el élder Renlund, sus ojos se iluminaron, su semblante brilló, su voz se hizo más fuerte. “La inspiración de Dios parecía llenar el salón”. El profeta entonces habló sobre el diezmo. “Esta es una preparación esencial para Sion”, dijo el presidente Snow.
Más tarde, el presidente Snow enseñó: “Nos encontramos en una condición terrible, y por eso la Iglesia está en cautiverio. El único alivio es que los santos observen esta ley”. El presidente de la Iglesia prometió a los miembros que el Señor los bendeciría por sus esfuerzos. También declaró que el pago del diezmo sería un requisito para asistir al templo.
“Desde entonces, muchos pueden testificar que el Señor derrama Sus más ricas bendiciones sobre aquellos que están dispuestos a obedecer esta sencilla ley”, dijo la hermana Renlund y compartió la experiencia de la familia Yanagida en Japón, que luchó por pagar el diezmo después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, fueron obedientes y a través de algunos milagros pudieron alcanzar su sueño de tener su propia casa.
“Los santos de todo el mundo han tenido experiencias similares cuando pagaron el diezmo”, dijo el élder Renlund. “El Señor bendice a Su pueblo que es fiel y obediente. Y es el pago fiel del diezmo lo que ha permitido construir templos en todo el mundo”.
El poder de llegar a conocer al Salvador
El élder y la hermana Renlund también compartieron la maravillosa historia de cómo las primeras hermanas fueron llamadas a servir como misioneras de tiempo completo en Inglaterra a finales de la década de 1890 y un asombroso ejemplo de cómo antiguos enemigos superaron la animosidad en los Países Bajos después de la Segunda Guerra Mundial.
“Hay muchas más historias inspiradoras de la historia de la Iglesia durante este período de tiempo, como se cuenta en ‘Santos’, tomo III, historias de todas partes del mundo”, señaló la hermana Renlund.
El élder y la hermana Renlund aludieron a otras historias incluidas en el tomo, incluyendo William Daniels, quien sirvió fielmente en la segregada Ciudad del Cabo, Sudáfrica; Rafael Monroy y Vicente Morales en México, quienes fueron martirizados por su fe; Alma Richards, la primera Santo de los Últimos Días en ganar una medalla olímpica; Hirini Whaanga y su esposa, Mere, de Nueva Zelanda; Helga Meiszus, una joven Santo de los Últimos Días en la Alemania nazi; y Evelyn Hodges, trabajadora social durante la Gran Depresión.
“¿Por qué pasamos tanto tiempo contando estas historias?” preguntó el élder Renlund a su audiencia de jóvenes adultos. “Es porque estas historias nos dan ejemplos de la vida real, del poder de llegar a conocer a nuestro Salvador”.
El apóstol concluyó testificando: “Sé que Jesucristo vive y dirige esta Iglesia y vela por Su pueblo del convenio, que está armado con el poder de Dios en gran gloria. Invoco una bendición sobre ustedes para que sientan el amor del Salvador en su vida a medida que se acercan a Él y a Su Iglesia”.
