En mi oficina, encima de mi escritorio, cuelga una de mis fotografías favoritas.
La fotografía, tomada el 31 de marzo de 2018, muestra a los miembros de la Iglesia reunidos en el Centro de Conferencias, junto con millones de personas en todo el mundo que participan virtualmente, levantando la mano para sostener al presidente Russell M. Nelson como el decimoséptimo presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en una asamblea solemne y sagrada.
Yo estaba sentada en la sala de prensa ese día, pero salí para pararme en la parte trasera del auditorio del Centro de Conferencias y participar en el sostenimiento sagrado. El Coro del Tabernáculo cantó “Te damos, Señor, nuestras gracias”.
No tenía palabras para describir lo que sentía, hasta que el élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que sostener y seguir a un profeta en un mundo conmocionado es como estar envuelto en “una manta cálida y reconfortante en un día gélido”.
“Un profeta no se interpone entre ustedes y el Salvador; más bien, permanece a su lado y señala el camino hacia el Salvador”, dijo el élder Andersen.
Solo unas semanas después, el presidente Nelson se embarcaría en una gira ministerial mundial. Como presidente de la Iglesia, ha viajado 185 000 kilómetros a 35 naciones y territorios en seis continentes, reuniéndose con líderes gubernamentales y religiosos y Santos de los Últimos Días en entornos grandes y pequeños.
Yo recibí la asignación de escribir sobre ello.
La gente todavía me pregunta cómo fue viajar con el Profeta.
“No viajamos con él”, siempre digo. “Lo seguimos… o al menos lo intentamos”.
En el camino vimos cosas que nunca olvidaremos.
Afuera del majestuoso Palacio de Gobierno en la capital peruana de Lima en octubre de 2018, el presidente Nelson hizo una pausa antes de reunirse con el presidente de Perú, Martín Vizcarra, y llamó la atención de una guía turística local.
“¿Quién es ese hombre?” ella preguntó.
Luego, confiando en lo que percibía del presidente Nelson, un hombre al que claramente no conocía, le gritó: “¿Bendecirás a Perú?”.
Esa noche, después de dirigirse a casi 6000 miembros de la Iglesia en el Coliseo Mariscal Cáceres de Lima, un estadio cubierto, el presidente Nelson ofreció una bendición sobre la tierra y el pueblo de Perú.
Otro día en Australia, en mayo de 2019, estaba de pie con otras personas asignadas para cubrir el ministerio del presidente Nelson, cuando levanté la vista y lo vi en la sala. Me sorprendió y me encantó cuando nos llamó a cada uno de nosotros por nuestro nombre y me sentí humilde por lo que siguió. “Oré por cada uno de ustedes por nombre esta mañana”, dijo.
En ese momento comprendí lo que significa sostener a un profeta. Lo que significa seguirlo. Entendí por qué la mujer en Perú se apresuró a llamarlo.
El sostenimiento de un profeta no es solo para él, sino para sostenernos a nosotros. La calidez y la protección de los que habló el élder Andersen eran para mí. Y la guía turística peruana. Y todos los hijos de Dios.
No pregunté, aunque desearía haberlo hecho. Pero sospecho que su oración amable y reflexiva por algunos miembros del equipo de medios no fue única. Creo que el presidente Nelson ora por los 17 millones de miembros de La Iglesia de Jesucristo, así como por las personas y las tierras de la tierra, todos los días.
El día que se sostuvo al presidente Nelson como presidente de la Iglesia, el élder Andersen habló de su ejemplo. En 1982, antes de que el presidente Nelson se convirtiera en apóstol, el presidente Nelson dijo que nunca pregunta cuándo el presidente de la Iglesia habla como hombre o como profeta.
“Mi interés ha sido”, dijo entonces el presidente Nelson, “¿Cómo puedo ser más como él?... Mi filosofía es dejar de poner signos de interrogación detrás de las declaraciones del profeta y poner signos de exclamación en su lugar”.
Años antes de que sostuviéramos al presidente Nelson como líder de la Iglesia, él habló en la conferencia general del 5 de octubre de 2014 sobre “Sostengamos a los profetas”.
“¿Cómo sostenemos verdaderamente a un profeta?” preguntó el entonces élder Nelson.
“Con frecuencia cantamos: ‘Te damos, Señor, nuestras gracias’, dijo. “¿Entendemos en realidad lo que eso significa? Imaginen el privilegio que el Señor nos ha dado de sostener a Su profeta, cuyos consejos serán puros, francos, que no provendrán de ninguna aspiración personal, y que ¡serán totalmente ciertos!”
Los profetas, dijo, testifican de Jesucristo, de Su divinidad y de Su misión y ministerio terrenales. Los miembros sostienen al profeta comprometiéndose personalmente a hacer todo lo posible para defender las prioridades proféticas. También lo hacen con sus oraciones.
Este fin de semana, durante la Conferencia General Semestral N° 192 de la Iglesia, todos tendremos la oportunidad de sostener nuevamente al presidente Nelson, y a otros profetas y apóstoles.
Espero tener la oportunidad de salir de la sala de prensa en el Centro de Conferencias, o pararme donde sea, y levantar la mano para mostrar mi apoyo a nuestro Profeta durante ese momento especial.
El sostenimiento que proviene de seguir a un profeta es personal.
En un mundo lleno de conflictos y contiendas, todos necesitamos la sensación de estar envueltos en “una manta cálida y reconfortante en un día gélido”.
