Era mi primer día de regreso al trabajo después del nacimiento de mi primer hijo. Estaba sentada en mi escritorio en el Deseret News cuando recibí una visita inesperada. La hermana Ardeth Kapp, ex presidenta general de las Mujeres Jóvenes, acercó una silla.
Como miembro del consejo directivo del Deseret News, acababa de terminar una reunión y ella quería saber cómo me encontraba.
Me preguntó por mi bebé. Luego preguntó por mí.
Era la bondad por excelencia de una mujer que nunca pudo tener hijos propios.
Estaba triste y cansada y dudando de mi decisión de volver al trabajo. Estaba preocupada por mi bebé.
Pero la hermana Kapp dirigió mis pensamientos a un lugar diferente. “Recorrimos un largo camino”, dijo.
Ella, por supuesto, estaba hablando de los cinco años que yo había escrito sobre la Iglesia y, como miembro del consejo directivo de Deseret News, había asumido cierta responsabilidad por Church News.
En realidad, sin embargo, yo conocía a la hermana Kapp desde hacía muchos años.
El 11 de octubre de 1986, a los 14 años, me paré en el estacionamiento de mi centro de estaca con un globo en la mano. Había escrito mi testimonio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el papel atado al hilo del globo.
La hermana Kapp — y sus consejeras, la hermana Patricia T. Holland y la hermana Maurine Turley — me ayudaron a comprender ese día que yo era parte de una “generación en ascenso” que tenía un mensaje importante para el mundo. Me llené de la certeza de que formaba parte de algo más grande que yo misma, algo que importaba — mucho.
Nadie encontró mi testimonio del globo, pero penetró profundamente en mi corazón.
Un año más tarde, las líderes de las Mujeres Jóvenes presentarían el lema de las Mujeres Jóvenes, las declaraciones de misión de los grupos de edades, la máxima y el logotipo.
Por esos esfuerzos — y muchos más que los siguieron — la hermana Kapp fue homenajeada el lunes, 20 de junio durante una ceremonia especial en Heber Valley Camp; un nuevo pabellón en el enorme campamento llevará el nombre de Ardeth G. Kapp. Los oradores, incluyendo el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, elogiaron no solo sus logros, sino también su influencia.
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La hermana Kapp sabe un poco acerca de los obstáculos, la superación de las pruebas y la confianza en el Señor.
Cuando era joven, ella reprobó dos grados en la escuela pública. Aun así, se convirtió en maestra y obtuvo una maestría en desarrollo curricular. Publicó libros, escribió y pronunció discursos. También influyó en mi trabajo en Deseret News y Church News como miembro de nuestro consejo.
En breves comentarios compartidos durante la dedicación, habló sobre dejar su pequeña comunidad del sur de Alberta para asistir a la escuela preparatoria Brigham Young. “Tenía un aspecto diferente. Hablaba diferente. Sonaba diferente. Me sentía diferente”, dijo. “Simplemente oré, ‘Padre Celestial, ayúdame a tener un amigo’. Y el Espíritu dijo, ‘No te preocupes por tener un amigo, solo sé una amiga’”.
La hermana Kapp ciertamente ha sido una amiga para mí. Ella me enseñó que era parte de algo más grande que yo misma al hacer posible que escribiera mi testimonio y lo enviara al mundo en el hilo de un globo de helio. Más tarde dijo que sus asesores del sacerdocio bromearon, “Siempre hemos sabido acerca de los ‘Hijos de Helamán’, pero ahora también sabemos acerca de las ‘Hijas del helio”.
Como Hija del helio, aprendí la importancia de mi identidad y propósito.
La hermana Kapp ha reforzado esa identidad para mí una y otra vez — con una nota escrita a mano, una llamada telefónica o una breve visita a mi escritorio.
En ese tierno día hace más de dos décadas, esta increíble mujer, que nunca tuvo hijos propios, me habló de mi hijo.
Ella compartió conmigo ese día hace años el mismo sentimiento que compartió esta semana en Heber Valley Camp.
“Crean que el Padre Celestial los conoce y los ama”, dijo.
— Sarah Jane Weaver es editora de Church News.