El escuchar las descripciones que hacen de sí mismos el élder Jonathan S. Schmitt y su esposa, la hermana Alexis Schmitt, trae consigo mucho de “normal”, “común y corriente” y “disponibilidad” al comienzo de su servicio como Setenta Autoridad General de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Siempre y cuando correr maratones, medias maratones y practicar senderismo por el Gran Cañón de una punta a la otra sea algo “normal”, y el hacer malabarismos para atender las responsabilidades familiares, su profesión como abogado y la de ella como internista de la sala de emergencias, y además sus llamamientos en la Iglesia a lo largo de los años se considere algo “común y corriente”.
A través de todo ello, los Schmitt han encontrado y sentido la conexión con los mensajes del evangelio, las confirmaciones y una mano divina que los guía, y ven cómo las experiencias les han ayudado a prepararse para este nuevo llamado a servir. El élder Schmitt fue sostenido en la conferencia general de abril de 2022.
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Por ejemplo, cuando era un obispo de veintitantos años de edad. El élder Schmitt se sentía brumado y falto de experiencia mientras escuchaba a una mujer revelar graves transgresiones. En esos momentos su mirada se desvió haca una obra de arte que tenía en su oficina, una representación de Cristo arrodillado en Getsemaní.
“El Espíritu lo aclaró todo: ‘No se trata de ti, en absoluto. Se trata de cómo puedes conectarla con el Señor’”, recordó. “Eso fue algo hermoso — darse cuenta de que [uno] solo está conectando a la gente con el Salvador. Y Él es quien proporciona el perdón, la ayuda, la fuerza, la misericordia, [y] la gracia”.
‘Común y corriente’
En la entrevista inicial de los Schmitt con el élder David A. Bednar del Cuórum de los Doce Apóstoles, para considerarlos como posible presidente y compañera de misión, la hermana Schmitt exclamó: “Élder Bednar, somos tan comunes y corrientes”.
A lo cual el élder Bednar respondió: “¿No es maravilloso que el Señor utilice personas comunes y corrientes para hacer cosas extraordinarias?”
El élder Schmitt dijo: “Esa es la realidad de esta Iglesia. No importa cuál sea tu llamamiento — el Señor nos utiliza a todos nosotros, la gente común y corriente, y todos formamos parte del cuerpo de Cristo. Necesitamos los ojos, necesitamos los oídos, necesitamos los pies, necesitamos las manos. …
“Necesitamos a cada miembro de esta Iglesia — no importa para nada su estado civil o su nivel de educación. Los necesitamos a todos”.
Al destacar la idea de común y corriente y el hecho de que no podían haber previsto la nueva asignación de su esposo, la hermana Schmitt dijo: “Creo que el recibir este llamamiento me ha enseñado que el Señor te escoge dondequiera que estés y quienquiera que seas, y Él te ayuda a ser una persona completa. Te ayuda a convertirte en [la persona que] Él ve [en ti], te ayuda a elevar tu potencial. No importa lo que [uno] aporte, porque Él es el que compensa cualquier deficiencia que [uno] tenga”.
“Así que creo que somos personas muy normales. Sin embargo, el Señor nos ayuda y nos engrandece, como lo hace con cada una de las personas, cualquiera sea la capacidad en la que se les pida que sirvan”.
Los comienzos
Jonathan Stephen Schmitt nació el 15 de abril de 1973, en Mesa, Arizona, hijo de Robert Edward y Dianne Lyda Schmitt. Creció a unos tres kilómetros de sus abuelos maternos y paternos en Yuma, un pueblo rural en el sudoeste de Arizona, cerca de la frontera con México. Mientras estaba en la escuela secundaria jugó baloncesto, tenis y nadó de forma competitiva, participó en el gobierno estudiantil, cortó el césped y trabajo como salvavidas.
Su testimonio del Salvador y del evangelio se arraigó muy pronto — al sentir el testimonio del Espíritu de los Apóstoles de los últimos días durante una conferencia de estaca en Yuma con el entonces élder James E. Faust del Cuórum de los Doce Apóstoles; de José Smith y de la Primera Visión durante una oración matutina mientras estaba de vacaciones en California cuando era un adolescente; y de la veracidad del Libro de Mormón mientras lo leía como estudiante de primer año de la universidad, en su dormitorio bajo el estadio de fútbol de la Universidad de Arizona.
“Así fue que, a esa edad, supe que los Apóstoles estaban en la tierra”, dijo. “Mi testimonio del Salvador ha sido dulce y muy real para mí durante muchos, muchos años; he sido bendecido con el don de la fe”.
Después de servir como misionero de habla laosiana en la Misión de Fresno, California de 1992 a 1994, retomó sus estudios en la Universidad de Arizona. Mientras asistía a las clases de instituto allí, conoció a Alexis Swain Udall. Ella había crecido en Boston hasta los 15 años, cuando se trasladó a Arizona con su familia, que entonces servía como misionera de habla hispana en la Misión Anaheim California.
Se casaron el 21 de julio de 1995, en el Templo de Mesa Arizona y son padres de cuatro hijos — David, Tyler, Noelle y Clayton.
“Tenemos un testimonio del programa de institutos”, dijo el élder Schmitt con una sonrisa.
Familia, profesión y equilibrio
Pronto llegaron las noches sin dormir en las bibliotecas de derecho y de medicina mientras procuraban sus títulos de posgrado, la combinación de los exigentes horarios de las prácticas y la residencia; después durante el ejercicio de la abogacía y la medicina; y la llegada de los hijos sumadas a las diversas responsabilidades en la Iglesia. Los dos aprendieron pronto a equilibrarlo todo, pero siempre manteniendo a la familia y la fe en el Salvador en el centro de todo.
Cuando los Schmitt se trasladaron a Huston, Texas en 2001 debido a su trabajo como abogado, ella comenzó uno de tiempo parcial en los turnos nocturnos de la sala de emergencias del hospital de veteranos (excombatientes) de esa ciudad, el cual continuó hasta su llamamiento al servicio misional. Después de su misión y su traslado a Gilbert, Arizona, donde el élder Schmitt trabajó como vicepresidente adjunto de la Universidad Estatal de Arizona, la hermana Schmitt retomó su trabajo en el hospital de Huston, lo cual significaba que debía volar a esa ciudad varias noches al mes y a eso le añadió consultas de telemedicina desde su hogar.
Los primeros años establecieron un patrón de apoyo, cooperación y comunicación. “Al principio, cuando teníamos un hijo, yo llegaba a la casa del trabajo, ella me entregaba al bebé y después ella se iba”, recuerda el élder Schmitt. “Entonces, a la mañana siguiente volvíamos a hacer el ‘intercambio’ otra vez”.
“Ella ha sido muy buena [en esto] ya que pasamos de uno a cuatro hijos. Siempre ha tenido el corazón de un médico — tendiendo la mano y sirviendo a los demás. Sin embargo, y a través de los años, hemos aprendido muchas lecciones al apoyarnos mutuamente en nuestros diferentes cometidos.
Su capacitación y servicio médico han llevado a la hermana Schmitt por todos los Estados Unidos; y desde las reservas Apache hasta la República Dominicana. “Creo que es importante que las mujeres sepan que pueden ser un buen miembro de la Iglesia tanto si se quedan en casa, si trabajan, si están divorciadas, casadas, o en cualquier situación”, dijo, y añadió: “Creo que es bueno que las mujeres sepan que tenemos que dejar de castigarnos por tratar de encajar en una determinada categoría”.
Recorrer las distancias
Tanto el élder como la hermana Schmitt provienen de familias que llevan una vida muy activa. “Corremos y hacemos senderismo — eso es lo que hacemos”, dice el élder Schmitt, quien ha participado en más de una docena de maratones, innumerables medias maratones y otras pruebas de larga distancia.
Otros miembros de la familia, amigos, e incluso misioneros retornados a menudo se unen a estos eventos — como cuando participaron en la maratón y la media maratón de Mesa este febrero.
“El lema de la familia Schmitt — y esto viene de mi padre — es que se empieza despacio y se va disminuyendo a partir de ahí”, dijo el élder Schmitt.
La hermana Schmitt dijo que correr maratones y medias maratones “parece algo impresionante, pero nosotros corremos muy despacio — somos joggers, [solo trotamos]”.
Los Schmitt recurrieron a las carreras y al senderismo para que sus hijos se dieran cuenta de que podían hacer cosas difíciles. “No es divertido correr una media maratón o una maratón, pero [nos muestra que] podemos hacer cosas difíciles. Eso es lo más duro”, dijo la hermana Schmitt, y agregó: “Es una forma de mantener la cordura. Pienso que la mente, el cuerpo y el espíritu están conectados entre sí, por lo tanto, es como una especie de limpieza, por decirlo de alguna manera”.
La “Gran” caminata
En 2021, el élder Schmitt completó la famosa y agotadora caminata de punta a punta del Gran Cañón — yendo desde del borde sur al borde norte, de ida y de regreso, un poco más de 72 kilómetros. Lo hizo dos veces, una en la primavera y después en noviembre.
“Si no puedo estar en el templo o en nuestra casa, me gusta estar en el Gran Cañón”, dijo. “Realmente creo que es el ‘templo’ de Dios”.
Ve en las subidas y bajadas una representación de la vida y sus lecciones, y le hace recordar al presidente Henry B. Eyring cuando hablaba del dicho de su madre: “Si andas por el camino correcto, siempre será cuesta arriba”.
“El descenso nos dice mucho sobre la vida, ya que a veces estamos en lugares en los que solo podemos ver los caminos del acantilado que están inmediatamente adelante”, dijo el élder Schmitt. “Pero a medida que ascendemos, ahí empezamos a contemplar las vistas y los paisajes. No siempre es fácil – es difícil. Pero si se da un paso a la vez, se llega y se termina”.
Y, añadió, “una de las cosas de correr y hacer senderismo, es que también aprendes a llegar al final”.
La disposición
Cuando el élder y la hermana Schmitt sirvieron como presidente y compañera de la Misión San Diego California (2014-2017), a menudo les decían a sus misioneros: “Al Señor le importa más nuestra disposición que nuestra capacidad”.
El élder Schmitt dice que lo que aporta como Setenta Autoridad General, es su disposición y su voluntad de enseñar y testificar del Salvador Jesucristo.
“Eso es todo lo que tenemos — y lo digo muy en serio”, dijo. “No tenemos mucho más para ofrecer. Cuando se habla sobre lo que significa un corazón quebrantado y un espíritu contrito, esto quiere decir poner nuestro corazón en el altar y dejar que, a partir de ese momento, el Señor haga Su voluntad”.
El Señor dijo que “puede darnos la fortaleza, los talentos y los dones que necesitamos para ser capaces de llevar a cabo su obra. Sin embargo, si no nos ponemos a su disposición, estamos haciendo una autoselección y no le estamos dando la oportunidad al Señor”.
Información biográfica
Familia: Jonathan Stephen Schmitt nació el 16 de abril de 1973, en Mesa, Arizona, hijo de Robert Edward y Dianne Lyda Schmitt. Se casó con Alexis Swain Udall el 21 de julio de 1995, en el Templo de Mesa Arizona; tienen cuatro hijos.
Educación: Se graduó con una licenciatura en ciencias agrícolas y recursos en 1997 y con un doctorado en derecho en el año 2000, ambos de la Universidad de Arizona
Empleo: Después de trabajar como secretario de la Corte Suprema de Arizona, más tarde como abogado en el despacho jurídico Akin Gump Strauss Hauer & Feld LLP y más adelante como abogado y asesor de litigios en Baker Hughes Inc. Después de su asignación como presidente de misión, el élder Schmitt se desempeñó como el vicepresidente adjunto de la Universidad Estatal de Arizona.
Servicio en la Iglesia: Antes de servir como Setenta Autoridad General, estaba sirviendo como un Setenta de Área en el Decimoprimer Cuórum de los Setenta en el Área Norteamérica Suroeste. Sirvió en otros llamamientos con anterioridad, entre ellos, presidente de la Misión San Diego California (2014-2017), presidente de estaca, consejero de una presidencia de estaca, sumo consejero, consejero de la presidencia de Hombres Jóvenes de estaca, maestro de preparación misional de estaca, obispo, líder del grupo de sumo sacerdotes, presidente del cuórum de élderes, secretario ejecutivo del barrio, y misionero de tiempo completo en la Misión California Fresno.