Cuando el élder James W. McConkie III era un joven misionero en Checoslovaquia a principios de la década de 1990, el país acababa de pasar por una serie de acontecimientos que pusieron fin a 40 años de comunismo.
“Fue como estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, con las personas adecuadas”, dijo el élder McConkie, recientemente sostenido como Setenta Autoridad General. “Tuve líderes misionales como Richard y Barbara Winder que eran receptivos y amaban a los checos y a los eslovacos; [parecía] una combinación hecha en el cielo”.
La gente había esperado durante décadas para volver a adorar libremente. Los jóvenes misioneros trabajaron duro, ayudaron al crecimiento de la Iglesia al encontrar y traer a los miembros de regreso, y al encontrar y añadir nuevas personas al rebaño.
El élder McConkie dijo que estaba preparado gracias a algo que sus padres hicieron cuando él tenía 12 años — lo invitaron a estudiar las escrituras, además de libros, ensayos y escritos de los líderes de la Iglesia, así como la historia de la Iglesia y después analizar lo que había aprendido.
“Mi padre y mi madre creían en la importancia de enseñar a sus hijos el evangelio tal y como lo sugiere la sección 68 de Doctrina y Convenios. Esta sección invita a los padres a enseñarles [a los hijos] esencialmente la doctrina de Cristo”, dijo el élder McConkie. “Y ellos se lo tomaron muy en serio”.
Estudió muchos libros y escritos durante su adolescencia. “Lo que obtuve como resultado fue, [saber] que mi concepto del poder del evangelio de Jesucristo para cambiar a las personas era algo que estaba en lo más profundo de mi alma [aún] antes de poner un pie en Checoslovaquia”, dijo.
Durante su misión, fue testigo del poder del evangelio, “y la gente estaba sedienta [por recibirlo]”, dijo. También se enamoró de la gente.
El élder McConkie ha regresado varias veces a lo que hoy son las repúblicas Checa y Eslovaca — al principio como un profesional de visita, después como cofundador de una fundación humanitaria y también como presidente de misión en 2013.
Familia
El élder McConkie III nació en Salt Lake City, Utah, en agosto de 1971, hijo de James Wilson McConkie II y Judith Miller McConkie. Creció en Salt Lake City, y conoció a Laurel Springer el primer día de su séptimo grado.
“Nos conocimos en un ensayo de la orquesta”, dijo la hermana Laurel S. McConkie. Ella estaba experimentando con el violín y él era un violinista. Asistieron a la escuela secundaria Olympus High School, pero nunca salieron juntos hasta que él regresó de su misión y comenzó a estudiar en la Universidad de Utah.
La hermana McConkie sirvió en la Misión Córdoba Argentina, lo cual, dijo la ayudó a prepararse para la asignación de liderar la Misión Checa Eslovaca junto a su esposo unos años después de contraer matrimonio. Se casaron el 18 de julio de 1995 en el Templo de Salt Lake y tienen cuatro hijos.
El élder McConkie se graduó de la Universidad de Utah en 1995 con una licenciatura en historia y del National Law Center de la Universidad George Washington en 1999 con un diploma en derecho. Al principio de su carrera tuvo la oportunidad de ser un asociado invitado en un despacho jurídico en Praga, República Checa.
Como eran padres primerizos, la decisión de ir no fue fácil. Sin embargo, la hermana McConkie describió una impresión que recibió un día.
“Tuve la sensación de que Dios me decía: ‘Tienes que ir. Tienes que ir’. Entonces, fuimos”, dijo ella. “Pensé que podría ser nuestra única oportunidad de ir a Europa, pero ahora tiene un mayor significado para mí — es como otro hogar. Los checos y los eslovacos con como nuestra familia”.
La zona en la cual vivieron los McConkie fue el mismo vecindario donde volverían a vivir, más adelante, como presidentes de misión con sus cuatro hijos. Esto hizo que la adaptación fuera mucho más fácil.
El retorno al servicio
En 1993, poco después de que el élder McConkie regresara a casa de su misión de tiempo completo, Checoslovaquia se dividió en la República Checa y la República Eslovaca o Eslovaquia. La Iglesia fue reconocida rápidamente en la República Checa, pero tardó mucho más en Eslovaquia.
En 2006, la Iglesia necesitaba conseguir 20 000 firmas para solicitar el reconocimiento oficial en Eslovaquia. El élder McConkie y otros misioneros retornados ayudaron a organizar y lideraron los grupos de misioneros que servían en aquel momento y que se encargaron de reunir las firmas.
Lo que parecía una tarea imposible en aquel momento, se logró en menos de una semana. Al final, la Iglesia presentó 33 000 firmas y recibió el reconocimiento oficial.
El élder McConkie y dos de esos misioneros retornados acababan de tomar la decisión de crear una organización sin fines de lucro, la Wallace Toronto Foundation (en inglés), con el objetivo de llevar a cabo proyectos de servicio y obras humanitarias en las repúblicas checa y eslovaca. A través del proyecto de recolección de firmas, se dieron cuenta que, con voluntarios y proyectos locales, la fundación podría tener un mayor impacto.
Todos los años, casi siempre en el mes de septiembre, van a una ciudad diferente de la región donde se asocian con alguna organización sin fines de lucro local o con la municipalidad para realizar servicios e invitan a los miembros de la Iglesia y a otras personas a servir junto a ellos.
La hermana McConkie dijo que el fin de semana comienza con un devocional y después se ponen a trabajar. Ella ha visto crecer a los niños de las familias que cada año vuelven a servir juntos.
Añadió que, tan solo con observar la fundación y su participación, se aprecia que “lo más hermoso no es el nuevo parque infantil o ayudar a alguien a construir una casa. Es el servicio — conocer a los demás y trabajar entre todos. Ese es el poder del servicio, simplemente te engrandece”.
Cuando los McConkie fueron llamados a servir como líderes de la misión checa y eslovaca en 2013, estaban regresando a un lugar al que aman.
El élder McConkie dijo que la oportunidad de regresar a Praga fue como volver a un lugar maravilloso tanto en lo espiritual como en todo lo demás: “Es un lugar que representa la mejor versión de mí mismo. Esa versión [es la que surge] cuando estoy dedicado al servicio, pensando en los demás, predicando el evangelio”.
Líderes de misión
Los hijos de los McConkie — una niña y tres varones — tenían 15, 13, 9 y 7 años cuando sus padres comenzaron su servicio como líderes de misión. La hermana McConkie dijo que, aunque fue difícil despedirse de su idioma nativo, su familia y sus amigos en Utah, el Señor los bendijo.
Las parejas de misioneros mayores se convirtieron en los abuelos, los élderes y las hermanas misioneras en hermanos, hermanas y primos. Los santos checos y eslovacos se convirtieron en la familia y amigos.
“Para mí, fue [algo muy] impactante, ver cómo el Señor [nos] compensó”, dijo ella. “No fue fácil para nuestros hijos, y tampoco fue fácil para nosotros, pero fuimos sumamente bendecidos con un amor aún mayor por el evangelio”.
Los niños los acompañaban cuando visitaban a los miembros y a los misioneros en ambos países, enseñaron con los misioneros y fueron a las conferencias de rama y de distrito.
El primer distrito en Eslovaquia se organizó en 2015 y la primera estaca en la República Checa se creó en 2016. Como preparación para esos importantes eventos, los McConkie visitaron las ramas grandes y pequeñas en toda la República Checa y en Eslovaquia.
“Nuestros hijos fueron increíbles, solo esperábamos que estuvieran preparados para compartir un mensaje cada vez”, dijo la hermana McConkie.
El élder McConkie dijo que sus hijos escuchaban su nombre durante una reunión dominical — porque esa era la única cosa que escuchaban en inglés — entonces se levantaban y daban su testimonio, una frase a la vez porque sabían que tenían que [darle tiempo al] intérprete. Después terminaban en el nombre de Jesucristo, volvían a sentarse y seguían leyendo o dibujando.
La familia pasaba mucho tiempo caminando juntos por las calles empedradas, sentados a la mesa hablando y, especialmente, conduciendo juntos durante largas horas en el auto.
El élder y la hermana McConkie incorporaron la misma experiencia que él tuvo con sus padres, cuando era un joven y estudiaba el evangelio, a su relación con sus hijos: “El aprender de las habilidades y participar en el proceso de pensar en voz alta, intercambiar ideas y explorar de manera segura la forma en que la fe, la Iglesia y el evangelio influyen en nuestras vidas”, dijo él.
“Esa habilidad es, en cierto modo, tan importante como cualquier otra que una persona joven pueda tener. Porque en el mundo en el cual vivimos ahora, donde estamos constantemente bombardeados con ideas e información, la capacidad de pensar, procesar y evaluar cómo nuestra vida se entiende adecuadamente gracias al evangelio de Jesucristo, esa es una cosa muy valiosa. Y eso sucedió en el auto”.
El poder de los consejos centrados en Cristo
En el momento de su llamamiento al Cuórum de los Setenta, el élder McConkie servía como el presidente de la Estaca Salt Lake Pioneer YSA. Dijo que le encantaba ver la situación en que se encuentran los jóvenes adultos solteros en medio de una década de decisiones, donde muchos pasaron por la experiencia fundamental de una misión y después, estaban listos para seguir adelante como discípulos por el resto de sus vidas.
“El pensar sobre esas cosas y el hablar sobre ellas otra vez es, de alguna manera, una extensión natural de lo que me gusta hacer y que he hecho desde que tenía 12 años”, dijo el élder McConkie.
En las reuniones de consejo con los jóvenes adultos, con los miembros del barrio, con los misioneros y con su propia familia, el élder y la hermana McConkie siempre hablan sobre los porqués y los cómos del evangelio — y alientan una participación activa y honesta.
“Como en 1 Pedro 3:15, [hay que] ayudar a las personas a estar siempre preparadas para responder la razón de la esperanza que hay en ellos. Pensar bien: ‘¿En qué creo? ¿Por qué creo? ¿Cómo afecta mi vida y que debo hacer de ahora en adelante?”, dijo.
Pero, la cosa más importante, dijo el élder McConkie mientras se emocionaba, es que “todo siempre nos lleva a Jesús”. Y siempre fue así, con mi madre y mi padre; con nuestros hijos, con nuestros misioneros y con nuestra estaca. Siempre, en cada consejo que tenemos, al finalizar el mismo y una vez que aprendimos lo que teníamos que aprender, dejamos todo de lado y le dedicamos un tiempo a los evangelios, [y a] estudia[r] la vida de Jesús”.
“Todo siempre nos lleva a Jesús. Esa ha sido nuestra experiencia; y cuando hacemos eso, las cosas tienden a funcionar”.
Información biográfica
Familia: Nació en Salt Lake City el 27 de agosto de 1971, hijo de James Wilson McConkie II y Judith Miller McConkie. Se casó con Laurel Springer el 18 de julio de 1995. Tienen cuatro hijos.
Educación: Se graduó de la Universidad de Utah en 1995. Recibió su diploma en derecho del National Law Center de la Universidad George Washington en 1999.
Empleo: Abogado y socio del despacho jurídico Workman Nydegger; cofundador y director de la Wallace Toronto Foundation, una organización sin fines de lucro dedicada a proyectos humanitarios y de alfabetización en las repúblicas checa y eslovaca.
Servicio en la Iglesia: presidente de estaca, líder misional del barrio, consejero del cuórum de élderes, presidente de la Misión Checa Eslovaca (2013-2016), maestro de preparación misional, maestro del curso Doctrina del Evangelio, obispo, sumo consejero de estaca, consejero de obispado, presidente de los Hombres Jóvenes del barrio y misionero de tiempo completo en la Misión Praga Checoslovaquia (1990-1992).