FRIEDRICHSDORF — Alemania. Cuando el apóstol Pablo le escribió a su amigo Timoteo, señaló que “sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día.
“Deseando verte… para llenarme de gozo.” (2 Timoteo 1:3-4).
Uno de los asociados apostólicos de los últimos días de Pablo, el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, expresó sentimientos similares de gozoso reencuentro durante una transmisión devocional el viernes, 22 de abril, que se originó en Friedrichsdorf, Alemania, para los Santos de los Últimos Días de habla alemana en Austria, Alemania y Suiza.
“Estoy muy feliz de estar con ustedes”, dijo el élder Uchtdorf. “Mi corazón se desborda cuando miro sus rostros…. Me regocijo con ustedes. Lloro con ustedes. Comparto su testimonio de Cristo — nuestro Abogado y Redentor”.
Los Santos de los Últimos Días, reconoció él, viven en una época de incertidumbre y peligro. Se necesitan y oran unos por otros. “Y reconocemos las innumerables buenas obras que están sucediendo a nuestro alrededor todos los días”.
El poder y las bendiciones de Dios esperan a todos los que lo aman, guardan sus mandamientos y cuidan de Sus hijos al compartir sus dones espirituales, emocionales y materiales.
“El Padre Celestial ve sus sacrificios y los recompensará por su bondad hacia los demás”, prometió el élder Uchtdorf, quien pasó las últimas dos semanas ministrando a los Santos de los Últimos Días en Europa, incluyendo los refugiados que se vieron obligados a huir de Ucrania.
A menudo, las necesidades más grandes de una persona son emocionales — como angustia, soledad, desesperación y pérdida de la fe.
“Su fe es importante y sus oraciones son importantes”, dijo él. “Sus acciones, impulsadas por el compromiso y la caridad, disipan la oscuridad y traen luz al mundo. Ahora es el tiempo para tener fe, valor y compasión”.
Dados los problemas del día, algunos pueden dudar de la bondad de la humanidad. “Pero en lugar de perder la fe, podemos fortalecernos y abrir nuestras almas a la luz celestial”.
Los Santos de los Últimos Días viven en una época de grandes desafíos y oportunidades inimaginables, observó el élder Uchtdorf. Por lo tanto, es fundamental reflexionar y preguntarse:
- “¿Qué valores son importantes para mí?”
- “¿Cómo estoy usando mi tiempo?”
- “¿Cómo puedo poner en primer plano las metas divinas — mirar más allá de la niebla de la vida cotidiana y ver mi futuro eterno?”
“Al igual que los discípulos de antaño en los días de Alma, podemos aprender a ser firmes e inamovibles en guardar los mandamientos de Dios, y sobrellevaron pacientemente la persecución que se les imponía” (Véase Alma 1:25).
Alma y su pueblo demostraron su amor por Dios y por los demás, a pesar de las dificultades del día. Debido a su devoción, no se empobrecieron a través de sus sacrificios. En cambio, disfrutaron de paz y abundancia.
“Necesitamos esta paz en nuestras vidas personales y en el mundo de hoy”, declaró el élder Uchtdorf.
Lecciones personales enseñadas por el pasado
Como muchos en Europa hoy en día, el élder Uchtdorf nació en un tiempo de gran agitación donde el mundo parecía estirarse más allá de su punto de ruptura. Su familia conoció el miedo y la angustia.
“Cuando era niño, pasé por algo de lo que muchas familias de refugiados en Europa enfrentan hoy”, dijo él. “Me convertí en refugiado dos veces. Dejamos atrás a amigos y familiares y tuvimos que renunciar a la seguridad y la comodidad. En ese momento, no sabía cómo sería mi futuro”.
Los refugiados y los disturbios regionales no son el único reclamo de la historia reciente. Jesús mismo fue una vez un niño refugiado.
Mientras tanto, el rey David era un fugitivo que se vio obligado a huir de un poderoso gobernante que quería quitarle su vida. Hubo momentos en que David no estaba seguro de si él vería al día siguiente, y él no podía imaginar un escape de su terrible circunstancia.
“Quizás en esta etapa formativa de su vida, David aprendió que, a pesar de todo, podía confiar en Dios. Quizás a través de la adversidad, aprendió que podía depender de Dios”, dijo el élder Uchtdorf.
Los salmos de David registran súplicas sinceras al Padre Celestial — y expresiones de fe, esperanza y aliento que continúan animando a los lectores de hoy. Como asegura Salmo 30:5: “Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría”.
Y a través de los salmos de David, Dios también ofrece una respuesta a todas las preocupaciones y necesidades de uno: “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios…. Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob.” (Salmo 46:10-11).
Gratitud por los santos europeos — y el poder divino de la unidad
El élder Uchtdorf también expresó su admiración por los muchos Santos de los Últimos Días en Europa que han brindado seguridad y refugio a las familias de refugiados. “Cuando escucho acerca de sus sacrificios, generosidad y bondad, mi corazón se llena de gozo. Les prometo que el Señor ve sus buenas obras. Él los bendecirá”.
La unidad, agregó él, debe definir al pueblo del Señor. Jesucristo fue el gran Unificador. Durante Su vida terrenal, a menudo trascendió los límites de las convenciones para incluir a los que de otro modo estarían excluidos. Él elogió la fe de una mujer pagana y un soldado romano. Tocó a los leprosos. Él comió con pecadores y recaudadores de impuestos.
“Esta es la Iglesia de Jesucristo, donde no hay marginados”, dijo el élder Uchtdorf. “Es Su Iglesia, no la suya o la mía. … Nadie debería sentirse como un extraño con nosotros”.
El saber que todos los hijos de Dios son hermanos y hermanas debería fomentar la unidad en la Iglesia y trascender cualquier diferencia — sea cultural, política o étnica.
El élder Uchtdorf alentó a su audiencia en el devocional a concentrarse en los asuntos que fortalecen y unifican a la Iglesia.
“La difusión de las buenas nuevas del Evangelio a través de nuestras palabras y acciones ayuda a las personas a sentir que éste es el Evangelio y la Iglesia de Jesucristo. El Espíritu Santo puede obrar a través de nosotros”.
Cualquiera que esté lleno de la luz de Cristo no tiene lugar en su vida para el orgullo, el prejuicio o la contención. Los Dos Grandes Mandamientos — amar a Dios y amar al prójimo — deben ocupar el lugar que les corresponde.
“La familia y honrar nuestros convenios sagrados se vuelven naturales y parte de nuestra vida diaria”, dijo él. “La oración se convierte en una fuente segura de paz y fortaleza. Las Escrituras serán apreciadas y confiadas por nosotros como fieles consejeros y guías.
“Cristo debe estar en el centro de nuestras vidas”.
El élder Uchtdorf luego ofreció tres consejos para lograr la unidad en la Iglesia:
- Más diálogo. Menos monólogos.
- Escuche más y discuta menos.
- Juzguen menos y hablen más entre sí.
A pesar de los avances en la comunicación, las personas a menudo se alejan unas de otras en lugar de acercarse. La tecnología a menudo se utiliza para reforzar los prejuicios con personas de ideas afines.
“Nuestro Dios, el Señor y Dueño del Universo, nos da todas las oportunidades para lograr la unidad, pero debemos elegir usar estos dones divinos para Sus propósitos”, dijo él.
El bautismo y el participar de la Santa Cena para renovar los convenios bautismales ayudan a fomentar la unidad. Son ordenanzas sagradas que conectan a individuos con la comunidad de Cristo.
Las Escrituras también enseñan que “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).
“Tener al Salvador entre nosotros es una necesidad absoluta si queremos sobrevivir espiritualmente durante estos tiempos difíciles”, dijo el élder Uchtdorf. “Nuestra unidad como Santos de los Últimos Días ayudará a otros a creer en Jesucristo”.
Mientras tanto, las características divisorias como la desunión, el orgullo y el egoísmo harán lo contrario.
“Sus esfuerzos por estar cerca de Dios y por amar y respetar a quienes los rodean abrirán las compuertas del cielo para aquellos a quienes sirven — pero también para ustedes y sus seres queridos”, concluyó el élder Uchtdorf.
“Los bendigo con la seguridad de que, si siguen a Dios, aunque puedan llorar por la noche, se regocijarán de nuevo en la mañana. Él les dará fuerza, confianza y esperanza”.
