El verano anterior al último año del élder Mark D. Eddy en la escuela secundaria, un profesor de seminario lo invitó a él y a otros miembros de su consejo estudiantil a leer el Libro de Mormón.
Él había leído este libro fundamental muchas veces con su familia, pero esta era la primera vez que lo leía solo. Decidió orar antes y después de leerlo cada día. Supuso que recibiría una respuesta clara en una o dos semanas.
Más de dos meses después y cuando estaba en algún lugar de Tercer Nefi, todavía no había recibido la confirmación esperada y se sentía preocupado.
Horas antes de un devocional de “Bienvenida” en el cual se le pidió que diera su testimonio, el joven Mark Eddy, que había llegado temprano para ayudar a preparar la reunión, encontró un lugar tranquilo para leer y orar.
“Recibí ese sentimiento claro e inconfundible de que era verdad”, dijo. “La respuesta no solo llegó justo a tiempo para mi discurso esa noche, sino que el proceso para recibirla me costó bastante esfuerzo y duró lo suficiente para que nunca lo olvidara. Poder revivir esa experiencia decisiva me ha permitido siempre recordar y saber lo que aprendí aquella tarde”.
El élder Eddy fue una de los seis Setentas Autoridades Generales sostenidos en la conferencia general de abril de 2022.
Mark David Eddy nació en Long Beach, California, el 30 de marzo de 1973, hijo de Richard Cleighton Eddy y Mary Louise Savage Eddy. Es el quinto de los ocho hijos de la familia, que tiene cuatro varones y cuatro niñas.
La familia se trasladó a Orem, Utah, cuando su padre aceptó un puesto en la Universidad Brigham Young en 1981. Allí fue donde creció, en el seno de una devota familia Santo de los Últimos Días.
“No recuerdo ningún momento de mi vida en el cual no sintiera, en lo más profundo de mi alma, que el evangelio es verdadero”, dijo él.
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Sus primeros años y el comienzo de su fe fueron moldeados por la oración familiar diaria y el estudio de las escrituras. Sus padres y hermanos fueron una influencia y ejemplos clave. También estuvo rodeado de buenos amigos, fieles líderes de los Hombres Jóvenes y obispos.
Una de las mayores influencias que recibió el élder Eddy fue la de su padre, que a menudo no podía estar con su hijo adolescente en las reuniones semanales del sacerdocio porque servía en puestos de liderazgo fuera del barrio.
“Eso me enseñó, de forma silenciosa, una lección sobre la que he reflexionado muchas veces a lo largo de los años”, dijo. “Su ejemplo callado de servicio y devoción me enseñó de manera imborrable que: ‘Esto es lo que hacemos, esto es lo que somos. Servimos. Estamos dispuestos a dedicar el tiempo que se nos pida’. Eso me lo inculcaron a una edad temprana, sin embargo, no lo reconocí hasta más tarde en la vida, pero ha sido un ejemplo importante para mí”.
El élder Eddy también llegó a valorar el vínculo que tenía su madre con el Padre Celestial a través de la oración, lo cual le ayudó a proporcionar sabios consejos a su hijo adolescente.
“Después de [haber experimentado los resultados de] los consejos de mi mamá, empecé a darme cuenta de que ella estaba inspirada, y entonces se me hizo más fácil comenzar a prestar atención y a hacer caso a sus consejos”, dijo el élder Eddy. “Mi mamá y mi papá eran un verdadero equipo al ver la forma que nos amaban y criaban. El evangelio lo era todo para ellos”.
Servir una misión de tiempo completo siempre estuvo en los planes del élder Eddy, y “[serví] en una misión que fue perfecta para mí” — la Misión Santo Domingo Este República Dominicana, bajo la dirección del presidente Mark y la hermana Sylvia Jarman.
Un momento clave y una valiosa lección de vida sucedieron cuando casi tenía 10 meses en la misión, en aquel momento comenzó a padecer de úlceras. Los exámenes médicos revelaron que necesitaba aprender una forma menos estresante de ser misionero. Poco después tuvo la bendición de servir con un compañero que le ayudaría a descubrir una nueva faceta del gozo [que acompaña a] la obra misional.
“Era el misionero más cómico, obediente y diligente que uno se pueda imaginar. Tenía esa capacidad de ver el lado gracioso de la vida cotidiana”, dijo el élder Eddy. “[Con él] aprendí a reír, a sonreír y a experimentar la alegría sin dejar de lado mi deseo de ser un misionero devoto y consagrado”.
“Yo necesitaba adquirir ese equilibrio” continuó. “Fue un desafío para mí, pero qué bendición surgió de esa prueba. Esa experiencia a los 20 años moldeó los siguientes 29 años de mi vida”.
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Una de las primeras personas a quien el padre del élder Eddy le animó a visitar cuando regresó a casa fue a Annette “Annie” Allen. Ambos se conocieron en la escuela secundaria y habían salido con frecuencia mientras Mark asistía a BYU antes de su misión. Estuvieron de acuerdo en escribirse como amigos mientras él servía en su misión, pero Mark tenía la esperanza de que ella siguiera “sin compañía” cuando él regresara.
“Yo estaba absolutamente fascinado. Estaba convencido de que [ella] era la mejor persona que había conocido”, dijo. “Si tenía la suerte suficiente como para convencerla de que yo era merecedor de su tiempo, sabía que la vida sería buena”.
El día que regresó a casa, el élder Eddy fue relevado como misionero y después cenó con su familia antes de que su padre le sugiriera que fuera a visitar a Annie.
No fue necesario repetirle la sugerencia. Se llevó a su hermana más pequeña — ya que todavía sentía la necesidad de “un compañero” — y condujo hasta su casa donde disfrutaron de una encantadora visita con Annie y su familia. Los sentimientos que existían antes de la misión volvieron a surgir y comenzaron a salir juntos. Se casaron tres meses después.
“Siempre he estado agradecida por su testimonio”, dijo la hermana Annie Eddy. “Siempre ha tratado de hacer lo correcto, y estoy agradecida por el ejemplo de rectitud [que les da a] nuestros hijos. Estoy agradecida por haberme casado con alguien que sé que me quiere, que disfruta [cuando] pasa tiempo conmigo y que quiere ser el mejor padre posible”.
La participación del élder Eddy en el consejo de seminario de su escuela secundaria lo persuadió de convertirse en maestro de seminario. Meses antes de su graduación, era un maestro aprendiz de seminario con la expectativa de conseguir un empleo de tiempo completo, cuando se dio cuenta de que el Señor quería que hiciera otra cosa.
“Había pasado por casi toda mi vida universitaria sin preguntarle al Señor qué era lo que debía hacer, porque no creía que Él me diría que no fuera maestro de seminario”, dijo. “Sin embargo, me di cuenta de que Él quería que siguiera otro camino”.
Mientras el élder Eddy consideraba la posibilidad de estudiar administración de empresas, recibió la clara respuesta de que debía asistir a la facultad de derecho. Él nunca había contemplado esta posibilidad y estaba un poco confundido, pero siguió la inspiración. Su formación en la Facultad de Derecho J. Reuben Clark estuvo muy influenciada por muchos profesores, dos de los cuales se convirtieron en “héroes” personales — Kevin J Worthen, que posteriormente fue presidente de BYU, y el élder James R. Rasband, que más tarde fue llamado como Setenta Autoridad General.
“Ellos fueron mis héroes porque tenían la sabiduría de buscar y obtener toda la inteligencia y el conocimiento que los estudios en la facultad de derecho podían ofrecer y, aun así, conservar su compromiso centrado en la gente, de servir y amar a los demás”, dijo el élder Eddy. “Sus ejemplos me ayudaron, como joven abogado, a recordar que, por mucho que hubiera que argumentar y por muchos escritos que hubiera que escribir, todo giraba en torno a las personas. Mantener un enfoque en las personas fue uno de mis objetivos mientras ejercía, [y esto se debe], en parte, a su ejemplo”.
El élder y la hermana Eddy presidieron la Misión Montevideo Uruguay desde 2016 hasta 2019. Junto con las bendiciones de la obra misional, su familia pasó por una serie de experiencias que les cambiaron la vida mientras vivían en un país nuevo, aprendían un idioma nuevo y conocían personas de todo el mundo.
“Fue sin duda una de las cosas más difíciles que hayamos hecho”, dijo el élder Eddy. “Pero también fue una época de la vida en la cual, y como nunca antes, vimos más milagros y recibimos más bendiciones como familia”.
Para la hermana Eddy, servir en Uruguay fortaleció su testimonio sobre la oración y la protección celestial. También estaba agradecida por la influencia de los misioneros en sus hijos.
“Nuestros hijos pudieron ver con sus propios ojos las bendiciones que llegan a las vidas de los misioneros cuando son obedientes y cuando aman y sirven a los demás”, dijo. “Ese es un gozo que se alcanza cuando uno se dedica al Padre Celestial, y fue una bendición para nuestros hijos aprender del ejemplo de los misioneros”.
Su llamamiento como Setenta Autoridad General ha hecho que el élder Eddy reflexione sobre su vida, tal vez como nunca antes. Se ha dado cuenta de que, a través de toda una vida en la cual ha buscado arrepentirse y mejorar mediante el amor y la gracia de Jesucristo, siempre ha habido un sentimiento alentador, edificante y optimista con respecto a ese proceso.
“Es como si el Salvador me hubiera dicho: ‘Tenemos un largo recorrido por delante. Sé que tienes que progresar mucho, pero estoy contigo en cada paso. No hay sorpresas. Si [tú] sigues avanzando, yo [te] seguiré impulsando’”, dijo. “Este constante empuje hacia arriba y ese estímulo han significado para mí, más de lo que puedo expresar con palabras. Ha significado todo para mí, para nuestro matrimonio, para la crianza de nuestros hijos, para nuestro servicio en la iglesia y para nuestras relaciones familiares y con amigos. El Salvador ha significado todo”.
Información biográfica
Familia: Nació en Long Beach, California, el 30 de marzo de 1973, hijo de Richard Cleighton Eddy y Mary Louise Savage Eddy. Se casó con Annette “Annie” Allen en el Templo de Provo Utah el 13 de agosto de 1994. Tienen seis hijos.
Educación: Se graduó con una licenciatura en comunicación de la Universidad Brigham Young en 1996 y como doctor en derecho en 2001 también de BYU.
Empleo: Trabajó como abogado y como un ejecutivo de negocios.
Servicio en la Iglesia: Estaba sirviendo como Setenta de Área — miembro del Decimosegundo Cuórum de los Setenta, en el Área Utah — al momento de su llamamiento. En su juventud sirvió como misionero en la Misión Santo Domingo Este República Dominicana. También sirvió, entre otros llamamientos, como consejero de un obispado, presidente de los Hombres Jóvenes, obispo, sumo consejero, consejero de una presidencia de estaca y presidente de la Misión Montevideo Uruguay.