Cuando un volcán submarino hizo erupción el 15 de enero de 2022, el élder Malakai Ika y el élder Richard Tu’l’onetoa, que prestaban servicio en la Misión de la Isla Exterior de Tonga, estaban en su apartamento en la isla de Kotu, a unos 96 km de distancia. El presidente de la misión, Sitiveni Fehoko, los llamó y les dijo que corrieran inmediatamente a un terreno más alto.
Mientras subían la colina, el élder Ika vio a un padre y dos niños pequeños tratando de apresurarse. El agarró a los niños y los llevó hasta la cima. El élder Tu’l’onetoa se encontró con una mujer mayor que se esforzaba por empujar su andador cuesta arriba. El la cargó y siguió adelante.
La Sala de Prensa de la Iglesia en el Pacífico informó (en inglés) que cuando el élder Tu’l’onetoa se acercaba a la cima, se dio la vuelta y vio una enorme ola que se dirigía hacia ellos. Pero de repente la ola se alejó. Y cuando llegó a la cima, se dio cuenta de que la mujer que cargaba se sentía casi tan ligera como un bebé.
Ambos misioneros se quedaron y ayudaron a otros hombres a llevar a la cima a más residentes de la isla.
Mientras tanto, a una docena de kilómetros al sur de la isla Nomuka, el élder Moses Foliaki y el élder Sefita Polata observaban el extraño comportamiento del océano desde la playa. El agua había retrocedido lejos en la bahía. El presidente Fehoko los llamó y les dijo que se internaran rápidamente en terrenos más elevados.
Mientras corrían, dijeron que miraron a su derecha y vieron que el tsunami pasaba por encima de una isla cercana, y que la ola se dirigía hacia ellos.
Los élderes se encontraron con una madre y dos niños pequeños y los cargaron para llevarlos colina arriba.
En la cima, vieron que la ola parecía dividirse justo cuando llegaba al centro de reuniones de la Iglesia en Nomueka. Entonces comenzó a caer la ceniza volcánica.
Alguien les dijo a los misioneros que un hombre estaba atrapado en un lago profundo tierra adentro, así que se apresuraron a llegar al lugar. Los misioneros saltaron y lo pusieron a salvo. También sacaron a dos personas más de entre los escombros, informó la Sala de Prensa de la Iglesia en el Pacífico (en inglés).
Mientras estaban rodeados por el dolor y la angustia de ese día, los misioneros se arrodillaron y oraron. Agradecieron a Dios por mantenerlos a salvo. Más tarde explicaron que al hacer esto, una ola de gratitud y amor los invadió y supieron que su oración había sido respondida.
Cuatro personas murieron y 18 resultaron heridas ese día. El cable de comunicación submarino resultó dañado y la mayor parte de las comunicaciones se cortaron durante más de un mes hasta que el cable fue reparado a principios de esta semana (en inglés).
Las familias y las comunidades todavía tienen mucho que reconstruir y limpiar. Los miembros locales han estado enviando ayuda a otras islas y, en cuestión de días, la Iglesia comenzó a organizar un envío aéreo de carga para ayudar a las víctimas. Otras ayudas también están en camino.
La Primera Presidencia se comprometió a ayudar en los esfuerzos de recuperación y reconstrucción en los próximos meses. Su carta del 21 de enero a los miembros de la Iglesia en Tonga alentó la fe y la calma (en inglés).
“¡Cómo los amamos!” decía la carta. “Su profunda e inconmovible fe en nuestro Padre Celestial y Su amado Hijo, Jesucristo, es conocida y admirada en todo el mundo”.