Los líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a menudo han enseñado acerca de la importancia de la salud mental. Aquí hay un vistazo a algunas de las cosas que han dicho sobre la realidad de las enfermedades mentales y cómo superar algunos de los problemas de salud mental.
La realidad de los desafíos sobre la salud mental
La hermana Reyna Isabel Aburto, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, enseñó durante su discurso de la Conferencia General de octubre de 2019: “Es normal sentirnos tristes o preocupadas de vez en cuando. La tristeza y la ansiedad son sentimientos humanos naturales. No obstante, si constantemente estamos tristes y si el dolor no nos permite sentir el amor del Padre Celestial y Su Hijo, y la influencia del Espíritu Santo, entonces quizá suframos de depresión, ansiedad u otra afección emocional”.
A veces se puede identificar la causa de la depresión o la ansiedad, pero no siempre, explicó ella. “El cerebro podría padecer debido al estrés o la intensa fatiga, lo cual a veces se puede mejorar ajustando la dieta, el sueño y el ejercicio”, dijo. “Otras veces, podrían necesitarse terapia o medicamentos bajo la dirección de profesionales capacitados”.
Si no se atienden, las afecciones mentales o emocionales pueden causar aislamiento, malentendidos, ruptura de relaciones, daño autolesiones y hasta el suicidio, dijo la hermana Aburto. “Esto lo he vivido en carne propia porque mi propio padre se suicidó hace muchos años, Su muerte fue impactante y devastadora para mi familia y para mí. Me ha tomado años procesar el dolor y hasta hace poco me enteré de que hablar del suicidio de maneras apropiadas en realidad ayuda a evitarlo en lugar de propiciarlo”.
En un devocional en 2018 con parejas casadas jóvenes en el área de Los Ángeles, el presidente Dallin H. Oaks, primer consejero de la Primera Presidencia, reconoció la prevalencia de los problemas de salud mental.
“Los académicos informaron en 2014 que 1 de cada 5 personas en los EE. UU., entre 18 y 25 años, tenía una enfermedad mental”, dijo el presidente Oaks.
Además, entre 2008 y 2016, hubo un aumento del 40% en los estudiantes universitarios que fueron diagnosticados o tratados por depresión, y un aumento del 70% en el diagnóstico o tratamiento de la ansiedad, dijo el presidente Oaks. “Verdaderamente estos son tiempos diferentes para su generación”.
Buscar ayuda médica
La hermana Aburto explicó que “Como otras partes del cuerpo, el cerebro está sujeto a enfermedades, traumas y desequilibrios químicos. Si nuestra mente padece, es apropiado que procuremos ayuda de Dios, de las personas que nos rodean y de profesionales médicos o de la salud mental”.
Durante la Conferencia de BYU para mujeres 2021, la hermana Michelle D. Craig, primera consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, dijo: “Una cosa que he aprendido es que un efecto secundario de la depresión clínica es sentirse adormecido y no sentir el Espíritu. Es muy importante que las personas se den cuenta de que esto no es una indicación de su dignidad o de su valía cuando lo sienten o cuando no sienten nada”.
Ella dijo que hay que usar los recursos de salud mental que están disponibles, como los médicos y los fármacos. “Cuiden de su salud física y de su salud espiritual”, dijo la hermana Craig. A veces solo necesitamos aferrarnos con la mente a algo que no sentimos en ese momento en nuestro corazón”.
En su discurso de la Conferencia General de octubre de 2013, el éder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a quienes enfrentan desafíos de salud mental a “bus[car] el consejo de personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y buenos valores. …Si tuvieran apendicitis, Dios esperaría que pidieran una bendición del sacerdocio y que obtuvieran la mejor atención médica disponible; lo mismo se aplica a los trastornos emocionales. Nuestro Padre en los cielos espera que usemos todos los maravillosos dones que Él nos ha proporcionado en esta gloriosa dispensación”.
El élder Alexander B. Morrison, ya fallecido, y Setenta Autoridad General emérito, dio instrucciones durante una reunión en el 2006 en Salt Lake City para el capítulo de Utah Alianza Nacional contra las enfermedades mentales. “A pesar de que los medicamentos están lejos de ser perfectos y pueden causar efectos secundarios no deseados y graves, muchos son efectivos contra una o más formas de las enfermedades mentales”, dijo él. “Además, los psicólogos capacitados tienen disponibles una serie de tratamientos terapéuticos que no requieren la administración de medicamentos y que son de gran valor, incluso curativos, para quienes padecen enfermedades mentales”.
Mostrar compasión por los que tienen enfermedades mentales
“Algunas de las cargas más pesadas que soportan los enfermos mentales y sus familias son los prejuicios, la ignorancia y la incomprensión que caracterizan las actitudes de muchos en la sociedad en este caso. Muchos enfermos y sus familias sienten, y con razón, que serán ridiculizados, juzgados e incluso rechazados si admiten que padecen una enfermedad mental y buscan ayuda para sus trastornos”, dijo el élder Morrison.
En el video “Cómo entender el suicidio”, el élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Sabemos por las estadísticas que hay alguien en el barrio que está sufriendo, que alguien está teniendo pensamientos suicidas en el barrio y, a medida que nos unimos como familias, iglesias y comunidad, podemos hacerlo mejor de lo que estamos haciéndolo ahora… Esa es la forma en que disminuimos cualquier tipo de vergüenza, reducimos cualquier tipo de estigma y obtenemos una mayor comprensión del proceso”.
Hizo hincapié en la importancia de la Iglesia “como comunidad, al unirse y ayudarse unos a otros en esta vida”.
“Lo que tenemos que hacer como Iglesia es acercarnos con amor y cuidado a aquellos que tienen pensamientos suicidas, que han intentado suicidarse, o que se sienten marginados de alguna manera. Necesitamos acercarnos con amor y comprensión, y eso se hace en conjunto con los profesionales de la salud y con los líderes eclesiásticos, y con el apoyo de amigos y familiares.
Los discípulos de Jesucristo han hecho un convenio con Dios de estar “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros” y “a llorar con los que lloran” (Mosíah 18:8-9).
Esto podría incluir informarnos sobre las enfermedades emocionales, encontrar recursos que nos ayuden a afrontarlas y, principalmente, acudir nosotros y llevar a los demás a Cristo, quien es el Maestro Sanador”, enseñó la hermana Aburto. “Aunque no podamos identificarnos con lo que los demás están pasando, el validar la realidad de su dolor puede ser un gran primer paso para hallar comprensión y sanación”.
Y continuó sugiriendo cómo ayudar a quienes sufren de depresión severa que, como resultado, “se distancian de los demás santos porque sienten que no encajan en un molde imaginario”.
“Podemos ayudarles a saber y sentir que sí tienen un lugar entre nosotros. Es importante darnos cuenta de que la depresión no se deriva de la debilidad y normalmente tampoco del pecado”, dijo la hermana Aburto. “Aumenta si se mantiene en secreto y se mitiga con la empatía’. Juntos podemos romper las nubes del aislamiento y el estigma para que se levante la carga de la vergüenza y se produzcan milagros de sanación”.
Mientras Dios trabaja haciendo esas reparaciones, “el resto de nosotros puede ayudar siendo misericordiosos, imparciales y amables”, dijo el élder Holland.
La hermana Aburto extendió una invitación para que “sigamos la senda del Salvador; mostremos más compasión y dejemos de juzgar y de ser los inspectores de la espiritualidad de los demás”. Ella dijo que “una de las mayores dádivas que podemos ofrecer es escuchar con amor, y podemos ayudar a llevar y disipar las cargadas nubes que asfixian a nuestros seres queridos y amigos para que mediante nuestro amor puedan volver a sentir al Espíritu Santo y percibir la luz que emana de Jesucristo”.
Evitar la vergüenza
En el evento De hermana a hermana, de la Conferencia de BYU para mujeres 2021, se recibieron miles de preguntas sobre el estrés, la ansiedad y la salud mental.
“Mucha gente preguntó sobre la culpa versus la vergüenza, que creo que es algo realmente importante”, dijo la hermana Sharon Eubank, primera consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro. “La culpa es (cuando) tu conciencia te dice que ese comportamiento probablemente no estaba en línea con tus valores; la vergüenza es ese sentimiento de ‘soy un fracaso, hay algo roto en mí, soy un desastre y nunca se podrá arreglar’. En mi opinión, la vergüenza no ayuda en nada”.
El élder Holland enfatizó el hecho de que las enfermedades mentales y los trastornos emocionales “son algunas de las realidades de la vida mortal y el reconocerlas no debería avergonzarnos, sino que tendría que ser como cuando reconocemos que tenemos que lidiar con presión arterial alta o con la repentina aparición de un tumor maligno”.
“¡Somos infinitamente más que nuestras limitaciones o aflicciones!”, declaró él.
La hermana Aburto dijo que “en cambio, al hablar abiertamente de nuestros problemas emocionales, reconociendo que no somos perfectos, damos permiso a los demás de expresar sus desafíos y juntos comprendemos que hay esperanza y que no tenemos que sufrir a solas”.
Además, debido a un “aguijón en [la] carne, podrías tener la capacidad para sentir más compasión por los demás”, explicó la hermana Aburto. “Siguiendo la guía del Espíritu Santo, cuenta tu historia para que ‘socorr[as] a los débiles, levant[es] las manos caídas y fortale[zcas] las rodillas debilitadas’”.
Durante un devocional dado a los estudiantes en BYU-Hawái en junio2019, el presidente Oaks dio información sobre un posible factor de ansiedad: la mayor oportunidad de comparar la vida de uno con la de los demás mediante la tecnología y las redes sociales.
“Esas comparaciones [de persona a persona] son contrarias a la enseñanza de las Escrituras que dicen que no estamos obligados a correr más rápido de lo que nuestras fuerzas nos permitan”, dijo el presidente Oaks. “Nuestro amoroso Salvador nos juzgará individualmente, no según el desempeño de nuestros congéneres”.
El papel del Salvador
Independientemente de las dudas sobre las causas de la ansiedad, el Evangelio da esperanza y seguridad, así como perspectiva para comprender el propósito de la vida y el papel de la oposición, enseñó el presidente Oaks.
En un discurso de la Conferencia General de octubre de 2016, la hermana Carole M. Stephens, entonces primera consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, testificó de la capacidad del Salvador para consolar, sostener y sanar en medio de las “realidades de la vida terrenal, como los desastres, las enfermedades mentales, las afecciones, el dolor crónico y la muerte”.
Ella compartió la historia de una joven con trastorno bipolar, quien describió a la hermana Stephens uno de sus días más oscuros:
“Puedo recordar el llanto, cómo las lágrimas corrían por mi rostro mientras me faltaba el aire; pero incluso tal sufrimiento intenso era mucho menor comparado con el dolor que siguió cuando vi que el pánico abrumaba a mi madre, tan desesperada por ayudarme… Pero no sabíamos que, a pesar de la profunda oscuridad, estábamos a punto de experimentar un gran milagro… Y cuando estaba convencida de que no podía aguantar más, entonces ocurrió algo maravilloso. Un poder trascendente y maravilloso de repente se apoderó de mi cuerpo. Luego, con una ‘fuerza superior a mí’, le declaré a mi mamá, con gran convicción, ocho palabras que cambiaron mi vida en respuesta a su deseo de llevar mi dolor. Le dije: ‘No tienes por qué; alguien ya lo hizo’”.
Aunque esa joven no fue sanada por completo ese día, recibió la luz de esperanza en un momento de oscuridad. “Hoy, apoyada por el sólido entendimiento de la doctrina de Cristo y fortalecida a diario por el agua viva del Salvador, ella continúa su trayectoria hacia la sanación y ejerce una fe inquebrantable en el Maestro Sanador”, dijo la hermana Stephens.
El élder Holland enseñó que, en medio del sufrimiento mental y emocional, “la gran seguridad en el plan de Dios, es que se nos prometió un Salvador, un Redentor que, mediante nuestra fe en Él, nos levantaría triunfantes por encima de esas pruebas y dificultades, aunque el precio para lograrlo fuera inmensurable, tanto para el Padre que Lo mandó, como para el Hijo que aceptó venir. Sólo el agradecimiento a ese amor divino es lo que hará que nuestro propio sufrimiento, en menor escala, sea, en primer lugar, soportable, luego comprensible, y finalmente redentor”.
Ante todo, dijo el élder Holland, nunca pierdan la fe en el Padre Celestial, quien los ama más de lo que pueden comprender.
“Como dijo el presidente Monson … ‘Ese amor nunca cambia… Está allí para cuando se sientan tristes o felices, desanimados o esperanzados. El amor de Dios está allí ya sea que sientan que merezcan amor o no; simplemente siempre está allí’”.
“Nunca jamás duden eso ni nunca endurezcan sus corazones”, dijo el élder Holland. “Fielmente sigan las buenas prácticas de devoción que invitan al Espíritu del Señor a sus vidas. Busquen el consejo de los que poseen las llaves de su bienestar espiritual. Pidan y atesoren las bendiciones del sacerdocio. Participen de la Santa Cena cada semana y aférrense a las promesas de perfección en la expiación de Jesucristo.
“Crean en los milagros. He visto suceder muchos de ellos cuando todo otro indicio decía que ya no había esperanza. La esperanza nunca se pierde. Si esos milagros no llegan enseguida, plenamente o nunca llegan, recuerden el angustiado ejemplo del Salvador: Si la amarga copa no pasa de nosotros, bebámosla y seamos fuertes, confiando en que vendrán días más felices”.