La juventud ha sido invitada a unirse al batallón de jóvenes del Señor, y esta es una responsabilidad que atesoran en sus corazones. Se esfuerzan por ser participantes activos en la obra de salvación, por obtener y fortalecer sus testimonios personales de Jesucristo y edificar a sus compañeros en sus propias jornadas hacia el Salvador.
En las escrituras, leemos acerca de jóvenes que experimentaron el maravilloso poder de Dios en sus vidas y utilizaron esas experiencias para bendecir y elevar a otros. Los ejemplos de jóvenes como Ester, Nefi, Abish, Mormón, la criada de la casa de Naamán y otros, nos enseñan el poder de un corazón y una mente bien dispuestas.
Estos nobles jóvenes vieron al Salvador, testificaron con valentía, preservaron los registros, guardaron sus convenios durante tiempos difíciles, salvaron naciones, fueron líderes poderosos, construyeron barcos y siguieron al profeta. Sí cosas maravillosas y milagrosas pudieron suceder a manos de los jóvenes en las escrituras antiguas, entonces, ¿por qué no pueden sucederles a nuestros jóvenes ahora?
Nuestras mujeres jóvenes son las más fuertes y valientes que el mundo jamás ha conocido, y no se conforman con permanecer al margen [de los acontecimientos]. Han sido llamadas por Dios para ser líderes. Fueron enviadas a la tierra, precisamente en esta época, con un propósito específico y están preparadas para los desafíos de nuestros días. Ellas también pueden ser una luz gloriosa que brilla en la oscuridad.
Esther Nable, de 13 años, de Bamako, Mali, y sus dos hermanas menores fueron bautizadas el año pasado y son los únicos miembros de la Iglesia en su familia. Cada semana, ella y sus hermanas fielmente caminan por calles con mucho tránsito y sin pavimentar para asistir a su pequeña rama. A Esther le gusta cantar los himnos y aprender cómo tocar el órgano; y, tal como la Esther de la antigüedad, ella es un poderoso ejemplo de fe para su familia y amigos ya que confía en Dios y a menudo testifica de Jesucristo y por qué debemos seguirlo.
Aidrey Anderson, de 18 años, de Ogden, Utah, ve cómo la mano del Señor la guía en su vida diaria. Ella sirve en la presidencia de su clase de seminario, y entiende el fuerte deseo que tienen sus compañeros de reunirse durante la pandemia. Mientras observa cuidadosamente todas las restricciones locales, ella continúa buscando la forma en que puedan participar en actividades que edifiquen la fe, fortalezcan sus testimonios, y ayuden a que la obra del Señor avance. En lugar de que los alumnos de seminarios se reúnan en el templo todos los viernes, el edificio de seminario se ha convertido en una extensión del templo ya que trabajan para reunir a sus parientes fallecidos a través de la indexación.
Romina Martínez, de 13 años, de Treinta y Tres, Uruguay, es actualmente la única mujer joven de su barrio. Ella también entiende la necesidad que tienen sus compañeros de estar juntos, así que ayudó a planificar una actividad en la que los jóvenes de su estaca se pudieran reunir en forma segura. Jugaron, comieron y compartieron cómo sus testimonios se fortalecieron durante la conferencia reciente de Para la Fortaleza de la Juventud. Esta experiencia les ayudó a fortalecer su fe en Jesucristo, ya que juntos sintieron la felicidad y sentimiento de pertenencia que viene de vivir el evangelio.
Estas mujeres jóvenes representan a tantas otras en todo el mundo que siguen el ejemplo del Salvador que siempre estuvo “haciendo el bien”.
La mayoría de nosotros tiene la oportunidad de interactuar, de alguna manera, con los jóvenes — no necesitamos tener un llamamiento oficial para hacerlo. Debemos saber sus nombres y lo que les interesa, necesitamos verlos como parte de la solución a los problemas que afectan nuestros barrios y comunidades. Enlistar a los jóvenes es el método del Señor para hacer que la obra de salvación y exaltación avance. Sucederán milagros.
A medida que las mujeres jóvenes noblemente acepten este llamado de un amado profeta, ellas, tal como los nobles jóvenes que las precedieron, probarán y conocerán la bondad de Dios. Ellas también encontrarán a Cristo en lo cotidiano y en lo milagroso, y serán el instrumento para ayudar a otros a encontrarlo. Ellas también ayudarán a preparar al mundo para Su segunda venida.