Una fotografía aérea de la granja Laie Hawaii Crops Farm de la Iglesia podría ser una postal de un idílico Edén tropical.
Las parcelas de huertos familiares, cultivados y bien organizados, las filas de bananeros y altísimos cocoteros bordean un tramo de la costa azul del Pacífico que parece interminable.
Sin embargo, la vista a nivel del suelo de la granja Laie Hawaii Crops Farm nos cuenta una historia diferente.
Mientras que el Edén de la Biblia ofreció abundancia sin esfuerzo, los cultivos aquí se cosechan con sudor, fuerza y cooperación. Habrá cosecha solamente si hubo una temporada de siembra.
Pero a las decenas de familias granjeras Santos de los Últimos Días no les molesta hacer todo ese trabajo. Juntas cultivan malanga (gabi, dasheen, kalo), tapioca (casava, mandioca, casabe, yuca), boniatos (papa dulce, camote), árbol del pan (breadfruit), guayaba y una variedad de otros cultivos tradicionales de la isla. La alegría es su compañera de labor.
La granja de 72 hectáreas, Laiee Hawaii Crops Farm que es propiedad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y que también la ha administrado por más de dos décadas, está brindando alivio temporal y espiritual en una época que todo el mundo asocia con el miedo y la preocupación.
“Esta granja”, dijo el obispo Saimone Tonga del barrio Hauula 6 (tongano), de la estaca Laie Hawái, “nos permite producir alimentos que pueden bendecir las vidas de los miembros y otras personas que los necesiten”.
Sustento temporal y espiritual durante una crisis global
Ubicada a unos ocho kilómetros al sur de Laie, en la isla de Oahu, la granja Laie Hawaii Crops Farm ha sido invaluable durante la actual pandemia de COVID-19.
La caída del turismo en Hawái — junto con las interrupciones temporales del funcionamiento del centro cultural Polynesian Cultural Center y la universidad de Brigham Young Hawái — han dejado a muchos miembros locales sin trabajo. Algunos de ellos vulnerables a la falta de alimentos.
“Los obispos de esta área han estado muy ocupados en muchos barrios porque la situación se ha prolongado demasiado”, dijo el élder Mons Ellingson, un misionero de tiempo completo que administra la granja propiedad de la Iglesia junto con su esposa, la hermana Sarah Ellingson. “La granja es una herramienta muy importante para los obispos en lo que respecta a la ayuda de los miembros necesitados”.
La demanda de parcelas para cultivo se ha incrementado considerablemente durante la pandemia, agregó él. “En años anteriores, los misioneros asignados a la granja incorporaban, algunas veces, unas 10 parcelas de cultivo al año. En los últimos nueve meses, hemos incorporado más de 130”.
La granja de la Iglesia proporciona alivio de muchas maneras.
Por un lado, las parcelas que se asignan a las familias enriquecen su régimen alimenticio con cultivos saludables y tradicionales, que son nutricionalmente superiores a los alimentos altamente procesados, y a menudo costosos, que se venden en las tiendas de comestibles.
“Los miembros de las presidencias de estacas [participantes] me han dicho que, en promedio, las familias que utilizan la granja ahorrarán alrededor de US$1.000 mensuales en alimentos”, dijo Wade Sperry, especialista en granjas del plan de bienestar de la Iglesia. “Muchos de los usuarios de las granjas llevan varias generaciones viviendo en el mismo hogar, por lo que poder ahorrar tanto dinero es un beneficio real para la gente.
Cada parcela de cultivo familiar asignada por los obispos locales, también enseña principios del evangelio tales como la autosuficiencia y la consagración. Los alimentos que los granjeros no puedan consumir se distribuyen entre sus parientes, otros miembros del barrio y vecinos. Gran parte de los productos se han usado para alimentar a personas sin hogar de la comunidad.
“Cualquier producto que nuestros granjeros no usen, lo comparten con otros o se los dan a los almacenes del obispo”, dijo el élder Eillingson.
Las tareas agrícolas también pueden ser divertidas. La preparación del suelo, el cuidado de los cultivos, la cosecha de los frutos y finalmente, comer y compartir los alimentos son actividades comunitarias. Los granjeros de todas las edades — incluyendo jóvenes y adultos mayores, disfrutan estar al aire libre (después de todo es en Hawái) y estar juntos, todo ello mientras se observan los protocolos de seguridad del día.
“Todos los días voy a la granja y veo familias y niños trabajando juntos”, dijo el obispo Tonga. “Están arando y plantando, y ven el fruto de su labor. Están produciendo alimentos para sus familias. …Cada parcela hasta la ladera, ha sido sembrada con distintos tipos de alimentos. Ha sido una gran bendición”.
La granja también es un destino popular para los misioneros de tiempo completo y otros voluntarios que simplemente desean servir. La granja tiene un promedio de 800 horas de voluntariado cada mes.
En la granja hay un par de hornos de hoyo que se pueden reservar para reuniones con la familia y amigos y cocinar allí las comidas hawaianas tradicionales.
Suelo fértil hawaiano, tierra santa
La granja Laie Hawaii Crops Farm se estableció a mediados de 1990 bajo la dirección de líderes de la Iglesia muy queridos, como Sione Feinga, el presidente de la estaca Laie Hawaii y el élder John H. Groberg, un Setenta Autoridad General que presidía sobre el área en aquel momento.
Con la bendición del presidente Ezra Taft Benson, se eligió, entre varias propiedades de la Iglesia, un sitio en la comunidad de Hauula. El presidente Feinga, que falleció el año pasado, fue seleccionado como el primer supervisor de la granja.
La extensa propiedad se divide en parcelas de varios tamaños. Cada parcela está cercada y organizada de acuerdo con las necesidades específicas del granjero y su familia. Hay un par de pozos equipados con bombas diesel para suministrar agua cuando sea necesario a las aproximadamente 230 parcelas.
Los administradores como el élder y la hermana Ellingson se encargan de la pala excavadora y el tractor de la granja para ayudar a limpiar y preparar el terreno para la siembra. También les enseñan a los principiantes los conceptos básicos de la agricultura como sembrar, regar y el control de las malezas.
Para los cientos de personas que trabajan en la granja Laie Hawaii Crops Farm, este es suelo sagrado.
“El simple hecho de poder ver los beneficios del trabajo y ver la gratitud que la gente tiene por la oportunidad de cultivar sus propios alimentos, ha aumentado enormemente nuestro testimonio y nuestra comprensión de la autosuficiencia y el valor de la ley de la cosecha”, dijo el élder Ellingson.
Cuando la Iglesia compró la propiedad hace décadas, nadie había pronunciado la palabra COVID-19. Pero la previsión orientadora e inspirada de los líderes de bienestar de la Iglesia, como el presidente Harold B. Lee, el presidente Thomas S. Monson y el élder Glen L. Rudd, un Setenta Autoridad General, continúa sustentando la vida y los espíritus vivos.
“Ellos son los que tenían la visión de estas granjas”, dijo Sperry.
El valor de las tierras de cultivo ha aumentado dramáticamente con el paso de los años. Pero, su valor eterno no se puede medir en dólares. Cada parcela de rico suelo de Oahu que se asigna, permite a las familias alimentarse a sí mismas y a los demás — incluso mientras practican la “religión verdadera” y otros principios eternos.