Cuando el élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, pronunciaba sus palabras finales en el Foro Interreligioso del G20 en Bolonia, Italia, hace unas semanas, se dio cuenta de algo. Había estado hablando a líderes religiosos sobre su tradición de fe compartida de compromiso con Dios y la caridad. Sin embargo, ninguno de los oradores que le precedieron había terminado de hablar en el nombre de la Deidad.
Se preguntó en su mente, “¿Me limito a dar gracias a este grupo y me siento, o termino en el nombre del Señor Jesucristo?”
Sin embargo, “Como testigo especial de Jesucristo, llamado a dar testimonio de Él a todo el mundo, sabía que el Señor me haría decir Su nombre para concluir mi mensaje”, dijo. “Y así lo hice”.
Todos los miembros bautizados de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, como el élder Rasband, tienen la bendición de tomar el sagrado nombre de Jesucristo y ser testigos de Dios “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que estuvieseis” (Mosíah 18:9). Todo lo que dicen y hacen refleja su deseo de ser contados como Sus discípulos.
Al dirigirse a los estudiantes del Ensign College en un devocional que se llevó a cabo en el Salón de Asambleas el martes, 26 de octubre, el élder Rasband invitó a todos los asistentes a “ser testigos de Dios, no dudando nada”.

Sus comentarios se inspiraron y pueden ser resumidos en Salmos 16:8: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; … no seré conmovido”.
Pedro, uno de los apóstoles de Jesucristo, lo negó tres veces en las últimas horas de la vida del Señor. “Lo siento por Pedro”, dijo el élder Rasband. “Había afirmado su lealtad muchas veces; había afirmado audazmente que nunca negaría al Cristo. Pero entonces, bajo la presión de los guardias, las multitudes y el caos, su determinación se debilitó. Al darse cuenta de lo que había hecho, salió y lloró”.
Pero el ejemplo de Pedro muestra que incluso si fallamos, “podemos levantarnos y ser firmes e inamovibles para defender al Señor”, dijo el élder Rasband. “Después de la muerte y resurrección del Salvador, Pedro y sus compañeros apóstoles fueron golpeados, amenazados de muerte y se les ordenó que no hablaran más en nombre de Jesús”.
En respuesta, Pedro y los otros apóstoles partieron “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hechos 5:40-42).

El discipulado de cada persona comenzó en el Concilio de los Cielos cuando se presentó el plan del Padre Celestial y Jesucristo se ofreció para ser el Salvador.
“Mis jóvenes amigos, estuvimos allí”, dijo el élder Rasband. “En ese concilio elegimos apoyar a nuestro Señor, venir a la tierra y ser valientes en la causa de Cristo, ser fieles a Su Iglesia, Su evangelio, Sus profetas y nuestros propios convenios. Nos comprometimos a esforzarnos por llegar a ser como el Salvador para que en el juicio final seamos dignos de recibir la exaltación en la presencia de nuestro Padre”.
En los últimos días y horas del ministerio terrenal del Salvador, Él tomó sobre sí los pecados, dolores y enfermedades de cada persona; Su expiación comenzó con Su sufrimiento en el Jardín de Getsemaní y terminó con Su resurrección. Todo el tiempo, “Él pensó en los que serían bendecidos por Su expiación”, dijo el élder Rasband.
Cada persona carga un peso de pecados, errores y convenios quebrantados. La fuerza para superar todo ese dolor proviene del Salvador y Su expiación.

“Recurrir al poder de la expiación del Salvador no es una experiencia al final de la vida cuando algunos hacen enmiendas por temor a lo que está por venir”, dijo el élder Rasband. “Es para hoy y mañana y todos los días siguientes”.
El Señor ha prometido, “Y también aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, … y esto haré yo para que me seáis testigos en lo futuro, y para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones” (Mosíah 24:14).
El élder Rasband habló de José Smith como alguien que se dedicó a hacer la obra del Señor y dio su testimonio de que “José Smith fue llamado por Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, para ser Su primer Profeta de la Restauración”.
José Smith recibió revelación para la Iglesia y para las personas. Una de esas revelaciones fue dada a Oliver Cowdery y se encuentra en la sección 6 de Doctrina y Convenios. El Señor le mandó “sé diligente; apoya fielmente a mi siervo José en cualquier circunstancia difícil en que se encontrare por causa de la palabra” (Doctrina y Convenios 6:18).
“’Apoya a José’”, repitió el élder Rasband. “Eso no es solo un buen pensamiento; es un mandamiento. ¿Ustedes lo hacen?”

Tener un testimonio de que José Smith fue llamado por Dios es fundamental para nuestra fe y testimonio de Jesucristo y Su Iglesia, dijo el élder Rasband. Si nuestro testimonio de esta verdad es vacilante, estudien las Escrituras y las enseñanzas de los que hacen la obra del Señor. “Oren y busquen un testimonio del Espíritu Santo de que José fue divinamente llamado y dirigido, y luego apóyenlo”.
El élder Rasband compartió el ejemplo de una amiga suya que experimentó un gran dolor emocional y angustia después de que un ser querido se alejara de la Iglesia. Ella recurrió a las Escrituras, el templo y la oración para seguir adelante en sus esfuerzos justos y no permitir que la amargura o la contención la derribaran.
Un domingo, mientras cantaba “Yo sé que vive mi Señor” y “Asombro me da” con la congregación de su barrio, las palabras la conmovieron y el Espíritu llenó su corazón.
“Pensó en esas palabras redentoras, ‘por mí … Su sangre Él derramó’, y se dio cuenta de que estaban destinadas a ella, en ese momento, no por ningún pecado de su parte, sino por un … corazón dolorido”, dijo el élder Rasband. “Ella describió que, literalmente, el dolor desapareció y no volvió”.
Este alivio viene a través de “la fe en Jesucristo, la obediencia y el arrepentimiento”, dijo. “Cuando ejercemos la fe, nos sentimos edificados debido a la infinita expiación del Salvador”.

Lehi, Nefi, Abinadí, Alma padre, los 2.000 jóvenes guerreros, Samuel el Lamanita y Moroni son algunos de los muchos ejemplos en el Libro de Mormón de hombres que ejercieron fe en Cristo, fueron testigos de Él y fueron edificados por la expiación del Salvador.
Hoy, el presidente Russell M. Nelson dirige la Iglesia de Cristo. En la conferencia general más reciente, dio este consejo: “Si ustedes y yo vamos a resistir los peligros y las presiones venideras, es imprescindible que cada uno de nosotros tenga un firme cimiento espiritual edificado sobre la roca de nuestro Redentor, Jesucristo. … Ha llegado el momento de que cada uno de nosotros implemente medidas extraordinarias — quizás medidas que nunca antes hemos tomado — para fortalecer nuestro propio cimiento espiritual”.
Para terminar, el élder Rasband dio una bendición apostólica para que “tengan a Jesucristo siempre en la mira y busquen el poder de Su expiación para bendecir su vida cuando fallen, tengan dificultades o necesiten Su mano fuerte, y para que sigan el consejo de los profetas y apóstoles vivientes y estudien sus enseñanzas.
“Ruego para que no sean conmovidos como testigos de Dios”.
Vea el devocional completo aquí (en inglés).