En septiembre de 2008 escribí una historia sobre el trayecto de un durazno, que pasó de las manos de miles de voluntarios Santos de los Últimos Días a la boca de una familia devastada por el huracán.
La historia comenzó en una granja de bienestar de la Iglesia en North Ogden, Utah, donde los miembros locales cuidaban de los duraznos. A finales del verano de ese año, los voluntarios recogieron una cosecha abundante de duraznos.
Los duraznos se entregaron a una fábrica de conservas de la Iglesia en Lindon, Utah, donde voluntarios adicionales los limpiaron y procesaron.
Ahora con la etiqueta “Deseret”, los duraznos enlatados fueron transportados a Welfare Square en Salt Lake City, donde aún más voluntarios los colocaron en cajas de alimentos para familias. Luego, esas cajas fueron cargadas — nuevamente por miembros voluntarios de la Iglesia — en un camión y llevadas a Texas.

Los voluntarios Santos de los Últimos Días descargaron el camión y llevaron las cajas de comida a la casa de una familia necesitada en el área metropolitana de Houston, Texas; la familia todavía estaba recuperándose de los efectos del huracán Ike que devastó su comunidad.
La familia abrió una caja con comida suficiente para alimentarlos de una semana a 10 días. Encontraron arroz, aceite vegetal, mantequilla de maní, mezcla de bebidas de frutas y, por supuesto, una lata de duraznos.
Cuando se publicó la historia, me sentí satisfecha de haber comunicado que el durazno era una prueba de que, a través de pequeños y simples actos de servicio, la Iglesia puede lograr colectivamente algo grande. Muchas manos habían participado en la respuesta de la Iglesia al desastre.
En esencia, los miembros fueron y recogieron los duraznos en el huerto. Y fueron a la fábrica de conservas y pusieron los duraznos en una lata. Y acomodaron las latas en el almacén y las metieron en una caja que finalmente llegó a los brazos de alguien que lo necesitaba.
La hermana Sharon Eubank, primera consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro y presidenta de Latter-day Saint Charities, informó en la conferencia general de octubre de 2021 sobre las muchas formas en que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha estado respondiendo al mandato divino de cuidar de los pobres.
En un seguimiento de su informe de la conferencia, la hermana Eubank compartió en el blog de la Iglesia “16 cosas que puedes hacer para ser humanitario”.
“Cada una de estas sugerencias es sencilla, pero creo que las pequeñas gotas de bondad que cada uno de nosotros aporta se suman con el tiempo para cambiar verdaderamente el mundo”, escribió (lea más aquí).
Todos queremos aportar nuestra pequeña gota de bondad.
Unos días después de que se publicara la historia de mi durazno, recibí varios correos electrónicos.

El primero dijo que había subestimado el tamaño del huerto de North Ogden. El remitente dijo que era bastante grande para una empresa no comercial, con más de 4.000 árboles de durazno con 570 árboles nuevos plantados en 2006 y 2007. Dijo que la cosecha había crecido con la maduración de los árboles a 129.727 kilos cosechados en 2005, 151.953 kilos en 2006, 205.930 kilos en 2007 y 210.920 kilos en 2008. Calculó que las horas de trabajo donadas solo en 2008 excedieron las 11.000 horas.
Un segundo correo electrónico, de otro lector, habló sobre los miembros que dieron su tiempo para recoger los duraznos, algunos tan entusiasmados que recogieron — “duraznos verdes”.
Un último correo electrónico procedía de un hombre que detalló un error importante en la historia. Dijo que me olvidé de mencionar su importante trabajo en la epopeya del durazno. Él había podado los árboles de duraznos.
Me senté en mi escritorio preguntándome por qué la gente se preocupa tanto por los duraznos. Entonces me di cuenta de que no me estaban escribiendo correos electrónicos solo sobre los duraznos, sino sobre sus deseos de expresar sus sentimientos de compasión por los demás de maneras que harían la diferencia.
Les importaba cómo se podaban los árboles y si los duraznos estaban maduros cuando se cosechaban. Les importaba cuántos duraznos dejaban a su cuidado, porque eso significaba más personas que podían compartir la alegría de su cosecha. Se preocupaban por los duraznos porque se preocupaban por las personas.
En la conferencia general, la hermana Eubank expresó por qué eso es importante.
“Como miembros bautizados de la Iglesia, estamos bajo convenio de cuidar a quienes están necesitados. Nuestros esfuerzos individuales no necesariamente requieren dinero o lugares muy lejanos; requieren la guía del Espíritu Santo y un corazón dispuesto a decirle al Señor: ‘Heme aquí, envíame a mí’”.