En ocasiones se le pregunta al élder David A. Bednar del Cuórum de los Doce Apóstoles, por qué los Santos de los Últimos Días no experimentan los tipos de milagros que definieron los primeros días de la Restauración.
La respuesta del Apóstol es siempre la misma: “¡Si los experimentamos!”
El martes 19 de enero, el élder Bednar enseñó a una vasta audiencia en el devocional de la Universidad Brigham Young —algunos reunidos en el Marriott Center en Provo, Utah, muchos otros virtualmente— que milagros diarios que alteran la vida ocurren continuamente en las vidas de las personas que honran sus convenios y reciben fielmente el “poder divino”.
El éxodo de Nauvoo
El élder Bednar comenzó su mensaje devocional repasando el desesperado, pero lleno de milagros, éxodo de Nauvoo de 1846, que inició la migración hacia el oeste de los Santos de los Últimos Días desde Nauvoo, Illinois.
La etapa invernal del éxodo, en particular, provocó “dificultades inimaginables” para los santos expulsados por la muchedumbre. Muchos buscaron refugio en campamentos a lo largo del río Mississippi. Cuando el presidente Brigham Young en Winter Quarters se enteró del sufrimiento de los exiliados, envió una carta a los hermanos en Council Point, pidiendo su ayuda:
“Ahora es el momento de trabajar”, escribió el presidente Young. “Que el fuego del convenio que hicieron en la Casa del Señor, arda en sus corazones, como llama insaciable”.
En cuestión de días, las carretas rodaban hacia el este para rescatar a los santos.
“¿Qué fue lo que les dio tanta fuerza a esos primeros miembros de la Iglesia?” preguntó el élder Bednar. “¿Qué alimentó su devoción y les permitió seguir adelante en condiciones abrumadoramente adversas?”“Fue el fuego de los convenios y las ordenanzas del templo lo que ardía en sus corazones. Era su compromiso de ‘adorar y sostener honorablemente un nombre y posición’ en la casa del Señor”.
Utilizando las enseñanzas del presidente M. Russell Ballard, presidente en funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, el élder Bednar recordó a sus oyentes el martes, que servir a los demás de manera significativa rara vez es conveniente. Pero el poder espiritual no se obtiene al vivir por conveniencia — sino al guardar los convenios.
El guardar los convenios alimentó la vida de los primeros Santos de los Últimos Días.
“En su situación extrema, estos devotos discípulos estaban muy conscientes de su dependencia de Dios y confiaban en Él para liberación”, dijo el élder Bednar. “Y creo que comprendieron que los convenios sagrados y las ordenanzas del sacerdocio recibidos dignamente y recordados continuamente, abren los canales celestiales a través de los cuales tenemos acceso al poder divino y a todas las bendiciones que se hacen disponibles mediante la Expiación del Salvador”.
A través de su fidelidad, esos primeros santos invitaron el “fuego del convenio” y el poder de la divinidad a sus vidas. A través de ese fuego, encontraron fuerza y bendiciones.
El élder Bednar señaló la “importancia eterna de los convenios y ordenanzas del templo” que anclan ambos extremos del movimiento de los Santos de los Últimos Días hacia el oeste.
En Nauvoo, Brigham Young trabajó incansablemente para que los santos pudieran recibir las bendiciones del templo en Nauvoo antes de viajar hacia el oeste. Y una de las primeras cosas que hizo el profeta pionero al entrar en el Valle del Lago Salado fue seleccionar un sitio para lo que se convertiría en el Templo del Lago Salado.
“Mis queridos hermanos y hermanas, los convenios sagrados, las ordenanzas del sacerdocio, el ‘fuego del convenio’ y el poder divino son fundamentales para comprender la amplitud, profundidad y alcance de la migración de los Santos de los Últimos Días de Nauvoo al gran valle del Lago Salado”, dijo el élder Bednar. “Y las lecciones aprendidas en Nauvoo y a lo largo del camino mientras los santos viajaban hacia el oeste continúan bendiciéndonos hasta el día de hoy”.
Una advertencia de tres días
El poder milagroso del “fuego del convenio” se hizo evidente recientemente en Norteamérica cuando, el martes 10 de noviembre del 2020, funcionarios gubernamentales de una gran jurisdicción anunciaron que las organizaciones religiosas deberían suspender todas las reuniones públicas en un esfuerzo por reducir la propagación del COVID-19.
El anuncio incluyó una advertencia de tres días de que todas esas operaciones religiosas deberían cesar al final del día del viernes 13 de noviembre.
Debido a que los templos habían sido cerrados por un período de tiempo a principios de año, los miembros y líderes del templo en la jurisdicción afectada estaban decepcionados de que la obra de ordenanzas se detuviera nuevamente.
“Los líderes y obreros de un templo oraron fervientemente pidiendo dirección, deliberaron en consejo y buscaron inspiración del cielo”, dijo el élder Bednar.
Pronto las respuestas llegaron.
Se tomó la decisión de mantener el templo abierto las 24 horas del día los miércoles, jueves y viernes para dar cabida a la mayor cantidad de personas posible. Las puertas del templo permanecerían abiertas, y las luces no se apagarían hasta la medianoche del viernes 13 de noviembre.
Las tareas que debían completarse parecían abrumadoras. Era necesario contactar a miembros para confirmar las citas existentes y re-agendar las citas afectadas por los cambios. Los horarios de los obreros del templo tenían que ser evaluados y extendidos. Era necesario organizar y modificar los esfuerzos de limpieza.
“El trabajo comenzó”, dijo el élder Bednar. “Se hicieron llamadas telefónicas. Se enviaron correos electrónicos. Se enviaron y contestaron mensajes de texto. Se solicitaron voluntarios y respondieron por docenas. Las puertas del templo se abrieron temprano el miércoles por la mañana y las luces no se apagaron hasta la medianoche del viernes”.
Para ilustrar las “experiencias extraordinarias” que ocurrieron en ese templo, el élder Bednar compartió citas de ocho personas que participaron, directamente, en ese esfuerzo sin precedentes en el templo.
Dijo una persona:
“Los empleados y las secretarias de la oficina pasaron incontables horas llamando a las personas afectadas por el cierre para ver si les gustaría reprogramar sus citas. Cada vez que pasaba por sus escritorios estaban en el teléfono. Cuando colgaban, tenían sonrisas en sus rostros mientras llenaban el horario con nuevas citas para las ordenanzas que se realizarían durante la noche. Nunca había visto tanta dedicación como estas hermanas trabajaron tan duro para acomodar a los miembros en la obra del Señor”.
Y de otro:
“El servir en el templo durante la noche, como los pioneros de Nauvoo de antaño, fue una de esas atesoradas oportunidades que pasan una vez en la vida”.
“Todo nuestro turno estaba asombrado por la luz que se mostraba en los ojos de los miembros que asistieron y su gratitud — y conmovidos por el sacrificio y el privilegio que era para nosotros como obreros servirles de esta manera”.
El día de milagros no ha cesado
Los eventos llenos de fe en Nauvoo en el invierno de 1846 y en América del Norte en noviembre del 2020 son “asombrosamente similares”, dijo el élder Bednar.
Los milagros ocurrieron cuando la secretaria del templo y un miembro pudieron agendar una cita —en un horario casi completamente lleno— en el momento preciso en que el miembro podía venir al templo.
Los milagros ocurrieron cuando una recién conversa descubrió en su sesión de investidura en vivo a una amada obrera y amiga que no sabía sobre la cita de la recién conversa.
“Los poderosos milagros en nuestras vidas son exactamente los mismos hoy como siempre lo han sido para los discípulos devotos del Señor Jesucristo: hacer convenios sagrados con Dios y recibir dignamente las ordenanzas del sacerdocio, el fuego de esos sagrados convenios obrando sobre y dentro de nosotros, y recibir poder divino en nuestras vidas al guardar esos convenios y ‘caminar en todas las ordenanzas del Señor’”.