Rodeado por la exuberante vegetación típica del bosque brumoso hondureño, el élder José Bernardo Hernández, nativo de San Pedro Sula y setenta de área, hizo comentarios breves y luego ofreció una oración dedicatoria para conmemorar el inicio de la construcción del Templo de San Pedro Sula, Honduras.
Aunque pocos pudieron asistir al evento especial que se llevó a cabo el sábado, 5 de septiembre, debido a las restricciones por el COVID-19, la ceremonia simple pero sagrada se transmitió en vivo a los miembros de toda la región.
El templo de San Pedro Sula será el segundo templo en la nación centroamericana. El presidente Dieter F. Uchtdorf, el entonces segundo consejero de la Primera Presidencia, dedicó el Templo de Tegucigalpa, Honduras en marzo del 2013.
En su discurso, el élder Hernández dijo que los santos de los últimos días de Honduras serán bendecidos, no solo por el templo finalizado, sino también a medida que se preparan para su culminación. “La preparación personal [para ir al templo] traerá a nuestras vidas muchas bendiciones inimaginables, tales como la vida eterna y la unión de la familia por la eternidad”, él dijo.
Animó a los padres a enseñar a sus hijos la importancia de seguir los mandamientos de Dios y a los jóvenes a asistir al templo a menudo para participar en las ordenanzas. También invitó a los niños a mantener la vista puesta en “la Casa del Señor” y siempre calificar para ingresar en ella.
Durante su visita para dedicar el templo de Tegucigalpa, el presidente Uchtdorf reconoció tres características típicas de los miembros de Honduras que hacen que encajen naturalmente en el templo: Primero, tienen amor por Dios. Segundo, tienen amor por la familia. Y tercero, tienen amor por el país.
El élder Carlos H. Amado, un nativo centroamericano que entonces se desempeñaba como setenta autoridad general, también comentó durante la dedicación del templo sobre la inestabilidad económica y de seguridad que enfrentan los miembros del área. Pero el evangelio del Señor ofrece esperanza y paz —y el templo es la casa del Señor.
“El templo nos enseña que la vida no es una tragedia”, dijo el élder Amado. “El templo nos enseña que la vida es una oportunidad”.
En el momento en que se anunció el templo en la conferencia general de abril del 2019, Roger Zavala, un santo de los últimos días residente de San Pedro Sula, dijo que sintió que su corazón estallaba de alegría cuando escuchó al presidente Russell M. Nelson anunciar que se construiría el segundo templo de su país en su ciudad natal.
“Nuestros corazones están llenos de alegría al saber que muchos miembros fieles aquí están ayudando a hacer posible este templo por medio de su fidelidad y servicio”, dijo. “Tanto nuestras familias en la tierra como nuestros parientes al otro lado del velo serán bendecidos por toda la eternidad”.
En 1980, había 6.300 miembros de la Iglesia en Honduras. Hoy en día, hay cuatro misiones y aproximadamente 180.000 miembros en 239 congregaciones.
Tardó casi siete años desde que la Iglesia anunció el templo de Tegucigalpa hasta su terminación. Los miembros, sin embargo, mostraron paciencia y perseverancia durante ese tiempo. Durante varias décadas viajaron aproximadamente 644 kilómetros hasta el templo en la ciudad de Guatemala, un viaje de ocho horas o más en autobús. La finalización del primer templo en la nación centroamericana recortó el tiempo de viaje por la mitad para muchos miembros fuera de Tegucigalpa, por lo que los viajes de barrio o estaca al templo pudieron planificarse para un solo día. Debido a los ahorros en tiempo y tarifa de autobús, se redujo el costo en un 90 por ciento. Con el templo en San Pedro Sula, se disminuirá aún más.
El Templo de San Pedro Sula, Honduras, prestará servicio a los santos de los últimos días en los departamentos de Atlántida, Islas de la Bahía, Colón, Copán, Cortés, Lempira, Ocotepeque y Santa Bárbara.