Nota del editor: Esta narración es parte de una serie de Church News titulada “Mujeres del convenio”, en la que las mujeres de la Iglesia hablan de sus experiencias personales con el poder del sacerdocio y comparten lo que han aprendido al seguir el consejo del presidente Russell M. Nelson de “trabajar con el Espíritu para comprender el poder de Dios, o sea, el poder del sacerdocio” (“Tesoros espirituales”, conferencia general de octubre de 2019).
Cuando tenía nueve años, mis padres engancharon un remolque de U-Haul a nuestra camioneta Ford Galaxy 500 y emprendimos un viaje de más de 3.200 kilómetros. Durante el año siguiente, vivimos en la granja de Martin Harris en Palmyra, Nueva York. Poco sabía yo, que este sería el comienzo de un viaje de toda la vida para descubrir lo que el presidente Russell M. Nelson llama nuestros “tesoros espirituales más sublimes”.
Recuerdo que un día visité el viejo Harmony (ahora Oakland), Pensilvania. Papá estacionó el auto cerca de un antiguo cementerio y saltamos del auto para explorar. Una pequeña lápida me llamó la atención: “En memoria de un hijo pequeño de José y Emma Smith,15 de junio de 1828”. Alvin fue su primer hijo y vivió solo unas pocas horas. Me imaginé el dolor de Emma y el profeta José, mientras papá nos contaba más de su historia.
Aunque perseguido terriblemente, José trabajó diligentemente para traducir El Libro de Mormón, y Emma fue su primera escribiente. Martin Harris también fue escribiente por un tiempo, hasta la devastadora pérdida de las 116 páginas del manuscrito. Posteriormente llegó Oliver Cowdery. Mientras él y José buscaban la guía divina, Juan el Bautista se les apareció cerca del río Susquehanna y restauró la autoridad del Sacerdocio Aarónico y la ordenanza del bautismo. Poco después, Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec. En las palabras de Oliver: “estos fueron días inolvidables”.
Ansiosa por investigar más, corrí hacia un monumento cercano que representaba la restauración del Sacerdocio Aarónico. Cuando miré a Juan el Bautista, con sus manos sobre la cabeza de José y Oliver, un tierno ardor llenó mi pecho. Supe que lo que se forjó en bronce delante de mí representaba algo que realmente sucedió, y mi corazón cambió.
El presidente Nelson declaró: “Todo lo que sucedió en esa zona tiene implicaciones profundas para la vida de ustedes” (“Tesoros espirituales”, conferencia general de octubre de 2019). Así que, recientemente me pregunté, ¿cómo me ha impactado lo que sucedió allí?
Al meditar en esa pregunta, me sentí atraída por las primeras palabras dadas a Emma en Doctrina y Convenios 25: “Escucha la voz del Señor”. En otras palabras, “Escúchalo”. Permanece quieta y escucha. Cuando lo hice, el Espíritu trajo recuerdos específicos a mi mente.
Recordé que mi vida fue preservada por el poder del sacerdocio cuando contraje neumonía cuando era una bebé. Pensé en mi bautismo y en las manos grandes de mi papá en mi cabeza confiriéndome el don del Espíritu Santo. Recordé vívidamente el día en que fui sellada a mi esposo en la casa del Señor, y cómo el Señor me sostuvo durante el nacimiento de nuestros cuatro hijos y dieciséis nietos.
El Señor me instruyó por medio de la revelación de los profetas vivientes, del Libro de Mormón y de la revelación personal. Me fortaleció durante los años de soledad cuando mi esposo viajaba mucho por el trabajo. Dios envió manos que ayudaron a levantarme cuando estaba tan enferma que me arrastraba inútilmente por la casa tratando de cuidar a mis niños en edad preescolar. Me recordó las oportunidades que me dio para amar, servir y perdonar. Me consoló en la pérdida de seres queridos con la seguridad de una familia eterna y me llevó a participar en el glorioso ministerio de la historia familiar y la obra del templo.
Recordé, con lágrimas en los ojos, que el Señor y Sus ángeles estuvieron “a mi alrededor” mientras mi esposo y yo servimos en una exigente misión de tres años en Europa Oriental, y que, por Su poder del sacerdocio, nuestro precioso nieto de 3 años que se ahogó fue milagrosamente restaurado a la vida. En momentos de tristeza y felicidad, Él ofreció amor, conocimiento, consuelo y paz. Literalmente: “A toda hora hay en mi hogar, de Dios bendiciones sin cesar”. ¿Por qué? Porque Él me ama a mí, como ama a todos Sus hijos.
El reconocer y recordar estos incomparables “tesoros espirituales” me hizo caer de rodillas con gratitud, asombro y amor. Todo lo que el Señor restauró en los días de Emma y José ha tenido continuas “implicaciones profundas” en el viaje de mi vida, como lo hizo en el de ellos y lo hace en el suyo. Pídale al Señor que le muestre cómo.
Cuando elegimos “escuchar” y ejercer fe en el Señor, Su poder se desata en nuestras vidas. En medio de todas nuestras pruebas y alegrías, yo sé que, por lo que sucedió en el viejo Harmony, algún día habrá perfecta armonía.
En Harmony
¿Qué lecciones tiene Harmony para mí?
¿Qué necesito saber de Ti sobre la verdad?
Mientras camino el sendero con ojos para ver,
Por favor, llévame a Harmony.
Tu poder del sacerdocio restaurado a la tierra
Permite el renacimiento de mi humilde alma,
Si escucho Tu voluntad, no la mía,
Puedo lograr Tu propósito divino.
Mientras camino por Tu sendero — Ah, ahora veo,
Debo afinar y sellar mi corazón a Ti.
Cuando me encuentro en armonía,
Es más que un lugar, es una forma de ser.
Kaylene Harding