Luego de la resurrección de Cristo, Él se apareció a Sus apóstoles, por tercera vez, en el mar de Tiberias. Él le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?”. Pedro respondió cada vez: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”. La respuesta simple del Salvador fue: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17).
¿Pueden oír Su voz, llamándonos amablemente a apacentar Sus ovejas o a tender una mano a quienes necesitan amor o un oído para escuchar, a quienes necesitan al Salvador y la luz del evangelio en su vida? ¿Podría Él también estarnos llamando a apacentar a nuestros niños quienes están listos para recibir más luz y arraigar sus testimonios en el corazón?
El presidente Russell M. Nelson nos ha invitado a todos a involucrarnos en la gran obra de salvación de ayudar a otros a “venir a Cristo” (Jacob 1:7). Nuestros hijos son miembros por convenio del evangelio de Jesucristo y necesitan ser incluidos en Su gran obra. Ellos pueden aprender de los padres, abuelos, vecinos y maestros a medida que trabajan codo a codo, sirviendo y amando juntos, tal como lo hizo el Salvador.
Una madre joven estaba reunida con una amiga en su gran jardín familiar. La amiga se percató de pequeñas secciones que parecían haber sido plantadas por cada uno de los niños pequeños. La madre explicó que era su lugar individual para plantar lo que ellos eligieran. Se les enseñaba cómo preparar la tierra y plantar cada tipo de semilla. Eran responsables de regar, desmalezar y cuidar de los vegetales a medida que crecían. Cuando llega el momento, se les enseña cómo cosechar, disfrutar y compartir “los frutos de su labor” (Alma 26:31).
Qué hermoso ejemplo de una madre y un padre que enseñan a sus hijos paso a paso y, en el proceso, crean un jardín. Este proyecto de jardín familiar también puede enseñarnos sobre cómo involucrar a los niños en la obra de salvación. En primer lugar, los padres guiaron con el ejemplo, haciendo el trabajo juntos, codo a codo con sus hijos. En segundo lugar, les dieron a los niños una parcela o tarea más pequeña, apropiada según su capacidad. Y finalmente, les enseñaron que, a medida que los niños rieguen y cuiden las semillas con constancia, estas crecerán y producirán un “fruto” nutritivo y sustentador que pueden compartir con otros (1 Nefi 8:10).
No siempre necesitamos producir experiencias grandes y complejas para nuestros niños. Pero ser deliberados nos ayudará a encontrar maneras simples de crear experiencias compartidas dentro de las tareas de nuestra vida cotidiana.
Por ejemplo, una madre joven asigna un día cada semana en el que encontrará un servicio para hacer con sus hijos. En uno de sus días de servicio designados, estaba particularmente ocupada con las preparaciones para un evento de esa noche y no había planificado un servicio. Mientras conducía a casa luego de hacer diligencias con sus hijos, se percató de una pareja mayor en su vecindario que estaba rastrillando hojas y recogiendo ramas en su gran patio. Ella se detuvo, los niños salieron del auto y comenzaron a ayudar con el trabajo. Luego, la pareja los invitó a quedarse y comer paletas heladas juntos en la terraza trasera, y se formó una nueva amistad. Esta sabia madre compartió una lección que ha aprendido a lo largo de su experiencia: “Si incluyes el servicio en el calendario, la oportunidad siempre se presenta”.
“Los niños son grandes imitadores, así que démosles algo grande que imitar” (Hermana Joy D. Jones, “Una generación resistente al pecado”, conferencia general de abril de 2017). Permítanles estar con ustedes y ayudar de formas apropiadas cuando estén llevando una comida a un vecino, consolando a un padre enfermo, invitando y recibiendo a una familia no miembro para la cena, o ayudando a un vecino a mudarse.
Se plantarán pequeñas semillas a medida que les contemos a nuestros hijos historias de antepasados que nunca han conocido, a medida que nos vean pasar tiempo indexando o buscando nombres y a medida que compartamos nuestro amor por el templo y nuestro deseo de estar allí. Esas semillas se nutren cuando les damos a los niños la oportunidad de contar una historia de las escrituras, compartir su testimonio, o elegir y dirigir una canción durante el tiempo de estudio familiar de “Ven, sígueme”. Hay muchas cosas que nuestros niños pueden hacer. “Sentirán el gozo de escoger participar en la causa de Cristo y sacrificarse por ella. Su evangelio se arraigará en su corazón y la obra seguirá adelante de maneras milagrosas”, dijo el hermano Douglas D. Holmes (“En lo más profundo del corazón”, conferencia general de abril de 2020).
Cristo es el Buen Pastor, que siempre nos muestra la forma de cuidar de Sus ovejas. Él nutrió, recogió, consoló y guio tiernamente a Su rebaño, cuidando de cada uno individualmente (Isaías 40:11). Nosotros podemos hacer lo mismo.