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‘Experiencias y talentos’ que han preparado al hermano Wilcox para servir en la presidencia general de los Hombres Jóvenes

Elder Brad Wilcox and Sister Debi Wilcox Crédito: Richard M. Romney, Intellectual Reserve, Inc.
El hermano Bradley R. Wilcox Crédito: Intellectual Reserve, Inc.

Hace años, al asistir como orador invitado a una conferencia para jóvenes en California, el hermano Bradley R. Wilcox conoció a un hombre joven que no quería estar allí. Fue con el adolescente a la sombra de un árbol y pronto comenzaron a hablar del tema favorito de ese joven —la patineta. 

El hermano Wilcox le pidió al adolescente que le mostrara algunos movimientos de patinaje y quedó impresionado. Invitó al joven a hacer una demostración de patinaje en un evento de Especialmente para la Juventud (EFY) ese verano. Al principio, el joven se resistió, pero le gustó la idea y, finalmente, aceptó.

En el proceso, el joven tuvo una experiencia que le cambió la vida y descubrió su testimonio del evangelio, dijo el hermano Wilcox.

“Llegó a EFY en una patineta, pero salió como un misionero”. 

Ese relato es una de las muchas experiencias de ese estilo en la vida del hermano Wilcox que demuestran su amor profundo por los jóvenes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. 

“He pasado mi vida con niños, adolescentes y jóvenes adultos. Amo a los jóvenes”, dijo el hermano Wilcox, que fue sostenido como segundo consejero en la presidencia general de los Hombres Jóvenes, reorganizada recientemente en la conferencia general de abril de 2020.

El hermano Bradley R. Wilcox
El hermano Bradley R. Wilcox | Crédito: Intellectual Reserve, Inc.

Bradley Ray Wilcox nació el 25 de diciembre de 1959, en Provo, Utah; es hijo de Ray T. Wilcox y Val C. Wilcox. A excepción de algunos años de su niñez que pasó viviendo en Etiopía, creció en Provo con una familia que estaba llena de “ejemplos maravillosos”, según dijo él.

Durante sus años de secundaria media, el hermano Wilcox a menudo recibía burlas o era dejado de lado en la escuela debido a que no le interesaban los deportes. En una etapa en la que la mayoría de las actividades para jóvenes varones tenían que ver con arrojar una pelota de baloncesto, un líder llamado Brad Allen reconoció los intereses del joven adolescente y lo alentó a seguirlos. De muchas maneras, el hermano Wilcox ve cómo su propia experiencia refleja la dirección del nuevo programa para Niños y Jóvenes.

“Nunca sentí que se me necesitara hasta que él se me acercó”, recordó. “Debido a que un líder pasó tiempo conmigo y me alentó a desarrollar mis talentos, supe que podía contribuir en la Iglesia. Gracias a mis padres y líderes de la Iglesia, sabía que era un hijo de Dios y que era muy valioso. Cuando mis compañeros se burlaban de mí, nunca tomé su rechazo como evidencia de que no era una buena persona, sino de que ellos no me conocían lo suficientemente bien. Pensaba que, si me conocieran, les caería bien. Esa perspectiva me ayudó a pasar unos años difíciles de secundaria media y mantener intacta mi autoestima”.

Esas experiencias le dieron empatía al hermano Wilcox y lo ayudaron a ser más sensible a las necesidades de los demás. Él nunca quiso que nadie más pasara por lo que él había enfrentado. Saludaba a todas las personas con las que se cruzaba —un hábito que todavía conserva. Al involucrarse en el centro de gobierno estudiantil y en otras actividades, buscó maneras de servir y ayudar a todos a sentirse bienvenidos e incluidos. “Intentaba preocuparme más por los demás que por mí mismo”, dijo el hermano Wilcox. Durante su último año de secundaria, sus compañeros lo eligieron como el “egresado más querido”.

“Ese reconocimiento significó más para mí de lo que cualquiera pudiera haber imaginado”, dijo el hermano Wilcox. “Algunos de los estudiantes que se pusieron de pie y me aplaudieron eran los mismos que me habían rechazado durante la secundaria media”.

Otro momento crucial de su vida espiritual fue mientras servía una misión de tiempo completo en Viña del Mar, Chile. Su testimonio era firme antes de irse, dijo él, pero la adversidad de adaptarse a un idioma y cultura nuevos lo llevó a tener preguntas serias acerca de su relación con Dios.

“Tuve que detenerme y preguntarme: ‘¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde está Dios? ¿Acaso Él sabe que yo estoy aquí? ¿Está pendiente de mí?’. Eso comenzó un proceso de lectura de las escrituras, oración y aprendizaje. Con la ayuda de un presidente de misión maravilloso, Gerald J. Day, llegué a saber por mí mismo de una forma mucho más profunda que Dios está allí y que se involucra en nuestra vida. Chile siempre será tierra sagrada para mí porque allí fue donde fortalecí mi testimonio y descubrí una relación personal con el Padre Celestial y Jesucristo”.

“Aprendí que hay un lugar para todos en la Iglesia”.

Luego de regresar, el hermano Wilcox se convirtió en un buen amigo de Doug Gunnel, quien le agradaba tanto que le preguntó: “¿Por casualidad no tienes una hermana gemela con la que me pueda casar?”. De hecho, sí la tenía —se llamaba Debi y en ese momento estaba sirviendo una misión en Guatemala. Cuando regresó, Doug invitó al hermano Wilcox a asistir a la reunión sacramental en la que ella iba a hablar. Debi vio a Brad entrar y sentarse con su familia. Su primera impresión de él fue positiva.

“Esa noche, escribí en mi diario que conocí a un chico llamado Brad Wilcox, y que parecía un muchacho muy agradable”, dijo la hermana Debi Wilcox. “Lo que me llamó la atención fue el amor que emanaba de él”.

Cerca de un año después, la pareja se casó en el Templo de Provo, Utah, el 7 de octubre de 1982. Actualmente, viven en Provo y tienen cuatro hijos.

Elegir una carrera no fue fácil porque al hermano Wilcox le interesaban muchos campos, entre ellos, periodismo, inglés e historia. Cuando realizó una prueba de aptitud en la secundaria, los resultados indicaron que debería convertirse en sacerdote o rabino. 

“Esa no es una muy buena noticia para un muchacho santo de los últimos días”, dijo él.

Lo siguiente en la lista era maestro de escuela primaria, lo cual significaba que podría enseñar una variedad de materias. La idea era atractiva. Sus dos padres eran maestros y sabía que habían marcado una diferencia positiva en la vida de muchas personas. Él quería hacer lo mismo.

El hermano Wilcox obtuvo una licenciatura en educación en BYU y enseñó durante tres años antes de regresar para obtener una maestría en BYU y luego un doctorado en la Universidad de Wyoming. 

El hermano Wilcox terminó su licenciatura en BYU en 1985. Ese verano, también habló por primera vez en una conferencia Especialmente para la Juventud, un evento de una semana que ofrecía aprendizaje del evangelio y actividades divertidas. No dejaría de participar como orador y dirigir ese programa durante los siguientes 35 años, y se maravilló cuando EFY se convirtió en PFJ —Para la Fortaleza de la Juventud— como parte de la nueva iniciativa para Niños y Jóvenes. Él recuerda haber asistido a la primera versión internacional de EFY en Australia junto con otro maestro, Matthew Richardson. El hermano Wilcox se maravilla al ver cómo ha crecido el programa.

“Ese programa es donde descubrí que amo trabajar con los jóvenes”, dijo él. “He participado de EFY y PFJ durante toda mi vida adulta, y me entusiasma poder ver que este programa ahora alcanza a muchos más chicos. Conozco la diferencia que puede hacer”.

El hermano Wilcox ha servido en muchos llamamientos de liderazgo en la Iglesia. Cada uno le ha brindado experiencias y lecciones memorables, pero hay dos que destacan.

El hermano Wilcox fue llamado a ayudar a una madre soltera con su hijo autista en su barrio de Provo. Cada domingo durante cuatro años, su deber fue ayudar al niño pequeño a participar de la Primaria. Si bien no fue el llamamiento más fácil, ayudó a preparar al hermano Wilcox y su familia a fin de cuidar de un nieto con autismo años después. Ahora, está agradecido por quienes son llamados a ayudar a su nieto.

“Aprendí que hay un lugar para todos en la Iglesia”, dijo él. 

Otro llamamiento significativo fue regresar a Chile para servir como presidente de la Misión Chile Santiago Este junto a su esposa, desde 2003 hasta 2006. 

En marzo de 2006, el presidente Gordon B. Hinckley fue a rededicar el Templo de Santiago, Chile, y más de 63.000 personas recorrieron el templo durante el evento de puertas abiertas. 

“Nuestros misioneros estuvieron muy involucrados ayudando a las personas en ese evento de puertas abiertas”, dijo el hermano Wilcox. “Vimos el poder del templo y el impacto que tuvo en las vidas de muchos”.

Estas y muchas otras experiencias han preparado al hermano Wilcox para servir con la presidencia general de los Hombres Jóvenes, dijo la hermana Wilcox.

“Cada pequeña experiencia que ha tenido, cada talento, lo ha preparado. Simplemente parece tener una habilidad para conectarse con los jóvenes y hacer una diferencia. Los jóvenes lo escuchan y confían en él. Saben que se preocupa sinceramente”, dijo la hermana Wilcox. “Creo que ha sido preparado para este llamamiento durante mucho tiempo”.

En una época en que los jóvenes enfrentan problemas tales como habilidades sociales y comunicativas pobres, una incapacidad de lidiar con la presión y una espiritualidad débil, el hermano Wilcox dijo: “El evangelio ofrece soluciones para todos esos problemas. El Salvador es la solución a todos los problemas”.

“Voy a dedicarle mi mejor esfuerzo a este llamamiento. Durante la conferencia general, me encantó el video corto del presidente (Russell M.) Nelson hablando con los niños de la Primaria y diciéndoles que ‘el Señor ama el esfuerzo’. Le voy a tomar la palabra (al presidente Nelson)”.

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