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Antídoto contra la ira — Cómo la Expiación de Jesucristo ayudó a esta misionera retornada tras ser lesionada por conductor ebrio

La hermana Morgan Taylor abraza a una amiga pequeña durante su servicio en la Misión Papeete Tahití. Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold
La hermana Morgan Taylor, derecha, y su compañera, la hermana Moli. Ambas misioneras fueron lesionadas mientras andaban en bicicleta, después de ser atropelladas por un conductor que manejaba embriagado en Tahití. Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold
La hermana Morgan Taylor cruza un puente mientras hace proselitismo durante su misión en Tahití. Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold
La hermana Morgan Taylor disfruta de un momento con amigos jóvenes mientras presta servicio en la Misión Papeete Tahití. Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold
Brandon Bijold y Morgan Taylor-Bijold con su pequeña hija, Dorothy. Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold

La hermana Morgan Taylor acababa de salir del Templo de Papeete, Tahití para disfrutar algo de aire libre cuando la vida, una vez más, dio un giro inesperado.

Allí, aparentemente esperándola afuera, había un hombre mayor que le parecía conocido. La joven misionera a veces tenía dificultad para recordar caras y nombres después de haber sido atropellada meses atrás por un conductor ebrio mientras ella iba en bicicleta, tras lo cual sufrió lesiones cerebrales traumáticas entre otras heridas.

El hombre habló, llamándola por su primer nombre.

“Morgan”, dijo él, “yo soy la persona que te atropelló… por favor, ¿me perdonas?”.

Luego el hombre, evidentemente afligido, cambió a un diálogo interno y preguntó: “¿Cómo me podría perdonar por lo que yo le he hecho?”.

La hermana Morgan Taylor cruza un puente mientras hace proselitismo durante su misión en Tahití.
La hermana Morgan Taylor cruza un puente mientras hace proselitismo durante su misión en Tahití. | Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold

Morgan a menudo se había preguntado qué le diría al hombre que había cambiado su vida por completo y, por medio de sus malas decisiones, había borrado muchas experiencias preciosas de su mente que no se pueden recuperar.

“He perdido tantos recuerdos”, dijo ella. “No sé quién fue mi primer beso. No recuerdo haber recibido mi título de asociado.

“Pero sabía exactamente qué fue lo que iba a decir”.

Miró al hombre por un momento antes de contestar: “No te preocupes. Ya te perdoné hace mucho tiempo”.

Luego, ella abrazó al hombre, le dijo que lo quería y le deseó paz.

Han pasado casi siete años desde ese encuentro emocional entre, en términos legales, una víctima y el culpable del accidente.

La hermana Taylor completó su misión hace mucho tiempo. Ella regresó a casa y siguió su vida. Se enamoró y luego se casó con un joven llamado Brandon Bijold. 

La pareja vive en Salt Lake City y son los padres de una bebé llamada Dorothy; todos le dicen Dot.

Sin embargo, la historia de perdón y esperanza de Morgan Taylor-Bijold sigue inspirando a los demás. Ella sigue siendo una discursante muy solicitada para devocionales de jóvenes y reuniones de Sociedad de Socorro. 

Su mensaje es sencillo: Con Cristo y Su amor expiatorio, no hay necesidad de guardar rencor ni aferrarse a las cargas.

Un corazón motivado por la misión

En los días antes de la Navidad de 2013, la hermana Morgan Taylor era una misionera normal que trabajaba cada día para predicar el evangelio. Sentía alegría al prestar servicio y conectar con otras personas en la Misión Papeete Tahití.

La originaria de Utah nunca se pudo haber imaginado cómo su vida cambiaría para siempre durante un paseo rutinario en bicicleta después de ayudar con la preparación para una fiesta de Navidad en un centro de reuniones local.

La hermana Morgan Taylor, derecha, y su compañera, la hermana Moli. Ambas misioneras fueron lesionadas mientras andaban en bicicleta, después de ser atropelladas por un conductor que manejaba embriagado en Tahití.
La hermana Morgan Taylor, derecha, y su compañera, la hermana Moli. Ambas misioneras fueron lesionadas mientras andaban en bicicleta, después de ser atropelladas por un conductor que manejaba embriagado en Tahití. | Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold

Tanto la hermana Taylor como su compañera, la hermana Moli, fueron atropelladas por un auto que manejaba un hombre presuntamente bajo la influencia del alcohol. La hermana Moli no tuvo lesiones serias, pero su compañera luchaba por su vida.

Una bendición clave llegó en medio del horror en la forma de un bombero que pasaba por allí durante su día libre cuando ocurrió el accidente. El bombero capacitado salió de su auto y comenzó a administrarle RCP a la hermana Taylor, lo cual probablemente salvó la vida de la joven misionera, informó Newsroom en 2014. 

La hermana Taylor fue trasladada a un hospital cercano de inmediato. Pronto, se realizaron cirugías de se cerebro y cuerpo lastimados. Sus padres volaron de Utah hasta el lejano Tahití para estar con su hija. 

Los padres de Morgan pasarían semanas junto a su lecho antes de que pudieran regresar con ella a los Estados Unidos para recibir tratamiento adicional. 

Los cirujanos en Utah esperaban operar la pelvis fracturada de la hermana Taylor. Sin embargo, dos semanas después de llegar a casa, las radiografías mostraron que la pelvis había sanado de forma inesperada. 

Años después, Taylor-Bijold, sus padres y muchas personas más denominan a esos acontecimientos afortunados un milagro médico.

Poco después de regresar a Utah, la joven atlética podía correr y hasta bailar, su pasión de toda la vida.

Pero aun mientras su cuerpo se recuperaba junto a su familia y seres queridos, su corazón permanecía firmemente en Tahití. Ella quería regresar a su misión. Y dentro de poco, recibió una respuesta a sus oraciones. Ocho meses después de haber regresado a Utah, la hermana Taylor volvió a la Misión Papeete. 

Una vez más llevaba puesta la placa misional y prestaba servicio a personas de todos orígenes, incluso muchas que nunca habían dejado de orar por la joven americana con la gran sonrisa.

La hermana Morgan Taylor disfruta de un momento con amigos jóvenes mientras presta servicio en la Misión Papeete Tahití.
La hermana Morgan Taylor disfruta de un momento con amigos jóvenes mientras presta servicio en la Misión Papeete Tahití. | Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold

Su decisión de regresar a Tahití también, desde luego, hizo posible la reunión inesperada cara a cara con el hombre mayor cuya vida había sido acechada por la culpa. 

Las palabras indulgentes de la hermana Taylor — que reflejaron una decisión que ella había tomado antes del encuentro breve — le trajeron paz al hombre tahitiano y un dulce consuelo a la joven de Utah.

Alivio de la amargura y del agobio mediante la Expiación

Taylor-Bijold todavía enfrenta desafíos diarios como resultado del accidente. Y cada día ella decide si será feliz o si se sentirá enojada.

“Físicamente, me siento bien”, dijo ella. “Pero tengo algunos problemas serios de memoria”.

Ella tenía esperanzas de asistir a la facultad de derecho, pero no siempre puede retener la información que aprende en la clase. Ella ha notado progreso, pero agrega, “El cerebro es raro — [mis doctores] no saben qué es lo que va a ocurrir en el futuro”.

Así que ella depende de técnicas para la memoria que ha aprendido para recordar los detalles cotidianos.

Tal vez Taylor-Bijold tiene derecho de sentir amargura. Ella no pidió tener esta carga y ciertamente no hizo nada para causarla. Sin embargo, ella ha elegido la felicidad.

Brandon Bijold y Morgan Taylor-Bijold con su pequeña hija, Dorothy.
Brandon Bijold y Morgan Taylor-Bijold con su pequeña hija, Dorothy. | Crédito: Cortesía de Morgan Taylor-Bijold

“Estoy agradecida de que el accidente ocurriera mientras yo estaba en la misión porque estaba rodeada del evangelio y estaba intentando acercarme más a Cristo cada día”, dijo ella. “Pero en realidad nunca me siento enfadada. … Tengo frustraciones, pero es porque hay cosas que no puedo hacer.

“Pero lo más importante que he sabido a lo largo de todo esto es que hay Alguien que sabe exactamente cómo me siento. Y Él murió para que yo ya no tenga que sentirme así”.

La Expiación, dijo ella, le ha permitido seguir adelante en su vida. Cristo ha aliviado su carga para que ella pueda continuar. Y a medida que han pasado los años, ni ella ni otras personas la conocen “como la misionera que fue atropellada. La mayoría de las personas no tienen idea”.

Aun así, ella se permite considerar cómo manejaría los efectos cotidianos de ese accidente, que ocurrió antes de la Navidad en Tahití, sin sus creencias del evangelio. “No hubiera sanado. No hubiera podido perseverar”.

¿Y qué tal si ella hubiera optado por no perdonar a su infractor, aun antes de que él pidiera perdón?

“Yo me encontraría en una profunda oscuridad”.

Taylor-Bijold encuentra fortaleza al compartir su experiencia y testimonio de la Expiación del Salvador con otras personas, incluso muchas de ellas que se enfrentan a decisiones de perdonar a otras personas por alguna injusticia.

Acudan a Cristo, aconseja ella.

“Lo más importante que alguien se puede preguntar es: ‘¿Te estás ayudando al aferrarte a este rencor? ¿Te estás permitiendo aferrarte a una carga que puedes dejar ir?’”.

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