Jean Rossely Bernard salió inusualmente tarde para su clase de la universidad la tarde del 12 de enero de 2010. Aproximadamente 40 minutos más tarde de su horario habitual, el estudiante de 31 años abordó un “tap-tap” — un autobús de viajes compartidos típico de Haití — y comenzó a avanzar lentamente hacia la universidad a través de las calles congestionadas.
Mientras el autobús llegaba a la universidad, las ondas expansivas azotaron la ciudad de Puerto Príncipe.
Saltó del autobús hacia a la calle desmoronada. Se caía cada vez que intentaba pararse mientras el polvo y el humo inundaban el aire. Cuando el temblor disminuyó, levantó la vista y contempló cómo se derrumbaba la universidad.
Si hubiera estado en el edificio en su clase, dijo Bernard, estaría muerto.

Luego de intentar sacar a los sobrevivientes de los escombros, Bernard se apresuró a ver a su madre y a su suegra, quienes vivían cerca. Al encontrarlas ilesas, cruzó la ciudad a pie durante tres horas para buscar a su esposa, Nadege, en su apartamento. El servicio de celulares estaría cortado por horas, y la inestable ciudad que atravesaba tenía ahora decenas de miles de cuerpos bajo su arruinado paisaje. La única manera de saber si Nadege había sobrevivido era encontrarla él mismo.
Ella no estaba en casa. Nadege había salido corriendo del edificio tan pronto como sintió el terremoto. Mientras se apresuraba en la dirección opuesta para buscar a Jean Rossely en la universidad, vio cuántas personas habían muerto bajo los pesados escombros, y el temor la abrumó. Nadie en el área había visto a su esposo.
En la casa de su madre, se enteró de que Jean Rossely había estado buscándola después del terremoto, y lloró de alivio.
No tenía motivos para llegar tarde a la universidad ese día — Dios le salvó la vida, dijo Jean Rossely.
Encontrar refugio en la Iglesia
Si bien fueron afortunados de resultar físicamente ilesos, los Bernard perdieron su hogar y sus pertenencias en el terremoto de magnitud 7,0 y no pudieron regresar a su apartamento — al igual que otros 1,5 millones de haitianos que quedaron sin hogar repentinamente.
Fue entonces cuando recordaron su centro de reuniones local de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

La pareja, que había celebrado su primer aniversario de bodas solo dos días antes, se unió a cientos de otros haitianos que buscaban refugio temporal en tiendas y debajo de mantas en los terrenos del edificio de Barrio Centrale. Los edificios de la Iglesia fueron algunas de las pocas estructuras de la ciudad que quedaron en pie y seguras para entrar en los días posteriores al terremoto.
Aproximadamente una semana después del desastre, un equipo de voluntarios de 18 médicos y enfermeras enviados por la Iglesia llegó a Puerto Príncipe y estableció clínicas en los centros de reuniones de barrio— la primera en el edificio de Centrale— para brindar atención a aquellos con las necesidades más urgentes.
El doctor Mark Rampton, uno de los médicos voluntarios, dijo que todos los hospitales locales estaban funcionando en tiendas de campaña improvisadas al aire libre porque sus edificios se habían derrumbado. El recuento estimado de muertes superaba los 100.000.
“Después del terremoto, no había agua limpia, ni servicio de agua potable, ni electricidad pública, ni servicios públicos … Una gran parte de la población de Puerto Príncipe estaba literalmente en la calle. La gente estaba … juntando agua en baldes y parecía leche chocolatada”, recordó Rampton.

Durante su primer día en el centro de reuniones del Barrio Centrale, los médicos y los enfermeros del equipo médico enviado por la Iglesia pidieron voluntarios, entre ellos personas que entendieran inglés para ayudar con la interpretación. Jean Rossely Bernard, que había aprendido inglés por su cuenta durante años, se ofreció a ayudar, se unió a Rampton e interpretó para él durante las dos semanas de estadía del equipo.
Ambos “congeniaron muy bien” desde un principio, dijo Rampton, y han mantenido la amistad desde entonces.
Durante una de las consultas en el centro de reuniones del Barrio Centrale, Rampton estuvo presente en lo que fue un momento decisivo en la vida de los Bernard.
Jean Rossely le pidió al personal que llevara a cabo una prueba de embarazo a su esposa y el resultado fue positivo. Descubrir que esperaban a su primer hijo en aquel momento — en medio del caos causado por el terremoto — trajo una alegría inefable, dijo él.
Ahora conscientes del embarazo de Nadege, la pareja decidió que ella se quedaría en el campo hasta que las condiciones en Puerto Príncipe mejoraran. Después de vivir en el terreno del centro de reuniones durante unos tres meses, Jean Rossely encontró un trabajo — una respuesta a sus oraciones — que le permitió alquilar un apartamento.

Cuando se produjo el terremoto, recordó Jean Rossely, lo asaltó el temor de morir antes de sellarse a Nadege. La pareja había estado ahorrando dinero para asistir al templo, pero aún no había tenido la oportunidad de hacerlo. Luego del desastre, tuvieron un renovado sentimiento de urgencia por cumplir esa meta.
Para su sorpresa, el empleador de Jean Rossely le permitió tomarse una semana libre después de solo un mes y medio de trabajo, y él y Nadege pudieron viajar al templo en julio de 2010. Después de un viaje de 13 horas en un camino lleno de baches, y luego de cambiar de autobús después de que el primero se rompiera — llegaron a Santo Domingo, República Dominicana.
Nadege estaba embarazada y ambos estaban exhaustos, todavía recuperándose del terremoto y nerviosos por entrar a un país que nunca habían visitado — pero estaban determinados a convertirse en una familia eterna. Los Bernard se sellaron en el templo el 7 de julio de 2010.
Mark Rampton y su esposa, Alice, ayudaron a organizar el viaje al templo y se unieron a los Bernard en Santo Domingo para la ceremonia como parte de una visita a la República Dominicana, donde su hijo había servido una misión.

Jean Rossely dijo que él y Nadege se sintieron agradecidos y felices de saber “que podemos estar juntos para siempre y que nuestro hijo nacería en el convenio”.
Cuando se le preguntó sobre el futuro que imagina para sus hijos, Jean Rossely dijo que él quiere que sus hijos crezcan en el evangelio, se casen en el templo y obtengan títulos universitarios. “Quiero el mejor futuro para ellos” en las profesiones que elijan, dijo él. “Pero lo que más deseo”, agregó, es “que guarden el evangelio”.
Oportunidades de servir
En los diez años transcurridos desde el terremoto, la vida de Jean Rossely Bernard se ha definido por el servicio continuo a los demás y el compromiso con el evangelio de Jesucristo. Mientras su familia creció hasta tener tres hijos, ahora de 1, 8 y 9 años, él sirvió en varios llamamientos de la Iglesia, trabajó y obtuvo un título universitario.
“Tengo la misión en la tierra de ayudar a las personas, de ayudar a mi familia y de ayudar a aquellos que sufren necesidades”, dijo él.
En el año 2011, fue llamado como asistente auditor de área para la Iglesia. Mientras tanto, continuó con su educación, estudiando en línea para poder trabajar al mismo tiempo a fin de mantener a su familia.
Jean Rossely cita los principios que aprendió en la Iglesia que le motivaron para obtener una educación: “La Iglesia (te enseña) a ser autosuficiente. Tenemos que ser capaces de crecer, de ayudar a nuestra familia”. Además, agregó que estaba dispuesto a sacrificarse al ir a la universidad mientras trabajaba para mantener a su familia porque “la educación es la base” que le permite a uno conseguir un buen empleo.
Se graduó en el año 2014 con una licenciatura en administración de empresas.

Su creencia en el poder de la educación influyó en su enfoque para su próximo llamamiento, cuando en septiembre de 2015 fue llamado a servir como obispo del Barrio Centrale. Jean Rossely dijo que disfrutó de tener mayor interacción con los miembros del barrio en su nuevo llamamiento y especialmente valoró la oportunidad de trabajar con los 78 hombres y mujeres jóvenes del barrio.
“La gente joven … realmente necesita mi amor”, dijo, y agregó que enfatizó la necesidad que tienen de priorizar su educación.
El presidente Berthony Théodor, presidente de estaca de los Bernard, dijo que Jean Rossely dio lo mejor de sí por seguir la instrucción del presidente Russell M. Nelson a los obispos de enfocarse en la juventud, la cual reiteró en la última conferencia general.
En Haití, donde las necesidades temporales de las familias son a menudo demandantes, puede ser difícil para un obispo concentrarse en la juventud, dijo el presidente Théodor. Pero Jean Rossely trabajó para ayudar a los jóvenes a asistir tanto a seminario como a la escuela — lo cual puede ser un desafío debido a la ubicación del Barrio Centrale en el centro de Puerto Príncipe, donde las manifestaciones han provocado el cierre de escuelas y de otros edificios públicos.

“Dios necesita personas con educación”, dijo Jean Rossely a los jóvenes. “Cuando recibes educación, eres una luz para el lugar donde vives y eres una luz para tu escuela. Eres una luz para muchas personas que pueden seguirte”.
Para enseñarles sobre cómo la educación les conduce a un mejor futuro, dirigió actividades, leyó escrituras, invitó a otros a enseñar y dio ejemplos de su propia vida, dijo Jean Rossely. “Les mostré de dónde había venido … y dónde estoy ahora”.
“Siempre oraba y le pedía a Dios que me diera fuerzas y nuevas ideas, que me diera una manera de ayudar a las personas”, dijo él. Su escritura favorita es 1 Nefi 3:7, porque cree que “cuando Dios te pide que hagas algo, siempre te da una manera de hacerlo”.
Los haitianos, dijo Jean Rossely, son “personas resistentes. No nos damos por vencidos”.

La Iglesia continúa creciendo en Haití, donde hay más de 23.000 miembros. El primer templo del país se dedicó el 1 de septiembre del año 2019.
El presidente Théodor dijo sobre los miembros en Haití: “Su mayor fortaleza es su deseo de seguir a sus líderes. Aman a su Salvador. Aman la Iglesia, y siempre desean estar allí”.
En medio de la reciente agitación política que ha cerrado escuelas y agencias de gobierno y ha interrumpido la comunicación, el presidente Théodor dijo que él y otros líderes pensaron que no habría miembros en las reuniones sacramentales. “Pero … me impresionaron”, dijo él. “Van a la Iglesia vestidos con su mejor ropa de domingo, y eso es realmente un indicador de que aman a su Salvador y desean recibir Sus bendiciones”.
Cuando se le preguntó si había sentido momentos de desánimo en la última década, Jean Rossely rio y respondió: “Para mí, cuando fallas, es (una oportunidad de) intentar hacerlo de otra manera. … Siempre espero (que) Dios me dé el valor, la fortaleza de hacer lo correcto. … Cuando empiezo a hacer algo, me aseguro de terminarlo”.

Fue relevado como obispo en el año 2019 después de mudarse a los Estados Unidos para buscar asilo político.
Su fe le ha permitido mantenerse optimista a pesar de los desafíos — incluso los desastres que tanto cambian la vida, como el terremoto del año 2010. Jean Rossely dijo que sigue a Jesucristo porque sabe que “Él me guiará hacia los mejores lugares”.
“Siempre he tenido esperanza en Cristo”, dijo. “Cuando pasamos por pruebas, no debemos sucumbir ante ellas; debemos tener esperanza. Debemos tener valor. Debemos conquistar nuestros problemas … porque sé que los problemas están hechos para nosotro