Menú

El élder Holland en el devocional de Navidad de la Primera Presidencia: ‘Los sueños de Belén’

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habla en el Teatro del Centro de Conferencias en el devocional de Navidad de la Primera Presidencia, el domingo, 6 de diciembre del 2020. Crédito: Intellectual Reserve, Inc.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habla en el Teatro del Centro de Conferencias en el devocional de Navidad de la Primera Presidencia, el domingo, 6 de diciembre del 2020. Crédito: Intellectual Reserve, Inc.

En la noche del nacimiento del Salvador, “la naturaleza no pudo haber producido un entorno más pacífico”, dijo el élder Jeffrey R. Holland durante el devocional de Navidad de la Primera Presidencia el domingo, 6 de diciembre.

Con el inicio de la noche a principios de la primavera y las estrellas que aparecían por decenas, centenas y luego millares, el único elemento inusual —pero hermoso— de la escena pastoral fue en el establo de la ladera, donde dos figuras se acurrucaban al lado de un bebé acostado en un pesebre, dijo el élder Holland.

En sus comentarios durante el evento anual de Navidad, el miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles describió el entorno y las circunstancias que rodearon el nacimiento del Niño Jesús, “donde verdaderamente, ‘las esperanzas y los temores de todos los años’ se cumplieron en los sueños de Belén”.

Las tres figuras humanas, que no habían encontrado ningún anfitrión dispuesto en el concurrido pueblo de Belén, incluían a la hermosa joven madre virgen María “cuyo valor y fe evidente son tan sorprendentes como cualquier cosa jamás registrada en las escrituras”, dijo el élder Holland.

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habla durante la transmisión del devocional de Navidad de la Primera Presidencia desde el Teatro del Centro de Conferencias en Salt Lake City, el domingo, 6 de diciembre del 2020.

Segundo fue su esposo, José, “quien por definición debe haber sido el hombre más digno en la tierra para criar a un bebé que no era su hijo físico, pero que, con el tiempo, se convertiría en el padre espiritual de José”.

Lo último y más hermoso, dijo el élder Holland, fue “el bebé que se llamaría Jesús, que estaba envuelto en pañales sobre el heno más limpio que un padre ansioso podría recoger”.

La ironía de la escena tranquila e inédita fue “el hecho de que ningún bebé había nacido de quien tanto se conocía ya, sobre quien tanto ya había sido escrito, y de quién tanto se esperaba ya”, dijo el élder Holland.

El bebé recién nacido fue el Primogénito del Padre en el mundo de los espíritus, preordenado para ser el Cordero “inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8).

Él sería el gran Jehová del Antiguo Testamento, continuó el élder Holland, ayudando a Noé en los tiempos del diluvio y a José en los tiempos de hambruna. Sus nombres incluirían “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (2 Nefi 19:6).

“Él era el Alfa y la Omega (Apocalipsis 21:6) en el gran plan de misericordia que eventualmente ‘proclamar[ía] buenas nuevas a los mansos; … vendar[ía] a los quebrantados de corazón, … proclamar[ía] libertad a los cautivos, y a los prisioneros apertura de la cárcel’” (Isaiah 61:1).

Para cumplir con esa misión, dijo el élder Holland, “Él pisaría el lagar de la redención total y completamente solo, sin ningún compañero mortal que lo ayudara y ningún compañero celestial que pudiera. Al cargar con todos los pecados y penas de la vida terrenal, llevaría el don incomprensible de la salvación a toda la familia humana desde Adán hasta el fin del mundo. En el curso completo de Su viaje, Él sería el Pastor y Obispo de nuestras almas (1 Pedro 2:25), el Gran Sumo Sacerdote de nuestra profesión (Hebreos 3:1), la fuente de toda rectitud que fluye libremente (Éter 8:26)”.

Todos esos deberes y demandas se cumplirían. “Pero no esta noche”, dijo el élder Holland. “Aquí Él era solo un bebé en los brazos de una madre que lo adoraba, vigilado por un padre que era apacible y fuerte”.

Los pastores vendrían representando a los hombres más pobres y sus labores. Más tarde, los reyes magos vinieron del este simbolizando a los más ricos de los hombres y sus labores.

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habla durante la transmisión del devocional de Navidad de la Primera Presidencia desde el Teatro del Centro de Conferencias en Salt Lake City, el domingo, 6 de diciembre del 2020.

Una hueste celestial vino cantando “¡Gloria a Dios en las alturas[!]” (Lucas 2:14), para alabar al pequeño bebé que finalmente había venido a la tierra. Los ángeles, señaló el élder Holland, habían marcado el camino hacia el pesebre durante siglos. Un ángel había venido a María para anunciarle la misión para la cual había sido elegida. Un ángel se le apareció a José para darle valor para casarse con la joven que ya estaba encinta.

Un ángel también apareció después del nacimiento para decirle a la joven pareja que huyera de la matanza de inocentes de Herodes y luego cuando era seguro regresar de Egipto. “Obviamente, los ángeles en el cielo sabían mucho más que los mortales en la tierra con respecto a lo que significaba este nacimiento y cuál era la misión de este niño”, dijo el élder Holland, “es decir, ‘[llevar] él nuestras enfermedades y [sufrir] nuestros dolores, … [ser] herido por nuestras transgresiones, [y] molido por nuestras iniquidades; [hacer claro que] el castigo de nuestra paz fue sobre él, y [que] por sus heridas fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:4-5).

Para él, dijo el élder Holland, es significativo que estos eventos se desarrollaran durante la noche, “cuando los músculos se relajan y la fatiga se calma, cuando se dicen oraciones, cuando se anticipa la revelación y es más probable que los seres divinos estén cerca”.

La noche es cuando los niños apenas pueden cerrar los ojos por la emoción, sabiendo que mañana será Navidad. “Sí, por difícil que haya sido nuestro día, los dulces sueños de la noche pueden hacer que todo se sienta bien”, dijo él.

El élder Holland concluyó su discurso con un poema escrito por Susie M. Best, titulado “Los sueños milagrosos” [Traducción libre].

Esa noche cuando en los cielos de Judea
La Estrella mística dispensó su luz,
Un ciego [se movía] en sus sueños,
Y soñó [que] podía ver.

Esa noche cuando los pastores escucharon la canción
de huestes angelicales que estaban cerca,
Un sordo se agitó en el hechizo del sueño,
Y soñó [que] podía oír.

Esa noche cuando en el establo
el Niño dormido y madre [sin hablar] 
Un lisiado giró sus extremidades retorcidas,
Y soñó [que] él [podía caminar].

Esa noche cuando sobre el Bebé recién nacido
La tierna María se levantó para inclinarse,
Un leproso repugnante sonrió dormido,
Y soñó [que] estaba limpio.

Esa noche cuando en pecho de su madre
El pequeño Rey fue asegurado,
Una ramera durmió un sueño feliz,
Y soñó [que] era pura.

Esa noche cuando en el pesebre yacía
El Santificado, que vino a salvar,
Un hombre se movió en el sueño de la muerte,
Y soñó que no había tumba.

BOLETÍN
Reciba los aspectos destacados de Church News gratis en su bandeja de entrada semanalmente. Escriba su dirección de correo electrónico a continuación.