Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente el 21 de diciembre de 2020 y actualizado en enero de 2022.
Al mostrar amorosamente esas figuras de pastores en nuestro pesebre o vestir a nuestros hijos como pastores para nuestra actuación anual de los versículos que se encuentran en Lucas, ¿reconocemos el significado del símbolo de los pastores y el pastoreo?
Esta analogía sagrada fue utilizada a menudo por nuestro Salvador y tiene mucho que enseñarnos.
Es un comienzo familiar. Una nueva estrella iluminó el cielo nocturno, anunciando el nacimiento del Hijo de Dios. Un grupo de humildes pastores, mientras cuidaban fielmente a sus rebaños, fueron visitados por un ángel que proclamó la gloria del nacimiento del Niño.
“No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo” (Lucas 2:10). Se les dijo que este Santo Niño era el Mesías prometido (Lucas 2:11). Este Niño iba a ser el Señor prometido, el Salvador de un mundo caído, el Redentor de Israel.
Inmediatamente siguieron la estrella para ver por sí mismos y lo encontraron, como dijo el ángel, “envuelto en pañales acostado en un pesebre” (Lucas 2:12). Estos pastores preordenados luego dieron testimonio al mundo de Su nacimiento.
El Infante nacido esa noche creció hasta la edad adulta y fielmente cumplió la comisión que le había encomendado Su Padre. Él fue el autoproclamado “Buen Pastor” (Juan 10:11) quien, con el cuidado amoroso de un pastor, cuidó de todo el rebaño de Su Padre.
Los invitó a venir a Él, seguirlo y confiar en Él. Ofreció agua viva en el pozo a una mujer samaritana (Juan 4:10). Buscó al publicano (Mateo 9:11), al leproso (Mateo 10:8), al desterrado (Salmo 147:2) y al poseído (Marcos 9:20), para levantarlos, amarlos y liberarlos. Cada uno de estos ejemplos puede guiarnos a medida que nos esforzamos por cumplir con nuestra responsabilidad del convenio de pastorear y reunir.
Quizás uno de los ejemplos de pastoreo más conmovedores, especialmente para aquellos de nosotros que trabajamos con jóvenes o criamos niños, fue el llamado del Salvador a Simón Pedro de “apacentar mis ovejas” (Juan 21) y Su paciente preparación de aquellos que tomarían Su lugar como pastores.
Jesús escogió a doce discípulos y caminó con ellos durante tres años, kilómetro tras kilómetro, enseñándoles Su ley superior en palabra y en obra, ministrando a la gente. Su paciente y amoroso pastoreo los cambió. Él era su verdadero y confiable Pastor y, aunque venían de diferentes ámbitos de la vida, ahora también ellos serían pastores, cuidando de Sus ovejas porque lo amaban.
Por medio de Su ejemplo, aprendieron a ayudar a Sus ovejas a conocer Su voz (Juan 10:4), a reunir a los que están dispersos y no tienen Pastor (Mateo 9:36) e ir tras los que se han descarriado (Lucas 15:4).
Hay una constancia discreta en el pastoreo que es hermosa. Jeri L. Cahoon, miembro de la mesa directiva general de las Mujeres Jóvenes, compartió esta preciada relación de pastoreo personal:
“Mi padre nació en una especie de pesebre. Era una antigua granja en Benson, Arizona. Pasó sus años de infancia allí durante la gran depresión. Su familia tenía muy pocos recursos, pero él serviría a su país en la segunda guerra mundial y se convertiría en médico y padre de siete hijos.
“Él siempre ha sido mi fiel pastor. Él no tenía mucha fe en sí mismo, pero tenía una fe inquebrantable en el Señor y le permitió prevalecer en su vida. En silencio, hizo el bien a los demás, abriendo nuestro hogar a todos los que necesitaban algo para comer o un lugar cálido y seguro donde quedarse.
“Él tiene el corazón de un pastor, un protector, un maestro, uno que enseñaba mediante la forma en que vivía su vida. Fue un sanador tanto de la mente como del cuerpo. Él fue semejante a Cristo en palabras y hechos. Mi padre siempre estuvo a mi lado y me ayudó a capear las tormentas de la vida. Nunca he estado fuera de los brazos circundantes de su amor, aun cuando era difícil amarme a mí misma”.
“Llegué a conocer a mi Salvador y Su amor a través de mi padre, y sigo adelante tratando de ser más como él. Aún hoy, en su centésimo año, él es mi fiel pastor y lo sigo porque lo amo”.
Cada uno de nosotros ha tenido un pastor, un mentor, un amigo que ha sido una lámpara a nuestros pies y una luz a nuestro camino que nos ayudó a llegar a Cristo y seguir sus pasos (Salmos 119:105). Puede haber sido un miembro de la familia, un líder, un maestro, un vecino o alguien del trabajo o la escuela. ¿No debemos ir también nosotros y hacer lo mismo? (Lucas 10:37).
Nosotros también podemos seguir estos ejemplos conforme guiamos a los jóvenes hacia Él y, a su vez, enseñarles cómo llegar a ser pastores de quienes los rodean.
“El Señor nos invita a que apacentemos Sus ovejas, que cuidemos de Sus rebaños como Él lo haría. Nos invita que seamos pastores a toda nación, a todo país, y desea que Sus jóvenes se unan a la causa. Nuestros jóvenes pueden ser algunos de los pastores más fuertes. Como dijo el presidente Russell M. Nelson, ellos están ‘entre lo mejor que el Señor ha enviado a este mundo’. Son ‘espíritus nobles’, nuestros ‘mejores elementos’, que siguen al Salvador. ¿Pueden imaginar el poder que estos pastores tendrán al cuidar de las ovejas del Señor? (Presidenta Bonnie H. Cordon, Liahona, noviembre del 2018).
Al regocijarnos en esta temporada navideña, tomemos un momento para considerar los pastores y el pastoreo. ¿Qué oportunidades tenemos de testificar del Salvador como los pastores de antaño? ¿Cómo podemos seguir el ejemplo del Buen Pastor para velar por los rebaños de nuestro Padre Celestial? ¿Y qué podemos hacer para preparar a otros pastores que nos seguirán —para pastorear a los pastores?
En esta singular y prolongada Navidad del 2020, que podamos todos recordar que el Buen Pastor conoce a Sus ovejas. Él nos ama, nos protege y camina con nosotros. Él conoce nuestros nombres y conoce nuestros corazones. Conocemos Su voz y Él nos llama a seguirlo. También nos suplica a cada uno de nosotros, porque lo amamos, que amemos y apacentemos a sus ovejas y los invitemos a confiar en la gracia salvadora del “Cordero de Dios” (Juan 1:29).