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Sarah Jane Weaver: Gracias ‘por enseñarme a escribir’ #DaGracias

El presidente Russell M. Nelson se sienta en el estrado antes de hablar en un devocional del campus de la Universidad de Brigham Young en el Marriott Center, el martes 17 de septiembre de 2019. Crédito: Jaren Wilkey, BYU photo
Sarah Jane Weaver escribe sobre una experiencia que tuvo cuando era una estudiante de 9 años en la clase de la Sra. Bonnie Oettli en el tercer grado. Crédito: Cortesía de Sarah Jane Weaver

Cuando era niña, no me gustaba Bonnie Oettli, mi maestra de tercer grado en la escuela primaria Cottonwood en Holladay, Utah.

Ella no era mucho más alta que sus alumnos, pero era feroz. Cuando notaba que mi escritorio estaba desordenado —y siempre lo estaba— tiraba el contenido al suelo y me pedía que lo recogiera. A veces encontramos tareas arrugadas y faltantes en el proceso.

Una vez me llamó “frívola”.

La Sra. Oettli y mi madre se reunieron a menudo durante mi año de tercer grado.

Ella hizo que toda la clase escribiera acerca de un “Pensamiento de la semana” —cada semana.
Un “Pensamiento de la semana” fue sumamente difícil para mí: “Hoy es el primer día del resto de tu vida”.

La Sra. Oettli me pidió que volviera a hacer la tarea una y otra vez. Me perdí el recreo. Me senté en mi escritorio desordenado y reflexioné, hice pucheros y lloré. Finalmente, se me asignó el “Pensamiento” como tarea.

Sarah Jane Weaver escribe sobre una experiencia que tuvo cuando era una estudiante de 9 años en la clase de la Sra. Bonnie Oettli en el tercer grado.
Sarah Jane Weaver escribe sobre una experiencia que tuvo cuando era una estudiante de 9 años en la clase de la Sra. Bonnie Oettli en el tercer grado. | Crédito: Cortesía de Sarah Jane Weaver

Cuando entregué la tarea al día siguiente, mi maestra me miró y se sonrió: “Algún día me verá en un ascensor y dirá: ‘Gracias, Sra. Oettli, por enseñarme a escribir’”.

Con una voz baja le dije que yo nunca haría eso.

Sin embargo, no he olvidado sus palabras. Ese día, ella me dijo que podía escribir —y yo le creí.

Este verano, en un día tranquilo mientras trabajaba desde casa en medio de las restricciones del COVID-19, cumplí 25 años como reportera y editora del Church News. Es una carrera que me ha llevado a las oficinas centrales de la Iglesia y por todo el mundo —y me ha brindado la oportunidad de escribir sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sus miembros y sus líderes.

Hoy lo volví a meditar de nuevo a raíz de la invitación del presidente Russell M. Nelson de #DaGracias.

Según Robert A. Emmons, profesor de psicología de la Universidad de California, Davis, la gratitud sana, energiza y transforma vidas.

Después de dedicar años de trabajo al estudio de la gratitud, Emmons ha concluido que:

  • Aquellos que semanalmente llevan diarios de gratitud se sienten mejor en cuanto a su vida en general y son más optimistas.
  • Aquellos que son agradecidos tienen más probabilidades de progresar hacia metas personales importantes.
  • Los jóvenes adultos que son intencionalmente agradecidos cada día informan que están en un estado de “alerta, entusiasmo, determinación, atención y energía”.
  • Es más probable que aquellos que están agradecidos ayuden a alguien con un problema personal u ofrezcan apoyo emocional a otro.
  • Los niños que practican el pensamiento agradecido tienen actitudes más positivas hacia la escuela y la familia.

La palabra gratitud proviene de la raíz latina “gratia” que significa gracia, misericordia y agradecimiento. Personifica la influencia y la elegancia. Como ha descubierto Emmons, la gratitud es una acción que requiere que seamos deliberados.

El presidente Nelson lo describió de esta manera en su invitación del 20 de noviembre: “En mis nueve décadas y media de vida, he llegado a la conclusión de que es mucho mejor contar nuestras bendiciones que contar nuestros problemas. Sea cual sea nuestra situación, el mostrar gratitud por nuestros privilegios es una receta espiritual de efecto rápido y duradero”.

Yo nunca visité a mi maestra de tercer grado después de pasar al cuarto grado. Nunca la vi en un ascensor. Y hasta el día de hoy, nunca he buscado su nombre en Internet.

Pero al sentarme en un escritorio muy desordenado y pensar en la gratitud me ha llevado de vuelta a miles de pequeños y aparentemente insignificantes momentos que continúan definiendo mi vida —de la influencia de la familia, los amigos, los mentores, los líderes y los maestros.

La tarea del pensamiento de la semana de la Sra. Oettli —la que me llevó a anunciar con una voz suave y resentida de tercer grado que nunca le agradecería— tiene un nuevo significado.

Visto a través del lente de la gratitud, la frase “Hoy es el primer día del resto de tu vida” significa que tengo una opción. Significa que puedo ser deliberada acerca de cómo seguir adelante en medio de la pandemia —y responder a los muchos males que atormentan a nuestro mundo, “entre ellos, el odio, la agitación civil, el racismo, la violencia, la deshonestidad y la falta de cortesía”, como ha dicho el presidente Nelson.

Significa que cada día puedo elegir estar agradecida por la tierra y la vida y por la oportunidad de crecer y aprender. Que puedo apreciar el arte y la literatura y la música y la oportunidad de arrepentirme, empezar de nuevo y hacer las paces. Significa que debo estar agradecida por mis seres queridos y por la oportunidad de servirles a ellos y a los demás.

Sobre todo, dijo el presidente Nelson, significa que puedo “dar gracias a Dios, el Padre de nuestro espíritu, lo cual nos hace a todos hermanos y hermanas: una gran familia mundial”.

Porque una maestra pensó que yo podía escribir, he tenido la oportunidad de conocer a algunos de los hijos del Señor en muchas naciones. Cada uno ha profundizado mi testimonio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Estoy agradecida por la visión y el conocimiento que obtuve de ellos.

El presidente Nelson me invitó a mí y a otras personas de todo el mundo, a ser intencionalmente agradecidos —todos los días.

Comenzaré con mi maestra de tercer grado, porque es posible que nunca la vea en un ascensor.

Gracias, Sra. Oettli, por enseñarme a escribir. #DaGracias

— Sarah Jane Weaver es la editora del Church News.

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