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La extraórdinaria historia del élder Uchtdorf sobre el bien que viene de tu misión — aunque no lo veas por 46 años

El élder Dieter F. Uchtdorf y la hermana Harriet Uchtdorf permanecen en el estrado luego de un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Cheryl Taylor
El élder Dieter F. Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
La hermana Harriet Uchtdorf envía un beso en el aire para los misioneros luego del devocional con su esposo, el élder Dieter F. Uchtdorf, el 5 de noviembre de 2019, en el Centro de Capacitación Misional de Provo. Crédito: Cheryl Taylor
La hermana Harriet Uchtdorf gesticula efusivamente luego de enviar un beso en el aire a los misioneros, al concluir el devocional con su esposo, el élder Dieter F. Uchtdorf, el 5 de noviembre de 2019, en el Centro de Capacitación Misional de Provo. Crédito: Cheryl Taylor
Formando un corazón con sus manos, el élder Dieter F. Uchtdorf muestra su amor por los misioneros luego de un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Cheryl Taylor
Un coro del Centro de Capacitación Misional de Provo canta en el devocional del 5 de noviembre de 2019, en el que habló el élder Dieter F. Uchtdorf. Crédito: Scott Taylor
Una misionera toma notas en su diario durante un devocional con el élder Dieter F. Uchtdorf en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
El élder Dieter F. Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
La hermana Harriet Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
Los miembros del coro del Centro de Capacitación Misional de Provo cantan durante un devocional con el élder Dieter F. Uchtdorf en el CCM, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
La imagen del élder Dieter M. Uchtdorf se proyecta en la pantalla mientras habla en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
Las misioneras toman notas durante un devocional con el élder Dieter F. Uchtdorf en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Scott Taylor
El élder Dieter F. Uchtdorf saluda a los misioneros mientras él y la hermana Harriet Uchtdorf se preparan para salir, luego de un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Cheryl Taylor
Los misioneros reconocen al élder Dieter F. Uchtdorf al ponerse de pie mientras el apóstol se prepara para salir, luego de un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. Crédito: Cheryl Taylor

PROVO, Utah — Una fórmula para el éxito misional. Un recordatorio de ser intencionales y arrepentirnos en lugar de sentirnos abrumados por el perfeccionismo. Una anécdota que se extiende casi medio siglo para representar que los misioneros no se dan cuenta de cómo sus esfuerzos simples impactan en la eternidad. Y una bendición apostólica de cierre.

Esos fueron los puntos más importantes del discurso que el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dio a los 1,647 misioneros del Centro de Capacitación Misional de Provo en el devocional del martes 5 de noviembre.

“Mis amados amigos: sean misioneros exitosos al hacer bien aquellas cosas que pueden controlar: sus pensamientos, sus sentimientos y sus acciones”, dijo el élder Uchtdorf, director del Comité Ejecutivo Misional de la Iglesia. “Sean agradecidos. Busquen cosas positivas sobre las que puedan hablar. Y alcen sus voces en alabanza a su Padre Celestial.

El élder Dieter F. Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019.
El élder Dieter F. Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. | Crédito: Scott Taylor

“Sepan que tropezarán. Siempre pónganse de pie nuevamente. Definitivamente, puede que a veces se sientan desilusionados. Pero les pido que nunca se desanimen ni pierdan la esperanza. Sigan adelante. Arrepiéntanse. Levántense de nuevo. Y sepan que serán una influencia para bien en muchas personas y debido a sus sacrificios, ellos los recordarán con un sentimiento sagrado”.

El devocional de una hora, que incluyó un mensaje de la hermana Harriet Uchtdorf, se transmitió en vivo a la mitad de los otros 10 CCM en todo el mundo y en diferido a los demás.

Tener éxito, crecer y arrepentirse 

El élder Uchtdorf compartió una fórmula sencilla sobre cómo los misioneros pueden tener éxito: “El éxito significa hacer bien aquellas cosas que pueden controlar”.

Incluso el mejor misionero puede no tener muchos bautismos — o ninguno —, y si uno utiliza los bautismos como un indicador del éxito, eso podría provocar frustración, desilusión o falso orgullo, dijo él.

Cuando los misioneros se concentren en las cosas que pueden controlar, “el Señor magnificará sus esfuerzos”, dijo el élder Uchtdorf.

El élder Uchtdorf mencionó a su nieto misionero, que sirve en un área europea con pocos bautismos y donde la obra es difícil, y dijo que su correspondencia semanal está llena de gratitud por cada experiencia, incluidos los “casi”.

Una misionera toma notas en su diario durante un devocional con el élder Dieter F. Uchtdorf en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019.
Una misionera toma notas en su diario durante un devocional con el élder Dieter F. Uchtdorf en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. | Crédito: Scott Taylor

Un hombre joven serio e interesado que no estaba en casa a la hora de su cita, resultó ser un “casi le enseñamos ese día”; las conversaciones con una familia aparentemente “de oro” llevaron a un “casi vinieron a la capilla hoy”; y hablar con una persona amigable en la calle se convirtió en “casi conseguimos una cita”.

Su nieto no es demasiado optimista o irrealista, sino que entiende los desafíos de su misión, dijo el élder Uchtdorf. “Él decide ver las bendiciones que Dios le está dando en lugar de las dificultades que está atravesando. Elige ser agradecido en lugar de odioso. Si se le da a elegir entre estar descontento y estar contento, él elige lo último. Está agradecido por los ‘casis’”.

El élder Uchtdorf citó el tema del nuevo programa para Niños y jóvenes que se implementará en 2020: “Y Jesús crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Al hacerlo, subrayó la palabra “crecía” como un desarrollo y aprendizaje, agregando que “nuestro proceso de crecimiento es similar”, y alentó a los misioneros a usar la escritura como un modelo para su crecimiento personal.

“¿Cómo se acercarán más a Dios? ¿Cómo servirán mejor a otros? ¿Cómo mejorarán mental y físicamente?”, preguntó. “¿Podrían pensar un poco en esto? Si estas áreas fueron importantes en el proceso del Salvador para convertirse en la persona en que se convirtió, de seguro nos pueden beneficiar a nosotros”.

También repitió el tema de su reciente discurso en la conferencia general: “Recuerden que el discipulado no consiste en hacer las cosas a la perfección; consiste en hacer las cosas con la intención correcta”.

Acerca del arrepentimiento, el élder Uchtdorf reconoció que algunos piensan que el este solo sirve para resolver problemas grandes. En lugar de ello, el arrepentimiento es un principio que debe usarse de forma regular — incluso diaria — no solo para activar la Expiación del Salvador y lograr el perdón por nuestras transgresiones, sino para ayudar a elevar y priorizar las cosas en las que estamos trabajando para cambiar y mejorar.

Influencias que no vemos

La influencia de un misionero se extiende mucho más allá de lo que él o ella ven o saben, como unos dominós a lo largo de la eternidad, explicó el élder Uchtdorf, compartiendo una historia reciente de un amigo para ilustrar su argumento.

El amigo abrió un correo electrónico inesperado de un remitente que no reconocía, y descubrió una fotografía de sí mismo de hacía cuatro décadas y media, cuando era un misionero sirviendo en una tierra lejana. La fotografía venía acompañada de un corto mensaje en español: “¿Me gustaría saber si el de la fotografía es usted?”.

El amigo respondió que sí y preguntó si el remitente podría explicar cómo la había obtenido.

Cuando era misionero, el amigo del élder Uchtdorf y su entonces compañero, le habían enseñado a una familia joven — compuesta por los padres y dos hijas — que se unió a la Iglesia. Al mismo tiempo, las tensiones políticas dividieron ese país, y subsecuentemente hubo un golpe militar en el que se arrestó y detuvo a los disidentes.

El élder Dieter F. Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019.
El élder Dieter F. Uchtdorf habla a los misioneros en un devocional en el Centro de Capacitación Misional de Provo, el 5 de noviembre de 2019. | Crédito: Scott Taylor

Al recordar las enseñanzas del Salvador, el amigo misionero decidió que él y su compañero deberían intentar visitar a aquellos que estaban en prisión. Con el permiso del guardia, llevaron a cabo la visita a la prisión, la cual no fue una interacción pequeña e íntima con un puñado de prisioneros, sino una reunión de los dos visitantes frente a unos 200 reclusos parados, observándolos en una gran habitación vacía y sin asientos.

En pánico por ese inesperado escenario, el amigo misionero ofreció algunas palabras de aliento y testificó del Salvador y luego, con el permiso del guardia, recorrió la fila de prisioneros para saludarlos con un apretón de manos. Al sentir el odio y la hostilidad de algunos, y conscientes de las percepciones locales erróneas de que los misioneros eran agentes de la CIA, los dos misioneros se preguntaban si los atacarían, los herirían o los tomarían como rehenes.

“Mi amigo calificó la experiencia como una mala decisión de su parte”, dijo el élder Uchtdorf, “y se sintió bendecido en extremo de que Dios los había protegido a él y a su compañero”.

El amigo se había olvidado de la experiencia hasta que el remitente respondió el correo electrónico; y así, 46 años después, se enteró del resto de la historia.

El Espíritu tocó el corazón de uno de los jóvenes reclusos ese día, quien sintió algo y se comprometió a encontrar la fe que aquellos jóvenes habían representado. Encontró la Iglesia, se bautizó, y luego sirvió su propia misión. Al volver al barrio de su ciudad natal, conoció a una joven mujer, también conversa; se enamoraron y se casaron.

Más tarde, la pareja estaba conversando sobre cómo habían conocido la Iglesia. Ella le mostró una foto del misionero que le había enseñado a ella y a su familia. Para su sorpresa, era el mismo misionero que había visitado la prisión y hablado con los reclusos.

“¿Pueden ver la belleza de esta obra?”

La pareja continuó siendo un pilar local de fortaleza para la Iglesia. Él sirvió como presidente de rama y distrito, obispo y presidente de estaca. Cuatro hijos de ellos sirvieron sus propias misiones. Mientras tanto, el amigo del élder Uchtdorf nunca supo lo que había pasado luego de que se fue del área y de la misión. No tenía idea de que nada hubiera resultado de su visita a la prisión.

“Me dijo que esto no tenía nada que ver con él o con nada que él hubiera dicho”, dijo el élder Uchtdorf. “Fue un ejemplo de cómo nuestro Padre Celestial usa los esfuerzos imperfectos de ustedes para llevar a cabo sus propósitos”.

Sin embargo, el relato de la pareja al amigo contaba cómo sus vidas habían sido influenciadas para bien debido al evangelio de Jesucristo.

“No sabe durante cuántos años he deseado encontrarlo, para poder decirle cuán hermosa ha sido mi vida desde que me bauticé”, escribió el hombre, añadiendo: “Estoy seguro de que usted nunca pensó que su misión le traería tanto gozo a una familia tan alejada de su país. … ¿Puede ver la belleza de esta obra? … Estoy eternamente agradecido”.

Bendición e interacciones

El élder Uchtdorf dejó una bendición apostólica a los misioneros y a sus líderes, de que al acercarse al Señor y abrir sus corazones para escuchar Su voz, Él se acercaría a ellos y magnificaría sus esfuerzos.

“Los bendigo con fe, gratitud, gracia, dignidad, humildad y valentía; con un semblante humilde y un amor por aquellos con quienes sirven y la gente de sus países”, dijo él.

“Ruego que pasen sus días con gozo invitando a otros a venir a Cristo. Los bendigo con sabiduría y paz, al saber que su sacrificio es reconocido y aceptado y que, a medida que avancen haciendo bien aquellas cosas sobre las que tienen control, el buen Señor estará con ustedes y dirigirá sus caminos”.

La hermana Harriet Uchtdorf envía un beso en el aire para los misioneros luego del devocional con su esposo, el élder Dieter F. Uchtdorf, el 5 de noviembre de 2019, en el Centro de Capacitación Misional de Provo.
La hermana Harriet Uchtdorf envía un beso en el aire para los misioneros luego del devocional con su esposo, el élder Dieter F. Uchtdorf, el 5 de noviembre de 2019, en el Centro de Capacitación Misional de Provo. | Crédito: Cheryl Taylor

En su breve mensaje, la hermana Uchtdorf habló sobre la conversión a la Iglesia de su familia y la de su esposo. “Todos los miembros en todo el mundo aman a los misioneros”, dijo ella. “Ustedes son sus héroes”.

El amor del que ella habló fue evidente al final del devocional, que estuvo lleno de miradas, sonrisas y saludos de parte de los Uchtdorf hacia los misioneros, seguidos por los repetidos besos que ella envió al aire y sus efusivas gesticulaciones. Además, el élder Uchtdorf formó un corazón con sus manos para mostrar su amor por los participantes.

Los Uchtdorf se quedaron bastante tiempo, al principio en el estrado y luego en el auditorio. Sus semblantes felices y amorosos y los pasos ocasionales que daban para acercarse denotaban que no deseaban nada más que saludar individualmente a los más de 1.600 misioneros que se hallaban allí esa noche.

“Oh, esto es tan difícil”, dijo la hermana Uchtdorf al élder Uchtdorf, reconociendo que finalmente debían alejarse de los misioneros, salir del auditorio e irse a casa.

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