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Cómo una torcedura de tobillo llevó a un inesperado viaje en lancha por el Amazonas con un apóstol

Élder David B. Haight y su esposa, la hermana Ruby Haight, son fotografiados en septiembre de 2000, justo antes del 70 aniversario de su boda. Crédito: Deseret News archive
El Río Solimões, parte superior, y el Río Negro abajo. Crédito: Foto de Shutterstock
El Río Solimões, a la izquierda, y el Río Negro a la derecha. Crédito: Foto de Shutterstock

No tuve mucha oportunidad de hacer turismo mientras viajaba para mis asignaciones durante mi carrera en Church News. Usualmente veía lo que había en los trayectos del aeropuerto al hotel, en los centros de estaca o sitios de reunión para las conferencias de área, o templos, cuando cubría las dedicaciones. [Pero] gracias a un pequeño accidente, tuve la oportunidad de ver una atracción mayor: el Río Amazonas.

Y así fue como pasó: El domingo 16 de octubre de 1988 estaba trabajando como reportero y fotógrafo cubriendo la creación de la estaca número 1.700 de la Iglesia. Élder David B. Haight, del Cuórum de los Doce Apóstoles, presidió en la creación de la Estaca Brasil Manaus, que era la primera estaca en la cuenca del Amazonas, y la número 57 en Brasil.

En esa misma reunión, élder Haight dedicó la recién terminada capilla que sería el centro de la nueva estaca. La reunión atrajo un gran número de Santos de los Últimos Días, 1.165, que, para ese tiempo, en la ciudad de Manaus y sus alrededores — era el hogar de 5.850 miembros. Todos los salones del centro de reuniones estaban llenos, y una gran cantidad de personas escuchaba en la parte exterior.

Cuando la reunión terminó, me di cuenta de que tenía la oportunidad de tomar una muy buena foto. Me apresuré a salir por la entrada principal y rápido bajé a una acera, en donde me puse en una posición que me permitiera tomar fotos de la gran cantidad de personas saliendo del edificio. Sería una foto valiosa de los registros de la historia de la Iglesia.

El Río Solimões, parte superior, y el Río Negro abajo.
El Río Solimões, parte superior, y el Río Negro abajo. | Crédito: Foto de Shutterstock

Mientras enfocaba una de las dos cámaras, me moví solo unos cuantos centímetros sin darme cuenta de que estaba al borde de un cordón de la acera. Al empezar a caerme, mi instinto fue el de sostener mis cámaras con la bolsa que tenía tres lentes. Al proteger mis cosas, tuve muy poca oportunidad, pero intenté mantenerme de pie balanceándome. El resultado: Me caí y me torcí severamente un tobillo. Algunos compadecidos miembros de la Iglesia me ayudaron a levantarme. No pude apoyarme en ese pie. Me ayudaron a regresar a la capilla, donde el élder Haight me preguntó qué había pasado. Él y el presidente Paulo R. Grahl, de la Misión Brasil, Brasilia, me dieron una bendición. Algunos miembros de la Iglesia me llevaron al hotel, y poniéndome en una silla de ruedas me llevaron hasta mi cuarto. El gerente del hotel envió a una enfermera para vendar mi tobillo; y ella trajo unas muletas.

Pasé una noche deprimente. El lunes por la mañana, me las arreglé para levantarme y vestirme, pero no creía que pudiera ir por los muy largos pasillos, con algunos recodos, hasta el lobby del hotel, donde yo esperaba hacer algunas entrevistas.

Mientras me preguntaba cómo hacerlo, sonó el teléfono de mi cuarto. Al contestar, oí una voz amable diciendo: “Hola Gerry, soy David”. No conocía a nadie con ese nombre que pudiera llamarme. Después de un momento, dijo: “David Haight”. Me dijo que vendría a mi cuarto para ponerme en una silla de ruedas y llevarme hasta el lobby, y así poder ir en un viaje en lancha con él y con su esposa, la hermana Ruby Haight, junto con unos pocos miembros locales de la Iglesia.

Mi primer pensamiento fue: “Oh, ¡qué bien! ¡Voy a poder ver el Río Amazonas!” Pero pensé: “No puedo dejar que un anciano de 82 años — un apóstol — me empuje [en silla de ruedas] todo ese trayecto”. Pensé rápido en mi pie sano y le dije que me las arreglaría para ir por mí mismo hasta el lobby. Él se mostró renuente a aceptar eso, pero finalmente lo permitió

Yo tenía una lista de miembros locales que estaban en el hotel, llamé a uno de ellos y le pregunté si alguien podía venir hasta mi cuarto con una silla de ruedas y así evitarle al élder Haight hacerlo. En pocos minutos mi acompañante con una silla de ruedas estaba tocando a mi puerta.

Me ayudaron a subir a la lancha y disfruté de un recorrido por el Amazonas, en donde vi una de las mayores atracciones turísticas de Brasil: “la reunión de las aguas”. Ese fenómeno sucede cuando las obscuras aguas del Río Negro y las pálidas aguas del Río Solimões fluyen lado a lado sin mezclarse por aproximadamente 6.4 k (4 millas).

He ido en asignaciones por una docena de países, Pero el viaje en lancha por el Amazonas fue una oportunidad, entre pocas, de hacer turismo.

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