SHARON, VERMONT — A medida que los colores del brillante follaje otoñal de Nueva Inglaterra comenzaron a aparecer, el cambio de estación proporcionó una atmósfera de reflexión para el presidente M. Russell Ballard.
Sus pensamientos se volvieron a su abuelo, el élder Melvin J. Ballard, que fue miembro del Cuórum de los Doce desde 1919 hasta 1939. Al acercarse el final de su vida, el élder Melvin Ballard viajó a Sharon, Vermont.
“No se encontraba bien”, dijo el presidente Ballard, presidente en funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles. “Mi abuela le rogó que no viniera”.
Sin embargo, el élder Melvin Ballard se paró durante 40 minutos y declaró valientemente su testimonio del profeta José Smith en el mismísimo lugar en que este había nacido.
Luego subió a su auto, condujo hasta Boston, y brindó el que se convertiría en su discurso y testimonio final como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles. Luego, el élder Melvin Ballard condujo hasta Salt Lake City. Dos semanas más tarde, falleció de leucemia.
“Y sin embargo estuvo aquí — aunque tenía muy poca energía — y no renunció a su responsabilidad de declarar la palabra del Señor al mundo. … en el lugar de nacimiento del profeta, en esta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos”.
Al hablar en un devocional para miembros, llevado a cabo en ese mismo lugar sagrado, el presidente Ballard añadió su testimonio del profeta José Smith al testimonio de su abuelo. Estuvo acompañado por el élder D. Todd Christofferson y su esposa, la hermana Kathy Christofferson, y el élder Randall K. Bennett y su esposa, la hermana Shelley Bennett.
A medida que el presidente Ballard se preparaba para viajar a Nueva Inglaterra, pensó mucho en esta conexión entre su abuelo, que se encontraba en el final de su vida, y el lugar donde el profeta José comenzó la suya.
Al hablar del “notable nacimiento” que ocurrió en ese vecindario, el presidente Ballard le pidió a la congregación que nunca sean complacientes con “la realidad de lo que nos pertenece”.
“Hermanos y hermanas, amo al profeta José Smith. Considero un gran privilegio el ser un apóstol del Señor Jesucristo y dar testimonio al mundo de que nuestro Padre Celestial vive y nos ama. Somos Sus hijos. Él nos ama tanto. Nos dio a Su Hijo Unigénito. …
“Tengo un testimonio de que el profeta José Smith es todo lo que decimos que es, el profeta de esta, la dispensación final del cumplimiento de los tiempos”.
Al entrar en Sharon, Vermont, el élder Christofferson también volvió su atención a su propia familia. Años antes, él trajo a sus hijos a este lugar sagrado para compartirles su testimonio de José Smith.
En 1805, “en un lugar muy pequeño, apartado, desconocido para prácticamente todo el resto del mundo”, nació un bebé.
Ese niño crecería para influir en la historia del mundo y estar a la cabeza de la dispensación final del evangelio — “la dispensación que realmente tendrá éxito”.
En todo el mundo, el bebé que durmió aquí en una cuna fue el bebé “que hizo una diferencia enorme”, dijo él.
Al responder la pregunta que hizo el presidente Russell M. Nelson en su discurso de cierre de la conferencia general de octubre de la Iglesia, el élder Christofferson dijo que él no puede imaginar su vida sin José Smith. “Espero que llegue el día en que pueda verlo, saludarlo, y agradecerle tan profusamente como pueda por la diferencia que sus sacrificios hicieron en mi vida”.
El élder Christofferson dijo a la congregación que espera que ellos también puedan “ver algunos de los frutos de esa labor, de ese sacrificio”.
El élder Christofferson dijo que, cuando tenga la oportunidad de ver a José Smith, no verá a alguien de “ropas comunes y humildes”, como las que usaba en sus muy humildes comienzos, sino que verá a “este profeta en toda su gloria, en la majestad de su llamamiento a la cabeza de esta última y gran dispensación”.
La hermana Bobbi Jo Beck de la Misión Nuevo Hampshire Manchester expresó su gratitud por la oportunidad de mirarlos a la cara a los de la congregación. “Veo una esperanza que los hace diferentes al resto del mundo”, dijo ella.
El élder Bennett les prometió las bendiciones del Señor a los santos de los últimos días en la comunidad. “La Iglesia crecerá aquí a medida que se ministren el uno al otro, ministren a los que no son de nuestra fe y sean una gente que asista al templo”, dijo él.
Él expresó gratitud por la oportunidad de “sentarme a los pies de dos apóstoles del Señor Jesucristo, aprender de ellos y escuchar sus testimonios”.
El presidente Ballard y el élder Christofferson se tomaron un tiempo para saludar a los miembros y luego salieron del edificio hacia la fría noche de octubre — comprobando que, aunque las estaciones cambien, el evangelio restaurado y el legado de fe que comenzó con el nacimiento de José Smith en Sharon, Vermont, continúan.