Durante todo un partido de baloncesto, los entrenadores contrarios de ambos equipos habían estado recriminando al árbitro principal y discutiendo en voz alta entre ellos sobre el juego brusco de los jugadores.
Pero en los últimos minutos del tenso partido, los gritos de los dos banquillos y los vítores del público se redujeron a un silencio cuando dos jugadores contrarios chocaron y cayeron al suelo, uno tratando de defender al otro en un tiro, el tirador se retorcía con dolor y el balón cayó muy lejos del aro a causa de la falta.
Desde el primer saque, Klay, el defensor mencionado anteriormente, había mostrado las habilidades que lo distinguen como uno de los mejores jugadores en la cancha, driblando y atravesando a los defensores para conseguir canastas fáciles en las dos primeras canastas del partido y luego tirando pases con precisión a sus compañeros de equipo para dos anotaciones más que parecían marcar la pauta para un resultado desigual.
Pero cuando Klay tomó un turno en el banquillo al final de la primera mitad, el otro equipo remontó hasta empatar el marcador en el intermedio, preparando el escenario para la frenética segunda mitad.
Una vez más, Klay comenzó a tomar el control, realizando un par de tiros más largos y superando casi a voluntad a los jugadores del equipo rival. Pero esos tiros desde la línea se desviaron o rebotaron en el aro, y Klay se apuraba a jugar defensa haciendo gestos de decepción y frustración.
Fue defendiendo y saltando para detener un tiro cuando Klay chocó con su oponente, enviando a ambos al suelo. Con todas las tensiones en la cancha y las emociones en los banquillos sirviendo como barril de pólvora, ¿sería este el momento explosivo?
Como lo había hecho anteriormente en el partido, Klay se puso de pie de un salto y caminó hacia el oponente para ofrecerle una mano de aliento y ayuda. Pero su oponente permaneció en el suelo dolorido, agarrándose la barbilla. Klay permaneció cerca mientras los entrenadores corrían hacia el jugador caído, reconfortando y ofreciéndole ayuda.
Mientras lo ayudaban a salir de la cancha y llegar al banquillo, el jugador lesionado se enteró de que el árbitro había concedido dos tiros libres por la falta en el tiro y preguntó si podía quedarse para ejecutarlos y seguir jugando.
Posicionado cerca de la línea de tiros libres, Klay esperó a que su oponente lanzara — y acertara — su primer intento de tiro libre. Luego, Klay se acercó silenciosamente para ofrecer un apretón de manos de buena voluntad y reconocimiento, y rápidamente regresó a su lugar. El breve gesto fue realizado y aceptado sin fanfarrias, pero conmovedor para los pocos espectadores que se dieron cuenta.
Lo que sucedió el resto del partido — los minutos finales del partido y la victoria del equipo de Klay — palideció en comparación con ese momento.
En su mensaje de la conferencia general de abril de 2023, titulado “Se necesitan pacificadores”, el presidente Russell M. Nelson, presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, invitó a los oyentes a “examinar su discipulado en el contexto de la forma en que tratan a los demás” e “interactuar con los demás de una manera más elevada y santa”.
Una de las maneras más fáciles de identificar a un verdadero seguidor de Jesucristo es la compasión con la que esa persona trata a los demás, dijo. “La manera en que nos tratamos unos a otros realmente importa. La manera en que hablamos con los demás y sobre los demás en casa, en la Iglesia, en el trabajo y en línea realmente importa”.
Debido a circunstancias conflictivas, los padres de Klay no pudieron asistir y ver su partido. Pero un abuelo había grabado algunos videoclips con un teléfono móvil y los había compartido mientras relataba los momentos más destacados.
Y la mejor jugada de Klay no fue una de sus canastas o pases de asistencia, les dijeron a los padres. Más bien, fue el breve momento en el que, a pesar de las frustraciones personales, las emociones que se filtraban en el partido y la dura falta, Klay dio un paso adelante para estrechar la mano de su oponente y calmar cualquier sentimiento que todavía pudiera existir.
En lugar de encerrarse en sí mismo, Klay se dirigió a su rival, con compasión prevaleciendo sobre la competición.
Fue un acto de madurez que, en palabras del presidente Nelson, realmente importó, viniendo de Klay, un chico de solo 8 años.
Como todos nosotros, él tendrá toda una vida de oportunidades — no sólo en los campos de juego sino en el proverbial “juego de la vida”, tanto como participante como espectador — para examinar su discipulado en el contexto de cómo trata a los demás y para interactuar con ellos de maneras más elevadas y santas.
— Scott Taylor es gerente editorial de Church News.
