Cuando el élder Alfred Kyungu, Setenta Autoridad General, tenía 16 años, su padre enfermó y ya no pudo trabajar ni mantener a su familia. Como resultado, el élder Kyungu no pudo asistir a la escuela durante dos años.
“Todos mis sueños parecían terminar y todo mi futuro se volvió oscuro. Había perdido la esperanza de un futuro mejor”, les dijo a los estudiantes de BYU-Idaho durante un devocional el 22 de marzo de 2022.
Le preguntó a su padre si tendría la oportunidad de regresar para continuar sus estudios. Su padre le dijo que la familia tendría que trabajar duro para ahorrar dinero para que él volviera a la escuela y continuara con su educación.
Durante los siguientes dos años, el élder Kyungu y su familia trabajaron arduamente para cultivar y cosechar sus campos para ahorrar dinero.
“Era un trabajo muy difícil y mi cuerpo no estaba acostumbrado a este tipo de trabajo pesado”, recordó. “Así que lo sufrí en los primeros días. Mis manos estaban heridas y sangrando. Quería dejarlo todo, pero como sabía el objetivo por el que tenía que trabajar duro, no dejé de intentarlo”.
Esta experiencia le enseñó al élder Kyungu varias lecciones y principios que “también pueden ayudarlos en esta vida en la tierra como hijos de Dios”, dijo él.
“Como hice con mi padre, Kyungu, ustedes también pueden acercarse a su Padre Celestial y hablar con Él. Expresen sus sentimientos, necesidades, dificultades y sus planes. La mejor manera de hacerlo es a través de una oración ferviente, con honestidad, sinceridad y una intención real”.
Orar con verdadera intención, explicó el élder Kyungu, significa comprometerse a actuar de acuerdo con la respuesta que se recibe.
Otro principio que aprendió de la agricultura durante dos años en lugar de ir a la escuela es cómo es necesario trabajar para alcanzar las metas.
“Nuestra meta es regresar al Padre Celestial y llegar a ser como Él”, dijo él. “Para lograr esto, debemos trabajar por nuestra propia salvación y la salvación de nuestra familia”.
Para hacer esto, sugirió estudiar y meditar las Escrituras diligentemente, usando el albedrío para elegir servir a Dios, poniendo “esfuerzo y constancia en el servicio del Señor, ejerciendo su ministerio “con gozo y entusiasmo”, compartir el evangelio con los demás, hacer historia familiar y frecuentar el templo con regularidad.
“Armen su propio plan de trabajo y llévenlo a cabo”, dijo el élder Kyungu.
Él invitó a los estudiantes a recordar quiénes son y hacia dónde van: “Ustedes son hijos e hijas del Padre Celestial, creados a su imagen y semejanza. Ustedes pertenecen a Él, y Él quiere que regresen a Su presencia sanos y salvos”.
“Recuerden los convenios que hicieron con el Padre Celestial y hónrenlos. Elijan qué imágenes ver y qué conversaciones tener con los demás”, dijo él. “Expulsen de su vida pensamientos y acciones — todas las cosas impuras o las que los alejarían de su destino eterno”.
Al concluir, el élder Kyungu les dijo a los estudiantes lo orgulloso que estaba de ellos. “Ustedes saben a dónde acudir cuando atraviesan momentos difíciles en su vida. Ustedes son conscientes de los recursos, saben qué hacer y cómo proceder”.
“A medida que sepan las cosas que deben recordar y las cosas que deben hacer”, dijo él, “sigan en frente, recuerden y actuen y el Señor estará con ustedes”.