Antes de que el huracán Ida azotara Luisiana el 29 de agosto, el reverendo Drew Sutton, líder de la Primera Iglesia Metodista Unida de Hammond, Luisiana, que cuenta con 600 miembros, decidió trasladar a su joven familia a Baton Rouge.
Antes de irse a la cama esa noche, cerca de las 10:30 p.m., todavía tenían electricidad y se preguntaba si lo peor ya había pasado. Sin embargo, cuando revisó Facebook alrededor de las 4 a.m., “vi que la gente publicaba por todos lados que esta era la peor noche de sus vidas”, recordó el reverendo Sutton en su conversación con la Sala de Prensa de la Iglesia.
El huracán Ida impactó la costa de Luisiana con vientos sostenidos de hasta 240 km/h — derribando árboles, demoliendo casas y dejando sin electricidad a más de un millón de personas.
No obstante, el reverendo Sutton, fue uno de los muchos residentes de Luisiana que recibieron el servicio de miles de voluntarios Santos de los Últimos Días con camisetas amarillas durante el fin de semana.
Los voluntarios trajeron motosierras, rastrillos y maquinaria para comenzar a limpiar los terrenos de su iglesia. Se unieron a sus amigos metodistas y muchas manos hicieron el trabajo rápido.
“La forma en que la gente se acerca y responde, sabiendo que la necesidad es grande, ha sido espectacular … ese nivel de compromiso simplemente refleja la vida de la Iglesia y la creencia de que Dios está en medio de esta tormenta, no importa lo mal que se haya puesto y lo mal que se vea”, dijo el reverendo Sutton.

Los recursos llegaron de toda la región. Muchos de los voluntarios han experimentado por sí mismos los huracanes en los últimos años, como Jake Smith de Pensacola, Florida.
“Todos los años vamos a alguna parte”, dijo Smith, líder voluntario de un grupo regional de congregaciones. “Ya sea el huracán Sally [que] azotó Florida el año pasado, nos encargamos de eso en Pensacola. Vinieron y nos ayudaron. Teníamos estos centros de mando en Pensacola y luego vinimos aquí.
Los líderes regionales de la Iglesia se anticipan a la necesidad que puede surgir cada año en algún lugar de la costa del golfo de los Estados Unidos. Los equipos han establecido tres centros de mando cerca de la costa sur de Luisiana en Hammond, Gonzales y Slidell. Se esperaban más de 2.200 voluntarios el pasado fin de semana y se necesitan voluntarios para los próximos cinco o seis fines de semana.
Los suministros de ayuda de emergencia, entre los que incluyen agua y alimentos procedentes de los almacenes de la Iglesia en el sureste de los Estados Unidos, han sido entregados a los centros de reuniones de la Iglesia para su distribución a las personas en la zona del desastre.
Este primer fin de semana hay muchos encargos de trabajo para resolver como ramas, el follaje de los árboles, y los troncos arrancados por los fuertes vientos. Sin embargo, la falta de electricidad y las calurosas temperaturas hicieron que las condiciones, tanto para los trabajadores como para las víctimas, fueran difíciles.
Josh y Sierra Kennedy viven en Houma, Luisiana, con sus dos hijas. Sierra y las niñas fueron evacuadas a casa de su madre, y Josh estaba afuera trabajando, recordando lo que vio a su regreso.
“Entras, y lo primero que realmente notas es el olor y lo horrible que es. Cuando [salimos] de Houston [para regresar a casa anoche], esa fue la última vez que tuvimos una comida caliente. Alguien vino al complejo de apartamentos de la madre [de Sierra] y trajo espaguetis y nachos, frijoles rojos y arroz, y bebidas frías. Es muy duro”, dijo Josh Kennedy.

Con una cochera derrumbada, un techo hundido y muebles arruinados, muchas de sus pertenencias fueron trasladadas al jardín del frente de su casa, gracias a la ayuda de los voluntarios de Manos que Ayudan de la zona de Beaumont, Texas.
“Al conducir a través de la devastación, es realmente difícil ver cuántas personas están afectadas”, dijo el élder Ty Coates, un misionero que sirve en Texas. “En casa [en Smithfield, Utah], cuando un desastre ocurre, generalmente le sucede a uno solo y así toda la comunidad puede rodearlo. Mientras que aquí es algo generalizado y es impresionante porque todo el mundo ayuda a todo el mundo, a pesar de que todos están sufriendo”.
Las casas de los miembros de la Iglesia se vieron afectadas, algunas con grandes inundaciones. Afortunadamente, no se ha informado de la pérdida de vidas entre los miembros de la Iglesia, sin embargo, la limpieza recién comienza.
Todos los misioneros fueron trasladados a zonas alejadas de la trayectoria de la tormenta con anticipación y muchos de ellos están trabajando ahora en las tareas de limpieza.
Quinn Millington, un líder regional de la Iglesia, trajo maquinaria pesada desde Montgomery, Alabama. “Es abrumador cuando los [residentes] regresan y miran su casa, hay árboles caídos, no hay electricidad y hay agua estancada, y se preguntan, ¿qué le ha pasado a mi casa? Es bueno que podamos intervenir y eliminar al menos una o dos de sus preocupaciones y ofrecer algo de amor actuando a la manera del Salvador”.