Resumen del discurso:
Dos días después de la trágica muerte de su amigo y Maestro, María Magdalena lloró ante Su sepulcro vacío. El Salvador resucitado se le acercó y le preguntó por qué lloraba. Pensando que era el jardinero, le preguntó si se había llevado el cuerpo del Señor y dónde estaba. Después, Él la llamó por su nombre y ella lo reconoció.
Muchos pueden identificarse con la angustia que sintieron María Magdalena y sus amigas mientras lloraban la muerte del Señor. Gracias al Salvador, todos resucitarán. Él también ha hecho posible que todos se reúnan como familias y tengan gozo eterno en la presencia de Dios, si hacen convenios con Él y los guardan.
Como enseñó el presidente Russell M. Nelson, “La muerte es un componente necesario de nuestra existencia eterna. …Para los afligidos seres queridos que quedaron atrás …el aguijón de la muerte se alivia con una fe inquebrantable en Cristo, un brillo perfecto de esperanza, un amor por Dios y todos los hombres, y un profundo deseo de servirlos”.
Mediante la Expiación redentora y la gloriosa resurrección de Jesucristo, “los corazones quebrantados pueden ser sanados, la angustia puede transformarse en paz, y el sufrimiento puede convertirse en esperanza. Él puede estrecharnos en Sus brazos de misericordia, consolarnos, fortalecernos y sanarnos a cada uno de nosotros”.