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Tad R. Callister: ¿Por qué necesitamos héroes?

“El capitán Moroni levanta el Estandarte de Libertad (Capitán Moroni y el Estandarte de Libertad)”, de Arnold Friberg. Crédito: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Héroes son la realidad concreta —el estándar— la barra que nos eleva a mayores alturas de las que de otro modo sería imposible alcanzar por nosotros mismos. Crédito: Shutterstock
Tad R. Callister. Crédito: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Supongan por un momento que tienen la suerte de asistir a las olimpiadas mundiales. Escuchan el anuncio por el altavoz de que el salto alto será el próximo evento. Con gran anticipación, echan un vistazo a las instalaciones, pero se sorprenden al ver que no hay una colchoneta para el salto alto. No se encuentra en ninguna parte. Luego se hace el anuncio de que se ha removido la colchoneta para el salto alto. En cambio, se les ha informado a los competidores que deben encontrar un espacio abierto y luego saltar tan alto como puedan. Los competidores están atónitos y protestan por la decisión, pero se les dice que no necesitan una barra — que teóricamente pueden saltar igual de alto sin ella.

Tad R. Callister.
Tad R. Callister. | Crédito: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El pensamiento cruza por su mente, “Los dirigentes no pueden hablar en serio. Todo el mundo sabe que la barra de salto alto extrae hasta la última gota de energía y fuerza que tiene un competidor y, por lo tanto, lo eleva a mayores alturas de lo que sería posible”. La vida real les ha enseñado que hay una enorme diferencia entre la teoría académica y la realidad concreta.

Es por eso que necesitamos héroes. Ellos son la realidad concreta —el estándar— la barra que nos eleva a mayores alturas de las que de otro modo sería imposible alcanzar por nosotros mismos. Más que una trivialidad —más que un principio moral— constituyen el ejemplo de la vida real de un hombre o una mujer que “lo ha hecho” y, por lo tanto, posee el poder inherente de desatar el potencial divino dentro de nosotros, de elevarnos a nuevas alturas, incluso aparentemente inalcanzables.

Aprender sobre héroes es mucho más que una lección de historia, mucho más que un ejercicio intelectual o una misión de investigación. Provoca una conmoción en nuestro corazón y nuestra alma que refina y purifica nuestro carácter. Los héroes eliminan las excusas y la mentalidad de víctima. Demuestran atributos divinos en sus vidas y, por lo tanto, nos brindan una mayor visión de quiénes somos realmente y de lo que podemos llegar a ser. Y con esa visión aumentada viene una mayor motivación.

Los héroes son mucho más que ídolos o celebridades. Son personas que sacan lo mejor de nosotros —que nos ayudan a participar en el “andar piadoso” (Doctrina y Convenios 20:69) hacia la vida eterna. Afortunadamente, los héroes no son solo luces brillantes del pasado lejano, sino que están en todas partes a nuestro alrededor— el amigo que sufre sin perder la fe, el hombre de negocios que es honorable incluso cuando la ley no lo requiere, la madre que sacrifica sus propios intereses personales para pasar tiempo de calidad con sus hijos y el patriota que defiende nuestro país y la Constitución, incluso cuando puede que no sea popular hacerlo.

Los héroes nos ayudan a saber que los mortales con todos sus defectos y debilidades pueden superarlos y alcanzar la grandeza — incluso la divinidad. Son los que nos dan esperanza y fuerza para ser mejores y seguir adelante incluso en momentos de desesperación o desánimo. En pocas palabras, los héroes inspiran grandeza tanto en las personas como en las naciones. Si bien se cree, pero no se sabe con certeza, si Abraham Lincoln expresó este pensamiento, no obstante, es correcto: “Cualquier nación que no honre a sus héroes no perdurará mucho tiempo”.

Héroes son la realidad concreta —el estándar— la barra que nos eleva a mayores alturas de las que de otro modo sería imposible alcanzar por nosotros mismos.
Héroes son la realidad concreta —el estándar— la barra que nos eleva a mayores alturas de las que de otro modo sería imposible alcanzar por nosotros mismos. | Crédito: Shutterstock

Afortunadamente, tenemos muchos héroes en la historia estadounidense que merecen nuestro respeto y admiración, como los Padres Fundadores y Abraham Lincoln. Por supuesto, estos individuos no eran perfectos, pero si nos enfocamos en sus increíbles logros —sus sacrificios y esfuerzos en el establecimiento y preservación de esta nación bendita— en lugar de sus pocas debilidades y, además, evitamos la trampa del presentismo, entonces descubriremos héroes dignos de nuestra emulación. Entonces tendremos héroes que pueden inspirarnos con un positivismo y un patriotismo sano y edificante.

Asimismo, tenemos muchos héroes religiosos que actúan como catalizadores espirituales que nos llevan a un terreno más elevado. Cuando era joven, me encantaba la historia de los 2000 hijos de Helamán y quería ser como ellos —lleno de fe, valor y honor. Sin duda, Mormón consideró a Moroni, el comandante en jefe de los ejércitos nefitas, como un héroe, cuando escribió: “Sí, en verdad, en verdad os digo que si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se habrían sacudido para siempre; sí, el diablo jamás tendría poder sobre el corazón de los hijos de los hombres”. (Alma 48:17). Ésta es una de las razones por las que es tan importante estudiar las Escrituras— descubrir héroes espirituales que puedan servir como modelos a seguir.

Sin embargo, hay algunos que quieren degradar o denunciar a muchos de nuestros héroes del pasado, simplemente porque eran imperfectos, una condición que aqueja a todos los mortales. Por ejemplo, algunas personas pueden centrarse en Babe Ruth y sus numerosos ponches, pero en el proceso no reconocen a uno de los mejores bateadores de jonrones de todos los tiempos. Algunos pueden enfocarse en la ausencia de la cabeza y los brazos de la famosa escultura de la “Victoria Alada”, pero en el proceso se pierden por completo la obra maestra que es universalmente aclamada. Y del mismo modo, algunos se centran en la pérdida momentánea de la fe de Pedro y su hundimiento en el agua, pero en el proceso pierden de vista el hecho de que durante unos pocos pasos en realidad caminó sobre el agua. ¿Cuántas personas conocen que hayan caminado sobre el agua, aunque sea unos pocos pasos? Algunos se obsesionan tanto con las imperfecciones de un individuo, que en el proceso no reconocen sus fortalezas más que compensatorias y, por lo tanto, los héroes que realmente son.

Puede que no sea un imperativo moral tener héroes, pero el hombre o la mujer que tiene héroes tiene un incentivo más para ser mejor que la persona que no los tiene. Los héroes son una barra que nos eleva al cielo. Denunciar a los héroes o vivir sin ellos es vivir sin esa barra — “saltar” por debajo de nuestro potencial, tanto individualmente o como una nación.

— El élder Tad R. Callister es una Autoridad General emérita y ex presidente general de la Escuela Dominical.

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