Para los misioneros de tiempo completo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el compañerismo divino debe considerarse en al menos dos niveles, explicó el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles.
El primero es precisamente el emparejamiento en sí de dos misioneros o dos hermanas. “Cada compañerismo misional debe ser una hermandad verdaderamente divina — dulce, sensible, bondadosa e inolvidable, ungido por el Espíritu del Señor”, dijo, y agregó que cualquier desunión o división ofende al Espíritu y paraliza la obra.
El segundo nivel es que cada pareja de misioneros debe tener al Espíritu Santo como tercer compañero, enseñó el élder Holland en un devocional misional mundial.
Llamó al tres “un número sagrado en las matemáticas del evangelio” — como la Trinidad, la Primera Presidencia, los tres grados de gloria y los tres testigos del Libro de Mormón. “Tres es un número maravilloso para testificar de la obra de Dios, y cada compañerismo en su búsqueda por ser eficaz y divino, debe incluir al Espíritu Santo como un tercer miembro”.
El devocional pregrabado fue transmitido el jueves 15 de abril en el portal en línea de los misioneros, dirigido por el élder Marcus B. Nash, Setenta Autoridad General y director ejecutivo del Departamento Misional. El devocional se grabó anteriormente en una sala de reuniones del Edificio de las Oficinas de la Iglesia, con la asistencia de un puñado de misioneros de la Misión Utah Salt Lake City.
El élder Holland comenzó su mensaje relatando la súplica de Moisés a Jehová en el monte Sinaí — para que a pesar de un pueblo de dura cerviz, un becerro de oro y tablas rotas — continuara guiando a los israelitas. Conmovido por la honestidad y humildad de Moisés, Jehová prometió: “Mi presencia irá contigo” (Éxodo 33:14).
Así como Su guía y compañía eran necesarias no sólo para la travesía a la tierra prometida, sino también para ayudar a separar al antiguo Israel, lo mismo es cierto para los misioneros de hoy en día, dijo el élder Holland. La presencia divina es “nuestro visto bueno, nuestra marca, nuestro sello de aprobación, el carácter distintivo que le permite al mundo saber que somos representantes autorizados [de Dios]”.
Enumeró dos verdades que los misioneros deben tomar sobre sí y dar testimonio personal: primero, “esta es la verdadera obra del Dios Todopoderoso, que Él es nuestro Padre Eterno, que Jesús de Nazaret es Su Hijo Unigénito y el Salvador del mundo; que el evangelio de Jesucristo, incluye el Libro de Mormón como otro testamento de Él, ha sido restaurado por medio del profeta José Smith; y que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la única iglesia que tiene la autoridad del sacerdocio para enseñar la plenitud del Evangelio y para administrar las ordenanzas de Exaltación que son fundamentales para ella”.
La segunda verdad es que la compañía del Espíritu Santo es absolutamente esencial para el éxito misional, “porque es el Espíritu Santo — como miembro de la Trinidad — quien da testimonio de su testimonio y lleva su mensaje al corazón de quienes escuchan el evangelio, a aquel amigo que está considerando ser miembro de la Iglesia”.
Los misioneros no deben confiar en las habilidades de enseñanza o en el encanto personal cuando “enseñan el arrepentimiento y bautizan a los conversos”.
“El arrepentimiento es una experiencia espiritual, personal y sumamente fuerte, y una conversión poderosa es más de lo mismo”, dijo el élder Holland. “Un misionero no puede someter por sí mismo a otra persona al arrepentimiento verdadero o la conversión genuina. No hay forma de hacerlo. El verdadero cambio en el corazón sólo puede ser producido por el Espíritu de Dios”.
Recordó que cuando los hermanos iban a nombrar los que entonces eran los nuevos materiales misionales hace casi dos décadas, identificaron la frase en Doctrina y Convenios 50:14 que incorporaba la labor misional: “Predicad mi evangelio por el Espíritu”.
Por hacerlo más breve, únicamente se utilizaron las tres primeras palabras en el título. El élder Holland dijo que le preocupa que “a muchos misioneros se les olvide la segunda parte de esa frase, que es sumamente crucial — que deben ‘predicar mi evangelio por el Espíritu’. . . por el Consolador, por el Espíritu Santo, “que fue enviado para enseñar la verdad”.
“Y si los misioneros tratan de enseñar sin la compañía del Espíritu Santo, sin el Espíritu de la verdad, entonces obviamente enseñan ‘de alguna otra manera’ (Doctrina y Convenios 50:17-18), y si es de alguna otra manera ‘no es de Dios’.
Una verdad adicional que los misioneros deben comprender, agregó, es que quienes escuchan el Evangelio deben recibir el mensaje con la misma espiritualidad y humildad que tienen los misioneros al transmitirlo. Para los misioneros que cuestionan posibles deficiencias o falta del Espíritu en su enseñanza, “deben recordar que aquellos que escuchan el mensaje deben invitar — o al menos permitir — que el Espíritu Santo entre en su corazón para que su mensaje dé fruto”.
Continuó: “Si comprenden la importancia del Espíritu en su enseñanza y en la receptividad del alumno, pronto aprenderán una verdad indiscutible — que necesitan el Espíritu en todo momento. No se puede poner y quitar como un suéter viejo.
“No pueden vivir en Babilonia la mayor parte de su día misional y luego apresurarse a ir a la ciudad de Enoc para prepararse rápidamente para una lección que tienen que dar. Deberíamos de tratar de tener el Espíritu Santo con nosotros de principio a fin”.
Eso incluye durante el estudio y la oración, durante la planificación y el proselitismo, durante la búsqueda, la enseñanza y el testimonio, durante el tiempo con los miembros y con aquellos aprendiendo — e incluso en los días de preparación, dijo.
“Eso no significa que no podamos reírnos o ser felices o divertirnos en esta obra. De hecho, el Espíritu debería hacernos muy felices, pero nuestra espiritualidad no puede ser algo que saquemos del armario justo cuando salimos por la puerta para dar una lección”.
Usando una serie de gráficas, el élder Holland subrayó una progresión de tríos en la obra misional — primero la Deidad, luego el Espíritu Santo como “el Gran Maestro de la Verdad” y un compañerismo de misioneros, y finalmente el Espíritu Santo, un compañerismo de misioneros y el amigo o la familia aprendiendo sobre el evangelio.
Además de enseñar por el Espíritu, los misioneros necesitan la ayuda que el Espíritu Santo da para encontrar por medio del Espíritu y para todo lo demás que hacen, dijo el élder Holland. Dijo que ha encontrado 581 referencias del Espíritu Santo o Santo Espíritu en los libros canónicos y las ha categorizado en 50 tipos de influencia espiritual.
Citó 12 tipos que tienen un significado particular en la vida de un misionero. El Espíritu Santo:
- Es un revelador, una guía para la acción.
- Transmite las palabras de Cristo, que dicen todas las cosas que uno debe hacer.
- Guía cuando uno no sabe de antemano las cosas que debe hacer.
- Prepara a las personas para escuchar el evangelio
- Enseña la verdad, llevándola al corazón.
- Enseña qué decir y cómo decirlo.
- Socorre en el mismo momento de necesidad.
- Purifica al maestro y al alumno.
- Intercede para fortalecer las oraciones.
- Proporciona dominio del idioma.
- Trae todas las cosas a nuestra memoria.
- Es el Consolador, que transmite paz y alegría.
“Así como nunca debo hacer nada que ofenda o lastime a mi compañero mortal, tampoco debo hacer nada que ofenda o lastime a mi compañero divino, el Espíritu Santo”, dijo el élder Holland. “Lo quiero conmigo todo el tiempo. Nunca debería decir nada ni hacer nada o ir a ningún lugar o ser algo que me aleje de cualquiera de estos compañeros”.
El élder Holland prometió que, si los misioneros se acercan espiritualmente a Dios, Él se acercará a ellos, brindándoles consuelo y bendiciéndolos con este parentesco y asociación espiritual. Aplicó las bendiciones imperativas de Doctrina y Convenios 121:45-46 a los misioneros.
“Entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios… [y] el Espíritu Santo será tu compañero constante. … tu cetro [será] un cetro inmutable de justicia y verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás”.
Recuerden que Dios cumple Sus promesas, que sella sobre la cabeza y el corazón de las personas a través del ministerio intercesor del Espíritu Santo, agregó el élder Holland. “Esa promesa de la compañía constante del Espíritu Santo debería ser tranquilizadora para los élderes y hermanas que tanto desean que el éxito misional fluya libre y abundantemente ‘sin ser compelidos’. Puede — y con la ayuda del cielo lo hará — y su cetro será un cetro inmutable de justicia y verdad”.
Concluyendo con una bendición apostólica sobre los misioneros, el élder Holland regresó a la experiencia de Moisés en el Sinaí para un cambio final para ellos: “‘Id, por lo tanto’, dice el Señor, y ‘Mi presencia irá con [ustedes]’”.